No lleva bata blanca, pero Marina Vall-llosada podría diagnosticar al vuelo la situación de cualquier gato de calle. Economista y abogada especializada en derecho animal y sociedad, su historia con el mundo felino comenzó el día que Cel, una gata carey, saltó dentro de su coche. “No lo supe entonces, pero ahí empezó todo”, cuenta. Desde entonces, no ha parado de luchar por una gestión digna y ética de las colonias felinas, por la visibilización de quienes las cuidan —en su mayoría mujeres— y por una política pública que deje de ignorar esta red silenciosa que sostiene vidas invisibles.
Ahora, la Generalitat la ha incorporado al equipo que está redactando un nuevo protocolo marco para la gestión de colonias felinas. De este modo, Vall-llosada participa activamente en la redacción del nuevo protocolo autonómico que busca dignificar la gestión felina en Catalunya. Un texto que, por primera vez, se construye con participación conjunta de juristas, voluntariado, técnicos municipales, veterinarios y entidades de base como Mishilovers, que han presentado un modelo avanzado y adecuado al trabajo de campo y de gestión.
Entre los puntos clave que plantea este nuevo enfoque destacan la creación de una red coordinada de cuidadoras acreditadas, herramientas digitales para censar y mapear las colonias, un fondo de emergencia veterinaria, protocolos de captura ética, refugios urbanos autorizados, y un plan de mediación para resolver conflictos vecinales antes de que estallen.
“El protocolo no debe ser un documento simbólico, sino una herramienta viva que proteja tanto a los gatos como a quienes los cuidan”, explica Vall-llosada. El reto no es menor: transformar la sensibilidad social en política pública efectiva. Porque los gatos callejeros no pueden votar, pero sí merecen vivir dignamente con nuestra ayuda. Hablamos con ella sobre gatos, leyes, precariedad institucional y futuro.
La empatía no debería entender de especies
¿Quién es Marina Vall-llosada y por qué defiende a los animales como si fueran personas?
Soy economista y abogada especializada en derecho animal. Defiendo a todos los animales porque creo que merecen respeto y la posibilidad de vivir según las necesidades de su especie. La empatía no debería entender de especies.
¿Cuándo decidió que el derecho era su vocación para proteger a quienes no pueden hablar?
Todo empezó en 2010, aún estudiando derecho, cuando Cel —una gata callejera— apareció en mi coche. Cuidarla fue el principio de una vocación que unió mi formación jurídica con una necesidad vital: proteger a los animales sin voz.
¿Qué es una colonia felina?
Es un grupo de gatos callejeros que viven libres en un espacio concreto —un solar, un patio, un barrio— sin propietario, pero ahora sí con una figura legal responsable. No son creadas por quienes los cuidan, sino por décadas de abandono y falta de esterilización. Hace miles de años que conviven con el humano, como muchas otras especies que se están extinguiendo sin más motivo que la urbanización humana. Debemos proteger la vida de estos seres libres.
¿Por qué son tan invisibles tanto estos animales como las personas que los cuidan?
Porque viven fuera del sistema, sin reconocimiento social ni institucional. Todo está pensado para perros, pero los gatos han sido los grandes olvidados hasta ahora. La sociedad ignora el trabajo de cuidados no remunerado, y la administración suele mirar hacia otro lado. Pero sin ellas —las gestoras de colonias— el sistema colapsa.
La sociedad ignora el trabajo de cuidados no remunerado, y la administración suele mirar hacia otro lado; sin las gestoras de colonias, el sistema colapsa
¿Qué está fallando en la gestión actual de las colonias?
Falta compromiso político, coordinación municipal, recursos y educación ciudadana. Muchos ayuntamientos incumplen la ley, alegando falta de medios. Además, la desinformación genera conflictos vecinales y deja la carga sobre cuidadoras exhaustas. Necesitamos mucha educación y empatía para entender que nuestro mundo está interrelacionado, que somos interdependientes los unos de los otros, que tenemos que ayudar y en ningún caso maltratar…. Necesitamos más amor bondadoso, más compasión, menos ira y menos ego.
