Alba Ciordia, experta en bienestar animal: “Todavía no somos del todo conscientes del poder que tiene un vínculo sano con un animal, no solo a nivel emocional, también hormonal; puede aumentar nuestros niveles de oxitocina y reducir el cortisol”

Sociedad

Con más de 200.000 seguidores en Instagram, esta creadora digital especializada en cuidado de animales y convivencia con los perros acaba de publicar 'Algo más que compañía', un testimonio sobre el papel que su perra ha tenido en su proceso de sanación

Alba Ciordia, experta en bienestar animal, con su golden retriever, Claire

Alba Ciordia, experta en bienestar animal, con su golden retriever, Claire

“Claire fue y sigue siendo mi mayor maestra”, dice Alba Ciordia. Lo expresa de forma contundente, clara, sin matices: no duda cuando reivindica lo importante que su perra es para ella y lo crucial que fue su llegada para sanar los baches de su alma. Llevan juntas desde 2016 y desde entonces han formado un equipo indisociable con el que Alba se ha enfrentado a sus miedos y traumas, a alegrías y retos. También a la llegada de la enfermedad de Claire y a la adaptación a una nueva normalidad que ha transformado a esta experta en educación canina en la emisora de los cuidados que ella ha recibido incondicionalmente.

Es por eso que, junto a su golden retriever, empezó a hacer contenido en redes sociales para concienciar sobre el poder sanador de los perros y difundir un vínculo que a ella le ha salvado la vida, y fundó The Doog Life, la primer marca española de productos ecológicos para perros. Hoy en día, Alba tiene una comunidad de casi 220.000 seguidores en Instagram, donde comparte y difunde contenido relacionado con incorporar a nuestras mascotas en todos los planes de la vida. Y hace unos meses, además, adoptó a Briana, un cachorro de terapia golden para acompañar a Claire y mejorar su bienestar.

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El devenir de Alba Ciordia cambió de forma abrupta tras morir su madre, cuando solo tenía 7 años. “Perder a mi madre cuando era una niña marcó un antes y un después en mi vida; a partir de ese momento aprendí a ver el mundo desde una perspectiva diferente, a construir mecanismos de defensa para sobrevivir y a encontrar refugios donde nadie los veía”, explica en Algo más que compañía (Roca Editorial), un libro en el que vuelca su proceso de sanación a través de los perros y, especialmente, de Claire.

Perder a una madre a una edad tan temprana es muy duro. ¿Cómo recuerdas esa época?

La recuerdo como una etapa de vacío absoluto. Una niña tan pequeña no tiene herramientas para entender lo que está pasando, así que lo único que queda es una sensación de pérdida enorme, de desconcierto. En mi caso, me limité a sobrevivir. A tirar hacia delante como pude. Silencié muchas emociones, y durante mucho tiempo no hablé de ello. Era como si lo hubiera metido todo en una cajita que decidí no abrir.

Tu manera de estar en el mundo debió de cambiar mucho...

Me convertí en una niña mucho más seria de lo que era antes de lo ocurrido. Sentía que no podía molestar, que tenía que ser fuerte. Así que puse toda mi energía en el estudio, porque era el único terreno en el que podía tener cierta sensación de control. Pero por dentro había mucha tristeza, mucha confusión. Me costaba conectar con otras personas de manera profunda, y con el tiempo entendí que era una forma de protegerme. Tras muchos años de terapia y trabajo de crecimiento personal, además de mis formaciones en Coaching, fui poniendo todo en su lugar y aprendiendo a ver los aprendizajes que esa etapa me había traído para conectar con quien de verdad quería ser ahora.

Con Dori sentí que alguien estaba ahí solo para mí; cada vez que conectaba con un perro, algo en mí sanaba

Alba Ciordia

Y también porque llegó Dori, una perra cocker spaniel. 

Dori fue como una grieta en esa coraza que me había creado. Fue la primera vez que sentí que alguien estaba ahí solo para mí, sin exigencias. Su amor era simple, incondicional. Y aunque estuvo muy poco tiempo conmigo, dejó una huella profunda. Plantó una semilla que, años más tarde, Claire vendría a regar.

¿Entonces ya supiste que te dedicarías en cuerpo y alma a los perros?

Más que un momento concreto, fue un proceso. Pero sí hubo una sensación muy clara: cada vez que conectaba con un perro, algo en mí sanaba. Sentía paz, propósito. Y cuando llegó Claire, todo cobró sentido. Su llegada fue el principio de una transformación personal y también profesional.

Ya la has nombrado un par de veces, así que hablemos de Claire.

Es mi maestra, mi espejo, mi compañera de vida. Claire ha estado a mi lado en los momentos más duros, y sin pedirme nada, me ha dado todo. A través de ella he aprendido a mirar hacia dentro, a reconciliarme conmigo misma. No es solo una perra: es parte de mí.

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¿Qué tienen los perros que no has encontrado en otros vínculos o relaciones?

Tienen una forma de mirar que atraviesa. No juzgan, no exigen, no esperan nada a cambio. Solo están. Y eso, en un mundo en el que muchas veces sentimos que tenemos que “ganarnos” el amor y la aprobación, es una medicina brutal. Me han enseñado a quererme más y a estar más presente.

¿Esa ha sido la enseñanza más poderosa que te ha enseñado esa convivencia?

