La de color fucsia y largos estambres amarillos es la camelia favorita de la avispa velutina, que, tras la hibernación, ambienta con su zumbido estos arbustos rebosantes de flores que dan color al gris final de invierno gallego. Marcel Proust solía llevar una en la solapa y Coco Chanel la convirtió en emblema de su firma. Esta ancestral flor, utilizada para el té en el sudeste asiático, llegó a Galicia en 1860 por vía portuguesa, pero estaba en Inglaterra desde 1739, cuando a Lord Robert Petre se le ocurrió cultivarla en su finca de Essex.
Aunque en todo gallego con jardín hay un aficionado al cultivo de la camelia, su ascendencia noble la ha convertido en la estrella de los parques, jardines de pazos y casas grandes con aspiraciones, hasta el punto de que, como las avispas, es posible recorrer Galicia de camelia en camelia de norte a sur.
La ascendencia de esta flor la ha convertido en estrella de los jardines
Muchas niñas hemos descubierto a Rosalía de Castro junto a las camelias del jardín de su casa-museo en Padrón, igual que ocurre con el de Pardo Bazán en Meirás. Esa estela de artistas es el sello de muchos de estos espacios, como sucede con el pazo Quiñones de León, parque público en el corazón de Vigo; los jardines de Lourizán, pegados a la maloliente celulosa de Pontevedra; Pegullal o Soutomaior, donde vivió la intelectual feminista María Vinyals; o el impresionante pazo de Mariñan, residencia literaria cuyo jardín junto a la ría corrobora la hipótesis de este reportaje: los nobles del pasado eran expertos en bienestar.
Para comprobarlo, vamos a Quinteiro da Cruz, una casona cuyo vino fue servido en la boda de los reyes de España. Cuenta con un jardín botánico impresionante, de cuyas nueve hectáreas, tres se dedican al cultivo de unas mil variedades de camelia. Pedro Piñeiro ha logrado crear en él fascinantes híbridos, contando, además, con ejemplares únicos de la especie como la atípica camelia amarilla.

Para las reinas de la avispa asiática, el néctar de las camelias es un manjar. Existe un plan de la Xunta que enseña a utilizarlas como trampa para esta variedad de insecto
Paseando por este precioso lugar, entre el murmullo de las fuentes, nos encontramos con un rincón de la escritora brasileña Nélida Piñón, la mesa donde Cunqueiro y Castroviejo tomaban vino y pinchos de chorizo, o los caminos por los que paseaba a grandes zancadas el Nobel Camilo José Cela. Por un instante, pensamos que el sol que se cuela entre las glicinias es el mismo que los iluminó, y da vértigo.
Hay mucho de negocio en la conversión de esta simple flor en reclamo a través de la Ruta da Camelia, no solo por las visitas a los jardines, sino también por la elaboración de productos que aprovechan las cualidades del aceite extraído de la flor. El cultivo de camelias sinensis ha supuesto la inmersión de Galicia en la fabricación de tés ecológicos propios, como Orballo y TéAreeiro.

Bajo esta cúpula vegetal, franqueada por orquídeas, se inspiraron escritores como Nélida Piñón, Camilo José Cela o Álvaro Cunqueiro
Además, no hay pazo donde no podamos adquirir jabones, lociones o incluso orfebrería inspirada en la camelia. Es, en realidad, otra forma de invitarnos a consumir: una mucho más respetuosa con la naturaleza.
Lo saben bien en el pazo de Rubianes, indudable integrante del top three de los pazos con jardín. Allí se produce uno de los mejores albariños, reconocible por el original collar de sus botellas: la foto de una camelia del jardín. Su magnífico sabor permanece en mi paladar desde que conversamos con Guillermo Hermo, director.
El ‘top three’ de la ruta son los pazos de Rubianes, Oca y Santa Cruz de Rivadulla
“Este es el vino que conquistó a Stephen Hawkins en su visita a Galicia”, nos dice casi sonrojado. Explica, con el cariño de su implicación, que el fallecido Gonzalo Ozores de Urcola, señor de la Casa de Rubianes y Marqués de Aranda, asumió en los noventa que, por mucho romanticismo que nos empeñemos en atribuir a la nobleza rural, el mantenimiento de su mansión del siglo XV tendría que pasar por convertirla en un espacio de producción agraria.
“Las primeras camelias de la Ría de Arousa están aquí y son de 1804”, nos cuenta Guillermo; desde entonces, la colección no ha dejado de crecer, junto con el resto del jardín, con sus fuentes con nenúfares, bojes centenarios, una capilla que nos ha dejado boquiabiertas, y los primeros eucaliptos de Galicia.

