El eco turismo es cada vez más sonado dentro de los planes y escapadas de fin de semana. Aunque, como todo, si a este le añadimos espíritu local e historia, el resultado es aún más agradable.
Las bordas son construcciones típicas del Pirineo que utilizaban los pastores de antaño. Esta clase de edificaciones siguen perteneciendo al corazón de sus herederos, como el de Sebastià Feliu. El joven de 23 años se dedica a restaurarlas para promover el turismo respetuoso en la zona. Un proyecto que empezó con 17 años y que ensalza la tradición de su familia.
Hoy habla con La Vanguardia para explicar cómo es el proceso de restauración de estas construcciones con más de 400 años de historia.
Un turismo distinto
Dar una segunda vida
¿Cómo surgió el proyecto?
Principalmente, surgió por una necesidad personal. Tenía 17 años y empecé a estudiar en Barcelona. El alquiler aquí es caro y tenía que costearme el piso, la carrera y las prácticas de laboratorio. Pensé que tendría que trabar sí o sí y busqué alternativas.
Decidí enfocar mis esfuerzos en reformar una cabaña que había construido mi abuelo hace muchos años para alquilarla. Poco a poco, fue evolucionando de una simple cabaña a un proyecto con visión y propósito.

Sebastià Feliu, reformador de cabañas
¿De qué tipo de cabañas hablamos?
Son bordas. Son típicas de la región del Pirineo y son construcciones antiguas que utilizaban los pastores para dormir, guardar herramientas rudimentarias y llevar el ganado en primavera. Muchas están abandonadas porque ya no tienen utilidad práctica y se están perdiendo, así que la mayoría están en ruinas. Con este modelo, la idea es darles una segunda vida, una nueva oportunidad.
¿De qué región hablamos exactamente?
Esto está en el valle del pueblo de Alins, en el rincón que hace frontera con Francia y Andorra. Aunque, realmente, estas edificaciones son típicas de casi todo el Pirineo, en cualquier lugar donde hubiera ganadería, existen estas cabañas de pastores.
¿Cuál es el objetivo?
Buscamos poner en valor algo que ya está allí, manteniendo su esencia, e intentando respetar su tradición por encima de todo. Sería muy diferente si uno llega a un lugar histórico, lo destruye y construye algo nuevo. Cada borda es distinta, especial, y se debe preservar su esencia.
La de mi abuelo, por ejemplo, es de las más recientes, pero muchas tienen 300 o 400 años. Por allí han pasado generaciones: abuelos, bisabuelos… Mi padre me contaba que de pequeño subía allí, se hacía patatas fritas y pasaba días, a veces semanas, con el ganado. Me daría pena que alguien convirtiera eso en un hotel, por ejemplo. Se trata de mantener un equilibrio entre ambas partes.
¿Cómo conseguiste las tres bordas?
Me han venido de familia: la de mi abuelo y otra más. La tercera sí la tuve que comprar. Hay otros propietarios, pero la mayoría son reacios a vender por el apego emocional. Aún queda una generación, como la de mi padre, que las recuerda en uso. Es un tema complicado, pero a largo plazo creo que se acabará haciendo algo para que no se pierdan.

Sebastià Feliu, reformador de cabañas del Pirineo
¿Cuál es la parte más complicada de transformar una borda de 400 años?
Aunque sean antiguas, se construyeron sin cemento, usando excrementos de vaca mezclados con tierra y paja, creando una masa que daba forma a muros muy anchos y estables. Si no han tenido goteras o se han ido reparando, pueden durar otros 400 años. El problema es que, al quedar en desuso, nadie revisa su estado. Si el tejado falla, lo demás se viene abajo.
En cuanto a interiores, también hemos intentado mantenerlo todo casi idéntico. Entras y te sorprendes: hay muebles, luz, agua... En la planta baja, conservamos los antiguos bebedores de las vacas. En la parte superior estaba el pastor, que aprovechaba el calor corporal de los animales como calefacción. Eso también lo mantenemos. Solo hemos añadido electricidad y agua corriente, aunque en invierno no siempre está disponible, ya que estamos en medio de la montaña.
¿Qué tipo de turismo quieres promover?
Viene gente de todo tipo. Muchos, por ejemplo, es su primer contacto con la montaña. Intentamos concienciar antes de que lleguen. Algunos son expertos, otros todo lo contrario. Lo bonito es ver ese primer contacto. Es una experiencia difícil de encontrar: estar solo en mitad de la montaña.
Más allá de preservar el patrimonio y la historia del valle, queremos ofrecer una alternativa a la vida acelerada de la ciudad. Sin estímulos constantes ni pantallas. Al llegar allí, el estrés se reduce al mínimo. Ves las montañas, estar solo en la naturaleza, te hace sentir pequeño.

Sebastià Feliu, reformador de cabañas del Pirineo
¿Cómo ha sido la difusión del proyecto?
Al principio, muy boca a boca. La gente que ha venido ha quedado muy satisfecha, incluso con recuerdos que les durarán toda la vida. Eso se comparte con amigos y la bola crece.
¿Has considerado plataformas como online para difundirlas?
Sí, pero prefiero evitarlas. Son muy genéricas y este sitio no es para todo el mundo. Hay servicios básicos: luz, agua, cobertura o wifi vía satélite. Prefiero una divulgación enfocada a un público específico. Al final, es un proyecto muy personal. Cederlo es compartir algo propio, hecho con tus manos. Por eso es importante que quien venga sepa adónde y por qué va.
A nivel cultural, es también una oportunidad para el ayuntamiento y los vecinos. Una forma de ser innovadores desde lo rural, posicionar Alins en el mapa —un lugar que probablemente nadie conozca—, y que esto beneficie a todos. Recuperar edificios históricos construidos por nuestros antepasados y poner en valor lo que ya teníamos.