Los peregrinos que ya han recorrido alguna de las rutas jacobeas caen en su hechizo y sólo anhelan regresar. Y son muchos los que no las han transitado y las consideran una asignatura pendiente; una aventura que hay que vivir al menos una vez en la vida.
Desde la edad media, el camino de Santiago, declarado por la Unesco patrimonio de la humanidad, ha sido una de las vías de comunicación más importantes de Europa. Se transformó en un eje comercial imprescindible y en un canal de difusión de conocimiento. Por los caminos se introdujeron elementos que, con el tiempo, transformarían la vida social, económica y cultural e impulsaron el nacimiento de ciudades y villas y la construcción de edificios civiles y religiosos.
Los más de mil kilómetros de la Vía de la Plata que unen Sevilla con Santiago se cubren en 38 etapas
Hoy son caminos universales que recorren miles de personas procedentes de rincones de todo el mundo. Desde monarcas, como los Reyes Católicos o Felipe VI; papas, como Juan Pablo II; escritores, como Paulo Coelho, Vargas Llosa o Kim Nam Hee, responsable del boom experimentado en Corea del Sur; aristócratas; deportistas, y artistas.
Una de las rutas menos conocidas y más espectaculares es la Vía de la Plata, que une Sevilla con Santiago de Compostela. Son más de mil kilómetros que se cubren en 38 etapas.
La Vía de la Plata en su tramo gallego
La sencilla flecha de color amarillo ideada por el sacerdote Elías Valiña se ha convertido en un símbolo universal.
La Compostela se alcanza tras haber recorrido un mínimo de 100 kilómetros a pie o a caballo y 200 en bicicleta. Por este motivo, nuestro objetivo será cubrir la Vía de la Plata en su tramo gallego para realizar los kilómetros requeridos y lograr la credencial de peregrino.
El trayecto discurre por colinas de brezo y granito y se sumerge en un patrimonio natural y etnográfico de excepción. La riqueza de la provincia de Ourense, la comarca del Deza y el cauce del río Ulla la han convertido en un mito desde el principio de los tiempos.
Una sencilla flecha de color amarillo ideada por el sacerdote Elías Valiña, pintada en calzadas, casas, muros o árboles, se ha convertido en un símbolo universal. Igual suerte ha tenido la vieira, que guía al peregrino desde A Gudiña hasta los pies del Santo, en la icónica plaza del Obradoiro.
A Gudiña, Verín y Xinzo de Limia
De A Gudiña, territorio de tejados de pizarra y aire húmedo, el camino transita por el valle del Támega para entrar en la poco poblada Verín y su aroma a agua caliente y a uva madura. La villa respira a ritmo de balneario a los pies del castillo de Monterrei, la magnífica fortaleza que corona la colina, donde en sus laderas, el viñedo de la DO Monterrei dibuja un mosaico verde.
El hospital de peregrinos de Monterrei atendía a todos los caminantes que llegaban de la meseta
En Monterrei hay que pasear por su casco urbano, escuchar sus historias de frontera y subir a su fortaleza y a su triple muralla, que son magnificas. El castillo, hoy parador, transporta al medievo con su gran torre del homenaje y su singular torre de las Damas. La fortaleza de Monterrei fue refugio de Pedro I El Cruel y punto de encuentro del cardenal Cisneros y Felipe El Hermoso. Y, casi a sus pies, destaca el hospital de Peregrinos que atendía a todos los que llegaban de la meseta.
La ruta sigue hacia el norte y alcanza Xinzo de Limia, que es sinónimo de Entroido, uno de los carnavales más importantes de Galicia, cuyas máscaras, ritmos y leyendas transforman la localidad en un escenario coral. Por ello, es imprescindible visitar el Museo do Entroido.
Allariz y Santa Mariña de Aguas Santas
El casco antiguo de Allariz está cuajado de edificios históricos
Allariz es una villa de cuento de hadas fundada por los visigodos. Su papel histórico arranca en el siglo XII, cuando su castillo era residencia de familias reales de la monarquía galaico-leonesa. Alfonso X, que aquí se educó, concedió importantes prerrogativas a Allariz así que llegó a ser llamada Llave del Reino de Galicia. Es conjunto histórico artístico y posee uno de los cascos antiguos más bellos de la Península, además de un magnífico barrio judío.
La localidad está cuajada de edificios llenos de historia, de hermosas alamedas y de paseos fluviales. Presume con toda razón del puente de Vilanova, que en otros tiempos fue defendido por los caballeros de San Juan de Jerusalén.
Más que interesantes son el convento de las clarisas; La Panera, que ya en el siglo XV concedía créditos agrícolas; la iglesia de Santiago, y las curtidurías y los molinos hidráulicos, que le dan un increíble sabor medieval. Los sábados es imprescindible su mercado ecológico, todo un lujo para el paladar, la vista y el olfato. Y dicen que, en la desconocida Allariz, Arzak compra la exquisita carne de buey que sirve en sus platos.
