Arenys de Mar presume de ser una villa con fuerte personalidad. Sus raíces se hunden en un robusto tejido asociativo, las fiestas patronales de Sant Zenon, el arte del encaje de bolillos y una larga tradición marinera. Situado unos cuarenta kilómetros al norte de Barcelona, el municipio cuenta con uno de los puertos pesqueros y deportivos más importantes de Catalunya.
Pero, además, los arenyenses poseen su propio universo literario. El Macondo catalán de un autor contemplado en dos ocasiones para el Nobel de Literatura: Salvador Espriu. Cuarenta años después de su muerte, el 22 de febrero de 1985, los escenarios de su Sinera –Arenys al revés– son todavía identificables. Un breve recorrido por el pueblo nos conducirá desde la infancia hasta la tumba del gran poeta, dramaturgo y novelista.
Calle a calle, verso a verso
La ruta empieza por la calle del Bisbe Català –pasado el Ayuntamiento, Riera arriba, a mano derecha–: el número 27 es la casa de veraneo de Espriu, la arcadia de su niñez. El patio se recuerda en un su obra como “el jardí dels cinc arbres” (el jardín de los cinco arboles), un espacio para la meditación y el sosiego (“vaig triar les paraules més senzilles, per dir-me com passaven levíssims els ors de sol damunt l’heura del jardí dels cinc arbres”, El jardí dels cinc arbres).
Esta casa fue construida por un pariente lejano del autor: el obispo de Barcelona y Cádiz Jaume Català, quien da nombre a la calle. El edificio contiguo, el número 25, es Can Rogés. Aquí vivió Juanito, amigo del poeta que sería inmortalizado como Eleuteri, un personaje irónico, estoico y solitario. Todavía en la misma calle, el número 16 corresponde a Can Draper, donde las hermanas Mercedes y Lluïsa Draper recibían a menudo a Espriu. Y el número 14 lo habitaba mossèn Josep Palomer, que fue un asiduo a las tertulias del escritor.

La Riera, eje de la vida económica y social del municipio
Además, al fondo de la calle se divisa otro punto clave de la cartografía espriuana: el turó del Mal Temps, terreno de juego y de gratos recuerdos (“Era una cursa a l'aire lliure, sense fi ni objecte, sols pel plaer de sentir com la pròpia joventut vencia amb seguretat tots els obstacles. Pujaven per un camí de cabres, aspre, al Mal Temps”, Laia). Antes de regresar a la Riera, podemos torcer por la calle del Turó, que da a la parte trasera de la casa de veraneo.
La Riera, eje de la vida social y económica de Arenys, aparece en la literatura de Espriu como marco tanto de acontecimientos festivos como de trágicas riadas que arrasaban con todo a su paso. El escritor alimentó su fantasía en el cine y teatro de de la Sala Mercè (sita antiguamente en los números 54-56), fundada por su padre y su tía, Francisco y Josepa Espriu.
En la iglesia de Santa Maria, los arenyenses rogaban para alejar tormentas y riadas
El siguiente punto de referencia es la iglesia de Santa Maria, donde los arenyenses rogaban para alejar justamente tormentas y riadas. En el retablo mayor, una obra cumbre del barroco catalán, encontraremos la figura de Sant Zenon, patrón local y a su vez figura emblemática de Sinera (“Arriba el raïm tendre portat per dits benèvols del sant mártir de plata”, Cementiri de Sinera, VII). En cuanto al campanario, Espriu lo convirtió en la atalaya desde donde la muerte le llamaba.
Frente a la iglesia, las escaleras que conectan la placita con la Riera inspiraron el cuento Tereseta-que-baixava-les-escales. Con cada escalón, se rememoraba una etapa de la vida de la protagonista: desde su niñez hasta su muerte.
Subiendo por la calle de l’Església, en el número 43, hallaremos el Museu Marès de la Punta. Su colección da un amplio repaso a la historia del encaje de bolillos y las encajeras, que también forman parte del imaginario espriuano. Luego, tomando la calle Frederic Marès, daremos con la sede del Cor Social l’Esperança. Se trata de una entidad cultural con más de un siglo y medio de historia –y Creu de Sant Jordi en 2013–, donde el poeta imaginó el coro de la corte real de Persia.

