La relación entre un perro y su veterinario es, en muchos casos, de amor-odio. Lo justo sería decir que el amor viene de parte del profesional… y el odio, del animal que lo asocia a pinchazos, baños forzados o termómetros en sitios poco agradables. Pero lo que Laura, del centro médico veterinario Laumar, vivió hace unos días en Quilpué (Chile) llevó esta dinámica al siguiente nivel.
Un reencuentro en la calle que terminó en fuga
El perro no dudó en dar media vuelta al reconocer a su veterinaria en plena calle
En un vídeo publicado en sus redes, titulado “Ser veterinaria y encontrarte a uno de tus pacientes en la calle”, Laura muestra cómo uno de sus perritos pacientes, al verla a lo lejos, decide actuar como si estuviera en plena operación de fuga: se para, la mira, y se da la vuelta a la velocidad de la luz, con el rabito entre las patas. Todo, perfectamente sincronizado con la canción “Un velero llamado libertad” de José Luis Perales, como si el propio perro estuviese cantando eso de “y se marchó…”.
El vídeo, que rápidamente fue compartido por la cuenta de ‘Cabronazi’, venía acompañado de un pie de foto que recogía lo que, seguramente, pasaba por la mente del perro: “El perro: ¿en serio? Lo tuyo ya es acoso”.
Las redes no tardaron en sumarse a la broma. “Cómo cuando te encuentras con tu nutricionista en el Burger King”, comentaba un usuario. Otro compartía una anécdota similar: “Se dan cuenta de todo. Un día vi un perro tan feliz de paseo, hasta que llegó a la puerta del veterinario… y se le borró la sonrisa. No quería entrar ni a rastras”.
El vídeo también ha reavivado el eterno debate sobre la memoria de los perros y su capacidad para reconocer a personas y lugares asociados a experiencias poco agradables. “El veterinario de mi perro era calvo. Un odio profundo hacia todos los calvos tenía”, añadía otro comentario, sacando una carcajada generalizada.
En este caso, la protagonista es Laura, que lejos de tomarse a mal la reacción de su paciente, se lo ha tomado con humor y ternura. Porque si algo tienen los veterinarios, además de vocación, es paciencia infinita… incluso cuando sus pacientes huyen como si les persiguiera la Seguridad Social.
Y mientras el vídeo sigue sumando visualizaciones, queda claro que hay reencuentros inesperados que nadie quiere tener. Ni siquiera los perros.