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Sandra Barneda, presentadora de 'La isla de las tentaciones': “En los momentos más duros de mi vida, mi perro Leo siempre ha estado ahí; tiene una forma única de devolverte al presente y recordarte lo esencial de la vida, algo difícil de explicar”

Familias famosas

Sandra confiesa lo que más le sorprende de Leo: “Cómo se comporta es lo que más me impacta”

La presentadora se planta ante quienes maltratan a los animales: “Las cosas más crueles son las que hace la gente que le hace daño a un animal. Es perverso”

Sandra Barneda

Gtres

En un país lejano, entre palmeras que susurraban guiones aún no escritos y mares que devolvían ecos de emociones grabadas, una mujer viajaba por trabajo... y, sin saberlo, por destino. Mientras Sandra Barneda rodaba un programa en República Dominicana, una amiga suya vivía otro tipo de aventura: el de una camada de cachorros recién nacidos. “Cuando vuelvas, eliges uno”, le prometió. Y Sandra volvió. Visitó a los cachorros varias veces y se fijó en uno muy, muy especial, distinto incluso. Como salido de un cómic, este maravilloso Jack Russell tenía dos manchitas oscuras, perfectamente redondeadas, una bajo cada ojo, con las que daba la sensación de llevar gafas. A los dos meses y medio, se fueron juntos a casa y ya no volvieron a separarse.

Sandra Barneda no necesita presentación, pero se la merece. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha conducido algunos de los programas más vistos de la televisión española: De buena ley, Gran Hermano VIP: El Debate, Un tiempo nuevo, La isla de las tentaciones y Supervivientes. Como escritora, ha tocado corazones con novelas como Reír al viento, La tierra de las mujeres o Un océano para llegar a ti, con la que quedó finalista del Premio Planeta 2020. También es una de las voces más firmes en cuestiones de identidad, emociones y libertad. De Sandra podríamos estar horas y horas hablando, pero hoy, y aquí, el protagonista es Leo.

Leo, Sandra,

¿Cómo estáis?

Pues muy bien. Muy felices de estar juntos los dos, ¿verdad, Leo? ¿Cómo estamos? Muy felices, ¿verdad, Leo? Él es ya adulto y va a cumplir cuatro años, en nada, el próximo 17 de junio. Pero estamos muy bien, muy bien. Yo creo que muy adaptados uno al otro.

Es imposible no sonreír al ver el enorme grado de complicidad que comparten cuando Sandra le hace estas preguntas a Leo mientras él la mira fijamente, levantando su carita hacia ella.

Sandra, sabemos que Leo llegó a tu vida en un momento complicado. ¿Cómo describirías ese primer encuentro? ¿Qué sentiste al verlo por primera vez?

Lo que sentí por Leo desde el primer momento fue un amor absoluto. Es muy cariñoso desde el principio, tierno y, además, un perro fácil. Aunque los Jack Russell suelen ser más nerviosos, enseguida noté en él una dulzura especial, una gran capacidad para adaptarse y una forma muy afectuosa de recibir a los demás. No es un perro temeroso, se siente cómodo con distintas personas y eso me sorprendió desde el inicio.

Sandra y Leo son inseparables

Sandra Barneda

En tu emotiva declaración en TikTok, mencionaste que Leo te ha aguantado “lloreras, risas, compañías que a lo mejor no te hacían mucha gracia”. ¿En qué momentos su presencia te ha reconfortado profundamente?

Creo que a Leo solo le falta hablar. Es un perro que me ha reconfortado en momentos difíciles, siempre presente, sin condiciones. Hay días en los que es él quien termina sacándome a pasear, incluso cuando no tengo ganas de salir por cualquier motivo. En esas noches en las que uno se siente completamente vacío, él aparece, se acerca y te busca. Tiene esa costumbre de apoyar la cabeza en tu pierna o en el brazo, algo que le encanta y que transmite una paz inmensa, como si al hacerlo liberara en ti una oleada de oxitocina. Es un apoyo constante, esté pasando lo que sea, estés con quien estés, haga frío, calor o tormenta, siempre está ahí. Además, observarlo me recuerda lo importante que es vivir el presente. Leo está en el ahora, y eso te lo transmite con solo mirarlo.

Es como un anclaje…

Es como un anclaje, como si ellos vivieran desde un lugar sin quejas, desde una simplicidad profunda que, curiosamente, es de lo más difícil de alcanzar. A veces uno tiene que pararse y pensar: ¿qué queremos realmente? Y, si lo que buscamos es sentirnos queridos y estar en paz, ellos ya lo saben. Leo solo necesita que lo quieras, que lo cuides, lo saques a pasear, lo bañes, lo cepilles, le des sus chuches, juegues un rato y le permitas descansar. A veces, cuando llego a casa después del programa, a las dos y media de la mañana, tarda un poco en aparecer, pero lo hace. Me hace mucha gracia porque llega medio dormido, apenas puede abrir los ojos, pero aparece. Le digo: “Estás sobado, tío, a un nivel…” y, aun así, viene. Puede tardar un minuto porque está en el sofá, pero mientras yo estoy dejando las cosas, él se acerca despacio, me mira, y ahí está. Esa es la compañía que muchas personas que no conviven con animales no llegan a comprender. El otro día, en el Retiro, conocí a un chico que me contaba que nunca había tenido un perro y que antes no entendía esa conexión. Incluso decía que juzgaba a quienes tenían mascotas, pensando que era una relación superficial. Pero ahora lo ve de otra forma. Me decía: “Llego a casa, lo achucho, lo acaricio, me besa... y es una de las cosas más bonitas de mi vida”. La relación con un animal va mucho más allá de lo que parece desde fuera.