La iglesia, donde Espriu imaginó a la muerte en una atalaya
El itinerario prosigue por la calle de la Torre hasta arriba, torciendo a mano derecha por la calle Hosptial y cogiendo enseguida un pequeño desvío a la izquierda. Así se llega al edificio Xifré, legado del indiano más prominente del municipio y el catalán más rico de su época: Josep Xifré i Casas. A mediados del siglo XIX hizo levantar esta espléndida construcción, un hospital concebido según los estándares higienistas europeos. Después de pasar por múltiples usos –escuela de monjas, instituto, sede de los juzgados...– hoy acoge dependencias municipales.
Xifré fue un ilustre no solo de Arenys, sino de Catalunya –era común la expresión “ser més ric que en Xifré” (ser más rico que Xifré)– y también de la Sinera de Espriu. Otro indiano que dejó huella es Antoni Torrent. El asilo que lleva su apellido, junto al eficio Xifré, se integró asimismo en el universo del poeta (“Sortien a passeig, sota l’ombra / –que mai no ha de deixar-los– de l’asil. / Les fulles seques colguen els peus aturats / al fang de l’atzucac de l’últim temps”, Vells asilats de Sinera). Cabe decir que tanto Xifré como Torrent con hoy figuras discutidas en tanto que fundaron sus fortunas en el esclavismo.

En el cementerio de Arenys de Mar reposan los restos del poeta y de sus familiares
Deshaciendo el camino por el Rial de sa Clavella, paralelo a la calle de la Torre, llegamos a la plaza dels Cinc Cantons. Se trata de otro enclave de los años mozos del poeta y por ende de su mundo literario. Aquí descubrió un conjunto de personajes singulares –saltimbanquis, titiriteros, ciegos cantadores, gitanos con osos y cabras bailarinas…– que luego tuvieron su réplica en la ficción. Es el caso del grotesco oso Nicolau o del Altísim, un invidente de talante frío y solemne. De hecho, los individuos extraños o que viven al margen de la sociedad son característicos de Sinera. Ahí están, por ejemplo, los traperos Quel y Quela o la enana llamada la Triquis.
El paseo llega a su fin. Ya solo queda bajar por la calle Antoni Torrent, que desemboca en la calle Andreu Gurí, torcer a la dereche y tomar el camino de la Pietat, que asciende hasta el cementerio. Desde su altura, la vista abarca el mar y los límites amplios de Sinera: las colinas de Montalt y la torre dels Encantats.
El cementerio cuenta con hermosas esculturas de Josep Llimona, Frederic Marès y Venanci Vilamitjana, y panteones de arquitectos de la talla de Enric Sagnier. El espacio se organitza en tres sectores de carácter marcadamente distinto, dado que corresponden a tres fases de construcción, entre mediados del siglo XIX e inicios del XX. Es al final del segundo rellano, a la izquierda, donde encontraremos el nicho de Salvador Espriu. Número 381.
Como él mismo, escribió: “Aquí reposen els meus, / el pare, l’avi, el besavi, / i tots els noms que foren / la meva sang i el meu somni. / Sota el lent marbre dormen / la culpa, la glòria, l’oblit” (Cementiri de Sinera, Poema I).
Biblioteca básica 'Sineriana'
Cementiri de Sinera (1946): Libro fundacional del mito.
Primera història d’Esther (1948): Obra teatral que traslada el texto bíblico al universo de Sinera.
Les cançons d’Ariadna (1949): Sus poemas entremezclan la mitología clásica de Egipto, Grecia y la Biblia con la del mundo íntimo de Sinera.
Les hores (1952), Mrs. Death (1952), El caminant i el mur (1954) y Final del laberint (1955): Cuatro libros que conforman un ciclo lírico alrededor de la muerte y el sentido de la existencia.
Llibre de Sinera (1963): Sus versos reflexionan sobre el paso de tiempo, la memoria y la identidad.