A veces, de las cosas más feas surgen las más bellas. Un claro ejemplo de ello son las catedrales del vino, las bodegas modernistas construidas principalmente en Catalunya a principios del siglo XX. Su origen y proliferación se deben a algo minúsculo y feo: la daktulosphaira vitifoliae. Tal vez este nombre no os suene, pero si digo que es el nombre científico de la temida filoxera, ya sabemos de qué estamos hablando.
La filoxera es un insecto minúsculo que llegó de polizón en alguno de los muchos cargamentos que a finales del siglo XIX arribaban a Europa procedentes de Estados Unidos. A su llegada devastó los viñedos de Europa y en 1879 cruzó la frontera española, entrando por el Alt Empordà. Arrasó casi toda la producción de la vid en diferentes zonas vinícolas del país y se cebó especialmente en Catalunya, donde destruyó por completo regiones vitivinícolas como el Bages, que había vivido su fiebre del oro enológico hasta 1890.
A principios del siglo XX se crearon cooperativas vitivinícolas que compartían recursos, infraestructuras y beneficios
Pero volvamos a lo bello, las bodegas modernistas. ¿Qué relación tienen los feos parásitos con estas obras de arte? Pues bien, una vez aniquilado casi todo el viñedo, los campesinos no tenían suficientes recursos para volver a prosperar. Fue así como durante las primeras décadas del siglo XX se crearon cooperativas vitivinícolas, es decir, agrupaciones de pequeños productores que compartían recursos, infraestructuras y beneficios. Muchas de ellas estaban impulsadas por la Mancomunitat de Catalunya y permitieron unir esfuerzos y modernizar la producción del vino.
Unas construcciones innovadoras
Uno de los avances fue, precisamente, la construcción de bodegas cooperativas, bautizadas como catedrales del vino por el dramaturgo Àngel Guimerà. Estos edificios se levantaron entre 1910 y 1920 en diferentes zonas vinícolas de Catalunya. Se trata de amplias construcciones de una gran belleza que a su vez buscaban la funcionalidad que los viticultores necesitaban para producir grandes cantidades de vino.

La Cooperativa de Gandesa es considerada hoy como una de las Catedrales del vino
El apogeo de estas catedrales fue entre 1918 y 1930. Además de su tamaño, destacan por su estilo modernista y el uso de ladrillo visto, la cerámica vidriada y los elementos decorativos que las embellecen. Influenciadas por el modernismo de la época, se hicieron adaptaciones para el medio rural y sobre todo para que las construcciones fueran funcionales. En este sentido, se instalaron por primera vez arcos parabólicos que permitían grandes espacios sin columnas. Los interiores diáfanos propiciaron que toda la nave se pudiera ventilar correctamente, y se consiguió que la iluminación fuera natural. Todos estos avances modernizaron el proceso de elaboración y mejoraron la fermentación del vino.
Cèsar Martinell, el padre de las catedrales
Aunque algunos arquitectos diseñaron catedrales del vino, fue casi de manera testimonial. Con más de 40 bodegas a sus espaldas, Cèsar Martinell (Valls, 24 de diciembre de 1888 - Barcelona, 19 de noviembre de 1973) fue a las catedrales del vino lo que Rafa Nadal a Roland Garros. Tuvo profesores ilustres como Domènech i Montaner y fue parte del círculo de discípulos de Gaudí desde 1915 hasta la muerte del genio, en 1926. Con esas credenciales, no es de extrañar que algunas de sus catedrales no tengan nada que envidiar a los templos tradicionales.
Martinell revolucionó, literalmente, la arquitectura rural catalana. Gracias a sus conocimientos en diferentes áreas, combinó con éxito la eficiencia técnica de los edificios, la sensibilidad territorial (usando materiales de la zona, por ejemplo) y la funcionalidad que se exigía a estos nuevos equipamientos. Además del caparazón de estas estructuras, innovó con la organización interna de las bodegas, facilitando el trabajo a los operarios, incorporando una distribución secuencial del proceso, ubicando tinas en nuevos espacios o creando accesos amplios y simétricos que facilitaban la carga y descarga de grandes carros. Todo ello sin dejar de lado la estética, como se puede apreciar.
Ruta de las catedrales del vino
La mayoría de las catedrales del vino están en Catalunya, principalmente, en Tarragona. Esto facilita mucho organizar una ruta para visitar algunas de ellas el mismo día o, por qué no, dedicar un fin de semana, si uno es muy fan de este tipo de construcciones. ¿Cuáles se deberían priorizar? Bueno, eso ya va a gustos, pero las de este listado son de las imprescindibles.