Muy cerca de Allariz se esconde una joya misteriosa e imprescindible, Santa Mariña de Aguas Santas, una iglesia del siglo XII que hechiza con su singular cementerio y su fuente de los milagros. Desde allí hay que descender por un agradable paseo por el bosque hasta llegar a las ruinas de la basílica de la Ascensión. Al parecer, esta misteriosa edificación empezó a ser construida por los templarios para proteger su cripta, a la que se desciende por unas escaleras casi ocultas. Bajo la basílica inacabada de finales del siglo XIII o del XIV, la cripta conserva su bóveda de ojiva, sus pilares, laudas sepulcrales medievales y canales labrados en la roca, una pila y un altar.
A poca distancia, encontramos el castro de Armeá, un poblado galaico-romano que probablemente fue habitado hasta el siglo IV.
Castro de Armeá, un tesoro gallego
Ourense
La Vía de la Plata cruza Ourense, donde aún brillan las aquae aurente, las arenas auríferas del río Miño que encandilaron a los romanos. Hoy no hay oro, pero sí unas aguas muy valiosas, las termales. La ciudad tal vez sea la gran desconocida de Galicia porque no tiene mar, pero a cambio, ofrece estas singulares y exclusivas aguas, casi únicas en el mundo.
Romanos son los cimientos de la Ponte Vella y los restos arqueológicos hallados en las fuentes termales de As Burgas, que manan vaporosas en pleno centro de la población. Ourense es la ciudad de los puentes con ocho viaductos que cruzan el Miño. Por antigüedad, fama y rareza, son el punto de partida más apetecible para visitar la ciudad con un casco histórico de 300 metros de diámetro que parece pensado para no cansarse. Resulta increíble descubrir, en una plaza ajardinada junto a la Rúa do Progreso, el humeante fontanal del siglo XIX de As Burgas de Abaixo, donde las aguas fluoradas, y carbonatadas emanan a 67 grados, con un caudal de 300 litros por minuto. Aquí acuden los vecinos para beneficiarse de sus aguas, porque dicen que son mano de santo para las heridas y afecciones de la piel.
En la parte alta de la misma plaza, está la Burga de Arriba, una gran piscina exterior y sauna. Aquí, en plena vía pública, los orensanos se bañan durante todo el año, un lujo extraordinario que pocas ciudades del mundo ofrecen.
Cerca de As Burgas se encuentra la plaza Mayor, el corazón de Ourense, rodeada de bellos soportales y edificios majestuosos como el Ayuntamiento y el antiguo palacio episcopal. El recinto ha visto miles de mercados, motines, ejecuciones, lecturas de bandos y constituciones, bailes, e incluso corridas de toros, pese a que su suelo inclinado de granito no se presta a muchas florituras.
Para llegar a la catedral actual hay que cruzar las plazas de la Magdalena y del Trigo. La primera fue un cementerio y en la segunda, antaño mercado de grano, están las hidalgas casas porticadas y la puerta sur de la catedral.
La piscina termal urbana de Ourense se inspira en las termas romanas
Lo primero que se descubre al entrar en la catedral es la capilla del Santísimo Cristo y los sepulcros de nobles prelados como el del Obispo Desconocido, del siglo XIV. El retablo de la capilla mayor y el cimborrio octogonal, ambos del siglo XVI, así como el Pórtico del Paraíso, esculpido en el siglo XIII, son muy interesantes. En la Claustra Nova, un claustro gótico del siglo XIII, se halla el museo catedralicio que contiene un ajedrez del siglo X y un misal auriense de 1494 que, según dicen, es el primer libro impreso en Galicia.
También es imprescindible recorrer la ruta termal por la orilla del Miño. Aquí se suceden las pozas y termas de Chavasqueira, Muiño das Veigas, Outariz y Burgas de Canedo, y las fuentes de Tinteiro y de Reza.
Cea y el monasterio de Oseira
Otro tesoro de la Vía de la Plata es el monasterio de Oseira, que se alza en la localidad de San Cristóbal de Cea. Es un impresionante monasterio que, con ocho siglos de historia, además es hospedería. Su existencia se conoce desde 1137 y su iglesia abacial fue construida entre 1200 y 1239. Es una de las obras maestras de la arquitectura cisterciense en España, donde su sala capitular, conocida como sala de las Palmeras, es del siglo XV. Y en su antiguo refectorio está el Museo da Pedra que guarda una colección de lápidas, capiteles y columnas excepcional.
En Leiro, a algo más de 30 kilómetros de Ourense, se encuentra el monasterio de San Clodio
A algo más de 30 kilómetros de Ourense no hay que dejar de ir a Leiro, donde se encuentra el increíble monasterio de San Clodio. Aunque la leyenda sitúa su origen en el siglo VI, fue fundado en el 928 como monasterio mixto. Con la desamortización, los monjes fueron desalojados y el cenobio ocupado por un cuartel, pero a finales del mismo siglo se pudo recuperar su función religiosa. Hoy es un increíble hotel por donde hay que recorrer su enorme huerto, sus claustros y su iglesia.