¿Qué claves debe tener una buena gestión felina?
Legalidad, coordinación, respeto, mediación y sensibilización. No es solo alimentar, es un proceso ético y técnico: censar, esterilizar, retornar, hacer seguimiento y mediar en conflictos.

Desde 2023, los ayuntamientos están obligados a actuar, incluir mediación y formar a quienes cuidan de los gatos callejeros.
¿Qué responde a quienes dicen que los gatos no deberían estar en la calle?
Que el problema no es el gato, sino cómo lo gestionamos. Siempre han vivido allí, generaciones anteriores a la nuestra los han amado y cuidado. No hablo de 100 años atrás, hablo del inicio de la vida, miles de años que crearon a este ser maravilloso junto a todos los que ocupan nuestro planeta tierra. Los gatos en la calle sufren y pueden afectar al entorno. Por eso es vital una gestión ética: esterilización, zonas seguras y supervisión. No se trata de “dejarlos”, sino de protegerlos.
¿Hay conflicto entre bienestar animal y convivencia vecinal? ¿Cómo se resuelve?
Sí, pero el origen es la mala gestión pública. Desde 2023, los ayuntamientos están obligados a actuar, incluir mediación y formar a quienes cuidan. Con voluntad, los conflictos se transforman en acuerdos. Hemos ayudado a muchos municipios a conseguir buenas relaciones no sólo con vecinos contrarios, si no también entre las propias gestoras de las colonias del territorio.
¿Por qué no basta con darles comida?
Porque eso no evita la reproducción ni garantiza bienestar. Sin planificación, la comida perpetúa el problema. Y los gatos no están ahí porque les damos comida, están ahí porque esa zona es su casa, su territorio, tiene sus feromonas, su huella, todo su mundo es su colonia y de allí no van a marcharse. Nacen y mueren en un mismo lugar. La ley 7/2023 exige gestión ética, no improvisada. Cuidar no es solo alimentar: es proteger, planificar y acompañar.
¿Qué derechos tienen hoy los gatos callejeros según la ley? ¿Y qué falta?
Por fin se les reconoce el derecho a vivir, a no ser maltratados y a ser gestionados éticamente. Pero estos derechos necesitan medios, seguimiento y responsabilidad política para cumplirse.
Los gatos no están en una zona porque les damos comida, sino porque es su casa y tiene sus feromonas, y de allí no van a marcharse
¿Qué opina del perfil de las gestoras voluntarias?
Son el pilar invisible. Mujeres, en su mayoría, que hacen de todo: alimentan, capturan, pagan veterinarios, median con vecinos. Lo hacen sin salario, formación ni protección legal. Sin ellas, no hay sistema. Hay que reconocerlas y cuidarlas. Por eso hay una ley que las ayuda para mejorar su protección para los gatos de calle que tanto amamos.
¿Qué ha aprendido de los gatos después de tantos años?
Paciencia, respeto, resiliencia. Me enseñan a valorar el silencio, la libertad acompañada, la confianza mutua. Son maestros de la convivencia y la calma. Energía positiva en estado puro.
¿Qué le diría a un político que no considera prioritario el bienestar animal?
Que proteger animales es una inversión ética, social y sanitaria. No es sentimentalismo: es salud pública, convivencia y ciudadanía. Y que, aunque los gatos no voten, sus cuidadores sí. También le recordaría que hay una ley que se debe cumplir obligatoriamente.
¿Qué le gustaría ver dentro de diez años en materia de bienestar felino?
Colonias esterilizadas, cuidadoras protegidas, gestión institucional seria y campañas educativas permanentes. Quiero una sociedad que respete a los gatos y a quienes los cuidan. Y leyes que no sean papel mojado.