Pazo de Rubianes ha unido las uvas de su explotación vitivinícola con las camelias del su jardín señorial para crear un espacio donde se conjuga gastronomía e historia
Los otros dos pazos de ese triunvirato de la camelia son Oca y Santa Cruz de Rivadulla. El primero está en A Estrada y lo apodan con justicia el Versalles gallego, es un monumento del siglo XVIII perteneciente a la Casa de Medinaceli.
El pazo de Santa Cruz, propiedad de los Mondragón desde el XVI, cobijó a Jovellanos un tiempo, y ha sido, tras la cárcel, residencia del general golpista del 23F Alfonso Armada, Marqués de Santa Cruz, apasionado de las camelias y promotor de la proyección pública de este precioso pazo.

Jardines como pazo de Rubianes usan estas flores incluso en líneas de cosmética
“Los jardines pueden cambiarte la vida”, nos comenta en cuanto nos presentamos Silvia Rodríguez Coladas. Ella dio un vuelco a la suya gracias a La Saleta, un jardín escondido que demuestra que no todos estos espacios son inmensas fincas para el solaz de nobles con miriñaques, cuyos diámetros requieren muchos metros cuadrados.
Acabo de descubrir que hay camelias del tamaño de las piedras de mi anillo y también que existen remansos de sombra donde no se siente la lluvia. Capilla y palomar incluidos, en La Saleta no se pierde la conciencia de que se trata del hogar de artistas que han convertido el jardín en inspiración.

Silvia Rodríguez Coladas, autora de 'En la penumbra de un jardín extraño', es la dueña y el alma de La Saleta, cuyo jardín le ha servido como punto de inflexión e inspiración literaria
Sus primeros propietarios fueron Robert y Margaret Gimson, una pareja británica que, en los setenta, se enamoraron de Galicia hasta el punto de comprar una enorme propiedad de viñedos y encargar a la paisajista Brenda Colvin el diseño de un jardín cuya tercera parte es hoy La Saleta.
Los jardines pueden cambiarte la vida”
“El jardín me salvó”, añade Silvia mirándose las manos castigadas por la última poda. En su libro En la penumbra de un jardín extraño (Belagua, 2025), cuenta esa historia de salvación que podría ser la de quienes, tras la pandemia, hemos descubierto la autenticidad que nos brinda la naturaleza, con sus ritmos propios y su tendencia al silencio. He aquí el bienestar, o por qué no, el placer.
La Ruta de la Camelia es, en fin, mucho más que una forma de visitar Galicia. Significa huir del turismo de usar y tirar, al tiempo que el recorrido por estas viviendas permite entender el misterioso vínculo de los gallegos con la tierra.
Ruta de las Camelias
*A veinte minutos de A Coruña, está el pazo de Mariñan, cuyo impresionante jardín se asoma a la Ría de Betanzos. Ese paisaje le confiere un toque especial que inspira a los artistas becados para residir en el pazo.
*Santiago puede ser punto de partida para visitar Oca y Santa Cruz, pero su Alameda guarda una colección de camelias que le ha valido su inclusión en la Ruta da Camelia. Están a tiro de piedra de la famosa vista sobre la catedral.
*La casa-museo Rosalía de Castro, en Padrón, es un valioso lugar para entender a la gran escritora y para disfrutar de su jardín, donde una puede encontrarse un concierto al atardecer. Aquí escribió En las orillas del Sar.
*En el corazón de la ciudad de Vigo, hay dos parques públicos incluidos en la Ruta da Camelia: O Castro, cuyas vistas a la ría quitan la respiración, y el jardín del Pazo Quiñones de León, museo de arte de la ciudad.