Pontevedra y sus pazos
Ya en Pontevedra, la Vía de la Plata entra en el concello de Lalín, la capital de la comarca del Deza y un importante núcleo empresarial del interior de Galicia.
Lalín esconde pazos señoriales que antaño habitaron grandes linajes y personajes ilustres. Uno de ellos es el pazo de Liñares, al que Emilia Pardo Bazán llamó el palacio del Recuerdo. Es bien de interés cultural, y hoy acoge novedosas exposiciones y multitud de actividades culturales. Siguiendo el Camino, en A Laxe se encuentra el señorial pazo de Bendoiro, reconvertido en un lujoso pero asequible alojamiento. Y sin duda, Lalín también es conocido por su increíble cocido, un verdadero emblema. La localidad celebra, el primer domingo de febrero, la Festa do Cocido, declarada de interés turístico internacional.
El pazo de Liñare se se levanta entre prados y castaños
Y al norte de Pontevedra, cerca de Silleda, la comarca del Deza esconde uno de los monasterios más antiguos del mundo, San Lorenzo de Carboeiro, del siglo X, que se alza en un pequeño meandro del Deza. Posee, casi al ras del río, una sensacional cripta y una iglesia relacionada, por su belleza y perfección, con templos del Cister. Al parecer, el maestro Mateo, director de las reformas de la catedral de Santiago en el XII, pudo ser el responsable de este proyecto.
El monte Sacro... y Santiago
Antes de finalizar el periplo, el recorrido asciende al pico Sacro, un guía en la distancia para los peregrinos, ya que su aislada cima se divisa desde 30 kilómetros a la redonda. Muchos lo suben para otear las torres de la catedral y otros, por la magia que desprende. Y es que, históricamente, la cima del monte Sacro ha sido un lugar de vigilancia desde donde se divisaban varias vías de comunicación que unían el interior con la capital y con la costa. Lo cierto es que la historia del pico y, sobre todo, de la cueva de cuarzo que recorre el monte están rodeados de magia y de un halo seductor.
El monte Sacro es mirador desde el que se vislumbran las torres de la catedral a lo lejos
Los escasos 20 últimos kilómetros hasta Santiago de Compostela, ciudad que en el medievo llegó a ser el tercer destino de peregrinaje cristiano tras Jerusalén y Roma, están llenos de emoción; posiblemente la misma que embargaba a los peregrinos de antaño al llegar a la plaza del Obradoiro. El recinto, repleto de edificios históricos, es tan magnífico y armónico, que lo convierten en una de las plazas más bellas del mundo. Casi todas las calles de la urbe conducen al Obradoiro, aunque una de las más atractivas es la rúa de San Francisco, en la que encontramos el convento de San Francisco de Asís, fundado en el siglo XIII, y el Museo de la Tierra Santa. Ya en la plaza, la fachada de la catedral hechiza.
Delante del templo, se alza el pazo de Raxoi, sede actual de la Xunta y del Ayuntamiento, y, a la derecha, discreto pero hermoso, se erige el Colegio de San Xerome, fundado en el siglo XVI para estudiantes de artes pobres. Frente a este, sigue en pie el hospital de los Reyes Católicos, construido para atender a los peregrinos enfermos, que es hoy un parador nacional. Pasear por su interior es una auténtica delicia.
La recomendación
Durante el recorrido, la meteorología cambia con rapidez, por lo que el chubasquero y las capas ligeras de ropa son los aliados perfectos.
Dónde dormir
Pazo de Bendoiro (Lalín). Es una joya del siglo XVIII en un enclave privilegiado. Cuidadosamente restaurado, sus muros de piedra, sus jardines y sus salones de época destilan el espíritu de la nobleza gallega.
Monasterio de San Clodio (Ourense). Hoy es un delicioso hotel cuyos claustros, iglesia y huerto requieren una visita.
Hotel Carris (Ourense). Céntrico, silencioso y moderno.
Dónde comer
La gastronomía gallega sobresale por su calidad. En Verín, el protagonista es el vino de la D.O. Monterrei, que acompaña a platos de ternera y, en otoño, la castaña es la reina. Xinzo presume de la patata de A Limia, con indicación geográfica protegida. En Allariz, las tabernas del casco histórico sirven empanadas, pulpo a feira y carnes a la brasa. Y en Ourense hay que degustar el pulpo á feira, rociado con aceite de oliva, sal gorda y pimentón.
ALLARIZ
A Fábrica de Vilanova. Terraza con encanto, tapas de alta cocina y bacalao.
Portovello. Es una antigua fábrica de curtido asomada al Arnoia que sirve excelentes merluzas y bacalao.
OURENSE
A Taberna. Ofrece una de las mejores cocinas de mercado de toda Galicia.
LALÍN
Cabanas. Su especialidad es el pulpo a la brasa con espuma de patata.
SANTIAGO DE COMPOSTELA
A Barrola. Sobresale el caldo gallego y el pulpo.
Mercado de Abastos. Funciona desde 1873. Entre puestos de pescados, carnes y verduras, se esconden bares y pequeños locales donde disfrutar del producto en su estado más puro.


