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Tetuán, aires mediterráneos en la ciudad marroquí que es la hija de Granada

Escapada

Blanca como los pueblos que descansan al otro lado del estrecho y con alma hispanomorisca, esta villa asentada a los pies del Rif se mantiene como si nada hubiera cambiado de la ciudad española que fue

Tetúan es conocida como la Paloma Blanca

Getty Images

Lleva en su corazón africano el recuerdo de un pasado muy próximo con el que tendió lazos para siempre con el continente europeo. Tetuán, la ciudad del norte de Marruecos que tiene el Mediterráneo en el horizonte y las montañas del Rif como telón de fondo, guarda tantos vínculos al otro lado del estrecho que hasta podría decirse que goza de un alma híbrida, de un carácter hispanomorisco que la hace única e irrepetible.

Conocida con el sobrenombre de La Paloma Blanca por la resplandeciente albura de sus murallas, sus casas y sus monumentos, Tetuán fue la capital del protectorado español entre 1912 y 1956. De ahí le viene la arquitectura colonial que domina la parte nueva, erigida en la primera mitad del siglo XX. Pero ya antes había recibido los peculiares influjos de Al Ándalus, cuando, tras la caída del reino de Granada, allá por el siglo XV, los musulmanes y judeo-sefardíes tuvieron que exiliarse de la Península. Por eso se dice, y con mucha razón, que esta villa marroquí es hija de la ciudad nazarí.

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Hoy Tetuán se mueve entre la huella andalusí y el exotismo bereber, entre el legado hispano y la raíz oriental. Con esta simbiosis se ha moldeado una urbe que en nada se parece a ninguna otra del país. Porque si el aire de las calles remite a la esencia andaluza (Granada, pero a veces Córdoba e incluso Sevilla), enseguida asaltan los aromas a especias y cuero curtido, la imagen de un hombre en chilaba sorbiendo té con hierbabuena, el canto ronco del muecín convocando a la plegaria.

El viejo latido

Hay que comenzar por la blanca y arrebujada medina, declarada patrimonio de la humanidad. Por las murallas almenadas que la circundan y las siete puertas que la protegen. Por el laberinto de callejuelas donde perviven oficios tan ancestrales como la marquetería, la confección en seda o el esculpido de yeso, desarrollados en talleres que mantienen sus puertas abiertas para ver cómo se da forma a la cerámica o se colorea la madera o se graban y repujan los metales.

Una mujer camina por el zoco de Tetuán

Alexey Pevnev

Como los de otras muchas ciudades, este zoco gigantesco está jerarquizado en productos, desde carne, pescado y fruta hasta alfombras y telares, pasando por rarezas tan insólitas como animales vivos y televisores rotos o por el fascinante apartado de pócimas y bebedizos. Y aunque nada tiene precio fijo y el regateo es la moneda común, aquí la tranquilidad impera sobre el acoso al comprador.

La medina esconde en su trazado enmarañado unas 35 mezquitas, entre las que destacan la Gran Mezquita y la mezquita Saïda, que no permiten entrar a los no musulmanes. Menos oculto está el palacio Real, que fue la residencia del sultán que estaba bajo el protectorado español, y que domina la plaza de Hassan II que da paso a la parte nueva. En sus alrededores hay pequeños cafés, ideales para observar el trasiego de la gente bajo el viejo latido de la ciudad.

Ciudad de cultura

Entre las construcciones del barrio del Ensanche de Tetuán sobresale la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias

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Pero es en el Ensanche donde encontramos la indisimulada herencia española. Los edificios coloniales, las anchas avenidas, los elementos modernistas que hasta traen reminiscencias a Gaudí. También una iglesia católica, la de Nuestra Señora de las Victorias, un teatro español y el Instituto Cervantes en un majestuoso chaflán.

Es momento de visitar lugares tan emblemáticos como Cafés Carrión. Es la más antigua fábrica de café torrefacto de Marruecos, o el Instituto Nacional de Bellas Artes, fundado en 1945 por el pintor español Mariano Bertuchi para formar a los artistas con un enfoque de libertad creativa. O la interesante Escuela de Artes y Oficios, frente a la puerta de Bab Al Okla, que vela por la supervivencia de los oficios artesanales y es, además, el gran referente cultural de la ciudad con una programación que incluye conciertos, conferencias y exposiciones de arte, fotografía y numismática.

La Costa Azul marroquí

Devorado el asfalto, hay que empaparse de mar. Porque es esta otra de las grandes bazas de Tetuán: a pocos kilómetros se encuentran las últimas franjas del Mediterráneo libres del desarrollismo feroz. Playas largas de arena dorada, que exhiben una milagrosa virginidad. Lo llaman Tamuda Bay y es algo así como la Costa Azul de Marruecos: una elegante bahía tan sólo ribeteada por sofisticados hoteles de lujo.

Fnideq, antigua Castillejos, en Tamuda Bay

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Ninguno como Royal Mansour Tamuda Bay, la más reciente joya de la colección (después de Marrakech y Casablanca), abierto hace apenas un año. Un exquisito complejo a pie de playa, compuesto por refinadas villas en tonos arena que se integran en el entorno natural. Traspasar el majestuoso umbral de su vestíbulo es sumergirse en el exotismo oriental, donde el confort contemporáneo se aúna con la tradición marroquí. 

En el interior, azulejos de zellige, mosaicos de mármol, suelos de parquet y techos con marquetería encierran una oda a la artesanía local. En el exterior, el paisajismo de Luis Vallejo destaca la naturaleza de la región con guiños a Andalucía.

Es por ello por lo que este hotel conecta con el espíritu de Tetuán con el sello de distinción propio de la firma. Porque, si no se tiene la suerte de ocupar las villas Royal, Princely y Seafront (con piscina privada y mayordomo exclusivo) siempre se podrá disfrutar del Médi-Spa de 4.300 m2, con un programa de longevidad que fusiona la medicina de vanguardia con tradiciones holísticas ancestrales. 

Villas de color arena del Royal Mansour Tamuda Bay

Royal Mansour

O maravillarse con el auténtico paraíso que supone su apartado culinario: nada menos que cuatro restaurantes excepcionales con tres chefs galardonados con estrellas Michelin. Entre ellos, Quique DacostaQué mejor ocasión que disfrutarlos frente al Mediterráneo marroquí.