Cuando hablamos de bienestar felino, hay un comportamiento que suele generar dudas y frustraciones en muchos hogares: el rascado. Ver a un gato afilarse las uñas en el sofá nuevo puede parecernos una travesura o un mal comportamiento, pero en realidad estamos ante una necesidad básica.
Rascar no es un simple capricho para los gatos, es una conducta natural, saludable y fundamental para su equilibrio físico y emocional. A través del rascado, los gatos marcan territorio de dos formas distintas: por un lado, dejan señales visuales con las marcas que hacen con sus uñas, y por otro, señales olfativas, ya que entre sus dedos tienen glándulas que liberan feromonas con información. Es su forma de decir “aquí estoy yo” y marcar territorio.
Historias animales
‘Peludos en la ciudad’
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Es por esto que, si queremos evitar que rasquen determinados muebles o tejidos, no basta con limpiar los rastros, hay que ofrecer alternativas atractivas y cubrir visualmente las marcas que haya dejado para que el gato no se sienta impulsado a seguir utilizando ese punto. “Siempre le regañaba cuando rascaba el brazo del sofá; me sentía mal porque sabía que no lo hacía por molestar, pero no sabía cómo pararlo”, me contaba hace poco una clienta.
Y es que regañar a un gato por rascar es como enfadarse con un perro por mover la cola. No solo no sirve de nada, sino que además genera miedo, confusión y deteriora el vínculo con él. El problema no está en que rasque, sino en que no tenga dónde hacerlo de forma apropiada.
Los gatos no rascan para fastidiarnos, ni por falta de educación: rascan porque lo necesitan
Las funciones del rascado van mucho más allá de “afilarse las uñas”. Cuando un gato rasca, está marcando su territorio. Al mismo tiempo, mantiene sus uñas sanas al desprenderse de las capas externas muertas y aprovecha para estirar todo su cuerpo. Este gesto también le permite liberar tensión y regular emociones como estrés o la frustración, y en muchos casos es simplemente una forma de expresar entusiasmo, bienestar o el deseo de interactuar. Es decir, no rascan para fastidiarnos, ni por falta de educación: rascan porque lo necesitan.
Una de las claves para redirigir esta conducta es ofrecer al gato rascadores que cumplan con ciertos requisitos importantes. Deben ser estables, de manera que no se muevan cuando el gato los utilice, y contar con una altura que le permitan estirarse por completo (si son verticales, lo ideal es que midan al menos 70 centímetros).
El material también influye, ya que texturas como el cartón, la cuerda de sisal o la moqueta suelen resultar especialmente atractivas. Además, es fundamental colocarlos en ubicaciones estratégicas, cerca de las zonas donde el gato ya ha rascado o junto a su cama, pues rascar justo después de despertarse es un comportamiento muy habitual. Además, para mantener su interés, lo mejor es ofrecer variedad, combinando rascadores verticales y horizontales.
“Compré uno precioso, pero lo puse en una esquina del pasillo y no le hizo ni caso. En cambio, en cuanto lo moví junto al sofá, se pasó a rascar ahí sin problema”, me explicó otra clienta, entre sorprendida y aliviada.
Si el rascador que tu gato utiliza ya está viejo o feo, no lo cambies de golpe; puede generarles estrés, inseguridad o problemas de comportamiento
Si el rascador que tu gato utiliza ya está viejo o feo, no lo cambies de golpe, puesto que el desgaste, el olor y las marcas son parte de lo que lo hace valioso para él. Si tienes que cambiarlo, introduce el nuevo de forma progresiva, colócalo al lado del antiguo y, solo cuando lleve un tiempo usándolo con normalidad, podrás deshacerte del viejo. Quitárselo de un día para otro, puede generar estrés, inseguridad o incluso problemas de comportamiento, ya que el rascador también es una herramienta para regularse emocionalmente.
Rascar no es un problema: es una necesidad básica que los gatos deben poder satisfacer a diario. En lugar de intentar eliminar el comportamiento, nuestra responsabilidad es entender por qué lo hacen y ofrecer alternativas que encajen con sus necesidades. Cuando un gato tiene un entorno adaptado y enriquecido, con superficies apropiadas para rascar, no solo deja de usar nuestros muebles, sino que también se siente más tranquilo, seguro y feliz.