Cellers Domenys. Bodega modernista de Rocafort de Queralt (1918), obra del arquitecto Cèsar Martinell, discípulo de Antoni Gaudí
Para empezar, la del Pinell de Brai (Terra Alta), por su impresionante friso de cerámica de más e 40 metros, obra de Xavier Nogués. Muy cerca, a apenas diez quilómetros, está la de Gandesa. La particularidad de esta catedral es que sigue operativa, es visitable con audioguía y en la tienda se pueden realizar catas de vino y comprar a buen precio. En Nulles (Alt Camp) hay una espectacular que parece realmente una catedral gótica. Actualmente está gestionada por la empresa Adernats y ofrecen visita con cata de vinos.
Si nos desplazamos hasta Rocafort de Queralt (comarca de la Conca de Barberà), encontraremos la primera catedral del vino de Martinell. Aquí todavía elaboran vinos y cavas y próximamente será renovada para ofrecer visitas enoturísticas y acoger eventos. Y para los que viven en el área metropolitana de Barcelona, la más cercana es la de Sant Cugat del Vallès. Todas ellas, como habréis imaginado, salieron de la mente y el lápiz de Cèsar Martinell.

Construcciones que fueron una innovación en su momento, con espacios diáfanos fruto de los arcos parabólicos
¿Catedrales del vino fuera de Catalunya?
Como ya hemos comentado, Catalunya y Cèsar Martinell tienen el monopolio de este tipo de construcciones, pero eso no quita que fuera de tierras catalanas haya algunas obras dignas de visita. Por ejemplo, en Jerez de la Frontera se encuentra ‘La Mezquita’, de Bodegas Fundador. A pesar de no ser modernista, este impresionante templo del brandy y vino tiene más de mil columnas y alberga cerca de 30.000 botas. Un espacio espectacular que se puede visitar mientras se degustan vinos y brandis.
En La Bañeza (León) se conservan numerosas bodegas tradicionales que bien podrían definirse como catedrales subterráneas. Fueron excavadas entre los siglos XV y XVIII para aprovechar las condiciones de temperatura y humedad constante que ofrece el subsuelo. Aunque muchas están en desuso, algunas las están recuperando y se pueden visitar. Es el caso de bodega Baltasar Otero (o ‘Cueva Doña Rosa’), en la localidad de San Adrián del Valle. Excavada en 1918, está considerada la bodega subterránea más grande de España.

El hotel de la bodega Marqués de Riscal es un diseño del arquitecto canadiense Frank Gehry, autor también del Museo Guggenheim de Bilbao
Terminamos este viaje en Elciego (Álava), donde se alza una auténtica catedral moderna, que no modernista: la sede de Marqués de Riscal. Este edificio, que ya es un icono de la arquitectura vinícola, es obra del prestigioso arquitecto Frank Gehry, quien se sacó de la chistera unas láminas sinuosas de color rosa, oro y plata que armonizan con los viñedos colindantes. Además de su espectacular fachada, el complejo alberga un hotel de lujo, un spa en el que ofrecen vinoterapia y dos restaurantes de alta gama.
Comer en una 'catedral'
En el interior de la sala Les olives de la bodega modernista de Pinell de Brai, donde había un antiguo molino de aceite, se encuentra el restaurante La Catedral del vi. Dirigido por el chef Fran López, que cuenta con una estrella Michelin en su haber, este restaurante es una perfecta opción para aquellos que quieran combinar el placer del buen comer mientras saborean con los ojos los arcos parabólicos y bóvedas que sustentan el edificio.