Alba Fernández, educadora canina: “Humanizo al perro cuando me lame y pienso que me está dando besitos”
Bienestar animal
Entender al animal desde su naturaleza real, y no desde nuestras emociones, es el primer paso para una convivencia respetuosa
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Fernández reivindica una educación respetuosa que entienda el lenguaje del perro sin humanizar sus gestos ni sus hábitos
“¿Qué es humanizar a un perro?” La pregunta la lanza Alba Fernández, educadora canina de Olfateando el mundo, durante su intervención en el pódcast Branni Pets. Y la respuesta no va sobre caricias ni camas compartidas, sino sobre algo más sutil y, a menudo, más confuso: cómo interpretamos lo que hace el animal desde nuestra mirada humana, olvidando lo que realmente significa para él.
“Nunca hay demasiado amor, nunca hay demasiado apego”, comienza diciendo Alba, desmontando la idea de que el exceso de afecto hacia un perro es, por sí solo, una forma de humanización. Para ella, dormir con el perro o permitirle subirse al sofá no es el problema: “Lo hemos decidido en mi familia y está bien”. El verdadero conflicto aparece cuando nuestras emociones invalidan sus conductas naturales.
Besos que no son besos
Lamer no siempre es cariño: puede ser estrés, calma o petición
Una de las frases más repetidas por quienes conviven con perros es la de “me está dando besitos” cuando el animal lame. Pero, como advierte la experta, eso no es más que una proyección humana.
“Lo humanizo cuando me está lamiendo y pienso que me está dando besitos, y no me está comunicando algo de perro”, explica con claridad.
El lamido, en el lenguaje canino, puede tener múltiples significados: desde una demanda de atención hasta una muestra de sumisión o una forma de calmarse. Interpretarlo solo como una señal de afecto humano es perder de vista el verdadero mensaje que el animal está intentando transmitir.
Otro ejemplo claro de humanización, según Alba, tiene que ver con las conductas naturales que solemos juzgar desde nuestro prisma. “Lo humanizo cuando vamos al campo, tengo un perro de caza, se revuelca en una rata muerta putrefacta y digo que es un guarro”, comenta.
Lo mismo ocurre con la coprofagia —el hábito de comer heces—, una conducta que muchos perros realizan por instinto, por falta de nutrientes o incluso por simple curiosidad. Sin embargo, lo primero que solemos hacer es reaccionar desde el asco o el juicio moral: “Se come caca de otros perros y no entiendo por qué lo está haciendo”.
Y es ahí donde, según la educadora, empezamos a fallarles: “Y no dejo que mi perro sea perro. Eso es humanizarle”.
Perros son perros, no personas pequeñas
Educar con respeto es entender al perro como perro, no como persona
Para Fernández, el respeto hacia el perro no pasa por tratarlo como un humano, sino precisamente por lo contrario: por reconocer su naturaleza canina. Eso implica entender sus códigos, permitir sus expresiones instintivas y acompañarlo desde el conocimiento, no desde la etiqueta.
En un momento en el que la convivencia con animales se ha transformado —más afectiva, más integrada, más emocional—, la educadora lanza un recordatorio sencillo y potente: “El problema no es quererles mucho. Es no escucharles bien”.