El único museo del mundo patrimonio de la humanidad está en Amberes

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El Museo Plantin-Moretus es una de las grandes joyas de la ciudad flamenca de los diamantes

Exterior del museo Plantin-Moretus en Amberes

Exterior del Museo Plantin-Moretus en Amberes

Marmontel CC BY

En la mente de muchas personas, Amberes está asociada a diamantes. Y cuando se llega a esa ciudad flamenca, lo cierto es que el estereotipo se corresponde con la realidad. Los escaparates de la ciudad brillan de codicia, con piezas talladas en diferentes tamaños, colores, quilates, durezas, densidades y formas. También arquetípicos miembros de la comunidad judía se distinguen con sus vestimentas negras, sus sombreros y sus rizos regentando talleres, comercios y empresas de importación-exportación del valioso mineral.

La estadística reafirma la sensación visual y los prejuicios: Amberes maneja el 80% de los diamantes brutos y la mitad de todos los cortados en el mundo.

El centro alberga una sensacional colección de volúmenes que incluye dos de los más antiguos del mundo, que se remontan a 1555

El viajero medio tal vez pueda permitirse adquirir uno de esos cristales tan valorados. Pero lo más habitual será que se deje deslumbrar por ellos y siga camino hacia aspectos menos conocidos de la villa belga, pero de más valor cultural. Para empezar, Pieter Paul Rubens, que aparece por cualquier rincón de Amberes. En su casa-museo se entiende la genialidad de un artista que no se limitó, como algunos podrían sospechar, a pintar señoras con sobrepeso y ligeras de ropa. En la iglesia de san Jacobo podrá detenerse frente a su tumba, aun cuando cueste un poco localizar la discreta lápida que lo recuerda (el templo está en la calle Lange Nieuwstraat, 73-75).

Estatua de Pieter Paul Rubens en Amberes

Estatua de Pieter Paul Rubens en Amberes

伊部リコ CC BY

Pero uno de los atractivos más excepcionales de Amberes es el Museo Plantin-Moretus. Recoge los apellidos de dos editores que entregaron su vida a la confección de libros. El dédalo de madera crujiente donde trabajaron y vivieron con sus familias alberga una sensacional colección de volúmenes que incluye dos de los más antiguos del mundo, que se remontan al año 1555. No se trata únicamente de una biblioteca, sino también de una exposición de las primitivas imprentas que pusieron el conocimiento al alcance de la mayoría de la población entre los siglos XVI y XVIII. Hay varios ingenios venerables y hasta 20.000 tipos móviles de plomo.

Hasta hace muy pocas décadas, tanto libros como publicaciones periódicas se conseguían imprimir gracias a esos artefactos que agrupaban palabras y letras, combinando mayúsculas, minúsculas y símbolos que debían articularse como un “trenecito” que conformaba las columnas que quedarían plasmadas en el papel.

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Christophe Plantin y Jan Moretus levantaron una de las editoriales más prestigiosas de todos los tiempos, y su sede –superviviente en solitario de la época del Renacimiento y el Barroco– es el único museo del mundo declarado por la Unesco patrimonio de la humanidad.

La gran librería en el interior del museo de Plantin-Moretus

La gran librería en el interior del Museo de Plantin-Moretus

Latinista CC BY-SA

En la visita a la casa, que es como un juego del escondite por su gran cantidad de pasillos que conectan salas inverosímiles a diferentes niveles, no solo hay libros e imprentas. También se exhiben cartas, globos terráqueos y algunos grabados sensacionales como el que reproduce el mapa de Bélgica basándose en la silueta de un león.

Para los amantes de las tipografías y las artes gráficas, la tienda adosada es un sueño: hay docenas de objetos que se pueden comprar inspirados o relacionados con la forma de las letras, el oficio de imprimir y fabricar libros.

Una de las salas de edición del museo Plantin-Moretus

Una de las salas de edición del Museo Plantin-Moretus

Esther Westerveld CC BY

También hay cuadros de Rubens –claro–, amigo de Plantin, que adquirió algunas de las pinturas y muchas otras las recibió como obsequio personal del genio. Tras tanto abigarramiento y olor a cera para muebles, tinta y ácaros, la salida a sus jardines es una bocanada de aire fresco para completar la visita.

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