Ha sido aprender a escuchar de verdad. No solo con los oídos, sino con el cuerpo, la intuición, el corazón. Claire me ha enseñado que muchas veces no hacen falta palabras para comprendernos. Que el silencio también habla. Y que, si estás presente, puedes notar hasta lo que no se dice y percibir las señales que te manda la vida.

A Claire le diagnosticaron síndrome del ojo seco, una enfermedad autoinmune, e hipotiroidismo. ¿Cómo lo recibiste?

Fue un mazazo. Al principio no quería aceptarlo, me resistía. Luché con uñas y dientes y nos recorrimos media España de veterinario en veterinario, hasta que entendí que su caso era especial, y que si los tratamientos convencionales no funcionaban, no quería decir que estaba todo perdido. Pero poco a poco entendí que cuidar de ella también era una oportunidad de sanación. Acompañarla en su proceso me enseñó muchísimo sobre el amor verdadero y sobre cómo cuidarnos mutuamente.

De algún modo, se intercambiaron los papeles: te tocaba a ti cuidar de ella.

Nuestro vínculo se transformó aún más. Cuidar de un ser completamente dependiente que necesita gotas en los ojos cada 15 minutos te coloca en una posición muy vulnerable, pero también tremendamente humana. Aprendí a sostener sin controlar, a estar sin prisa, a priorizar el presente por encima de cualquier expectativa. Y, sobre todo, aprendí lo que significa el amor incondicional desde la entrega absoluta. Claire me enseñó que, en el acto de cuidar, también me estaba sanando a mí.

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La enfermedad de Claire fue un mazazo, no quería aceptarlo, hasta que entendí que cuidar de ella también era una oportunidad de sanación

Alba Ciordia

¿Cuál fue el momento más duro?

Hubo varios, pero quizá el más duro fue cuando los tratamientos no funcionaban y la incertidumbre se volvía insoportable. Sentía una impotencia enorme, pero también una responsabilidad profunda. Fue ahí cuando entendí que, aunque no podía curarla, sí podía acompañarla con presencia y amor.

¿Piensas en su futuro, en cuando ya no esté?

Sí, lo pienso. Y no desde el miedo, sino desde la conciencia de lo valioso que es el tiempo juntas. Me estoy preparando para ese momento desde el amor. Y también sé que, cuando llegue, todo lo vivido permanecerá. Claire ya es parte de mi historia, de quién soy.

De hecho, has fundado The Doog Life, un proyecto pionero.

Cuando empezaron sus enfermedades crónicas, me vi en la necesidad —y también en el deseo— de entender cómo podía ayudarla de una forma más respetuosa y natural. Empecé a formarme en nutrición, aromaterapia para animales y terapias con perros, no solo por ella, sino porque sentía que había algo más grande que debía hacer. Así nació The Doog Life, como respuesta a ese vacío que encontré en el mercado en cuanto a oferta de productos ecológicos y como una forma de compartir todo lo que estábamos aprendiendo juntas. 

Me sorprendió la cantidad de información contradictoria y lo difícil que era encontrar recursos fiables y respetuosos para perros

Alba Ciordia

¿Qué detectaste cuando te introdujiste en este mundillo?

Me sorprendió la cantidad de información contradictoria y lo difícil que era encontrar recursos fiables y respetuosos. Por eso quise aportar mi granito de arena, divulgando desde una mirada consciente, integradora y natural. La acogida ha sido preciosa. Lo que empezó como un proyecto muy personal, hoy es una comunidad enorme de personas que comparten una visión del bienestar animal basada en el respeto, apostando por los ingredientes naturales y ecológicos. Me emociona pensar en todo lo que hemos construido y en la infinidad de perros a los que hemos ayudado gracias al enfoque natural de los productos.

Tu comunidad digital ha crecido muchísimo, en Instagram superas los 200.000 seguidores. ¿Qué ha resonado tanto en la gente?

Creo que la autenticidad. Nunca he intentado ser otra persona ni mostrar una vida perfecta. Lo que comparto es real, viene del corazón. Y creo que eso conecta. También la forma de tratar a los perros como parte de la familia, como seres con emociones y necesidades reales.

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¿El vínculo entre los humanos y los animales sigue estando subestimado en el ámbito de la salud mental?

Muchísimo. Todavía no somos del todo conscientes del poder real que tiene un vínculo sano con un animal. No solo a nivel emocional, sino también hormonal y fisiológico. Hay estudios que demuestran que acariciar a un perro o simplemente compartir tiempo con él puede aumentar nuestros niveles de oxitocina —la llamada hormona del amor— y reducir significativamente el cortisol, que es la hormona del estrés. Y si algo define a nuestra sociedad actual es precisamente eso: el estrés crónico, que termina desencadenando muchos otros problemas de salud. Los perros no solo nos acompañan: nos enseñan a estar presentes, a frenar, a observar y a conectar con lo esencial. Hay una sabiduría inmensa en ellos que, si aprendemos a escucharla, puede ayudarnos profundamente en nuestros propios procesos de sanación.

Si alguien está atravesando una pérdida profunda o se siente perdido, ¿qué le dirías?

Que no está solo. Que el dolor forma parte del camino, pero que no es el final del trayecto. Que se permita sentir, sin juicio. Y que se agarre a lo que le dé sentido, por pequeño que sea. En mi caso, fueron los perros. En el tuyo puede ser otra cosa. Pero siempre hay algo —o alguien— que nos recuerda que todavía estamos a tiempo y que podemos transformar el dolor en luz.

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