Leo me conecta con mi niña interior, con esa ternura más pura

Sandra Barnedapresentadora

¿Qué significa para ti la frase “Has sido y eres mi gran compañero”?

Has sido, eres y seguirás siendo mi gran compañero. Leo tiene un tamaño perfecto para llevármelo a todas partes, lo que hace que podamos compartir muchos momentos. Desde que era pequeño, hemos vivido situaciones que nos han ayudado a conocernos mejor. Creo que es un perro muy sensible y, por ejemplo, en el coche lo pasa fatal, así que ha sido un proceso de adaptación. No le gusta nada viajar en coche, pero con el tiempo hemos ido entendiéndonos mutuamente. Él ha aprendido mis rutinas, lo que me gusta y lo que prefiero evitar, y yo también he aprendido a interpretar sus señales. Llegas a un punto —y esto te lo decía porque está a punto de cumplir cuatro años— en el que ya no hace falta hablar. Él ya sabe. Me alucina que detecte cuando nos vamos al campo, lo intuye sin que diga nada. Se pone nervioso porque le encanta y lo vive con una emoción increíble. Esa complicidad es difícil de explicar. Cuando tengo que salir de viaje por trabajo, lo echo mucho de menos, y cuesta poner en palabras el vínculo tan profundo que tenemos. Además, creo que compartimos valores, por raro que suene. Es muy sociable, siempre quiere caricias de todo el mundo, y yo le llamo “chaquetero” por eso, porque se deja querer por cualquiera. No le gusta el conflicto, es un perro honesto, con un carácter muy afable y una forma de estar que transmite algo muy bonito.

Sandra ama con locura a Leo

Sandra Barneda

¿Por qué el nombre de Leo?

El nombre de Leo lo elegí porque las dos manchas que tiene, una sobre cada ojo, me recordaron a unas gafas y pensé en “Leo” como de leer, como de libros. No quería que el nombre sonara a algo relacionado con el signo del zodíaco, ni con el famoso “Leo”, sino más bien con el acto de leer. Soy escritora y me pareció gracioso que el nombre tuviera esa conexión. Le dije: “Mira, soy escritora y me hace gracia que te llames Leo, como de leer”.

Habréis pasado por muchos momentos y, seguro que preguntar por uno en concreto, puede ser algo difícil, pero vamos a intentarlo: ¿cuándo has sentido necesitarlo más?

Para mí fue algo doloroso. A Leo lo adoptamos en pareja, pero a la semana de adoptarlo, me separé. Mi pareja de entonces no estaba muy convencida de tener otro perro y me dijo: “Como es cachorro, lo cuidas tú”. Así que me quedé con él. Al principio, me sentí como si fuéramos unos abandonados, y fue en ese momento cuando pensé: “Tú y yo vamos a estar juntos siempre”, lo que creó un vínculo muy fuerte para mí. Luego, las cosas con el otro perro no funcionaron. Tenía otro perro en pareja, que se lo había regalado a mi ex, y ella decidió que lo mejor era quedárselo; aunque fue un duelo complicado, lo entendí. Sabía que si eso era lo que necesitaba en ese momento, estaba bien. Fue un acuerdo tácito: tú te quedas uno y yo el otro. No era exactamente así, pero no quería discutir. A la semana de llegar a casa, Leo se quedó conmigo y ha sido así desde entonces. En los momentos más duros de mi vida, Leo siempre ha estado ahí; tiene una forma única de devolverte al presente y recordarte lo esencial de la vida, algo difícil de explicar. Leo me ha enseñado eso: me devuelve a la alegría, a la simpleza. Es como si me dijera: “Sandra, basta de enredarte en pensamientos, ven, déjate de historias y vamos al parque”. Conecta conmigo, conecta con el juego, conecta con el paseo y, sobre todo, me recuerda a no darle vueltas a la mente.

En los momentos más duros de mi vida, Leo siempre ha estado ahí

Sandra Barnedapresentadora

¿Quién es Sandra para Leo?

Pues eso tendrías que preguntárselo a él. Yo creo que intento darle todo el amor que puedo, porque al final, cuando tienes un perro o cualquier mascota, lo primero es cuidarlo. Las cosas más crueles son las que hace la gente que le hace daño a un animal. Es perverso. Lo comparo con un niño, ¿sabes? Hacerle daño a un niño o a un animal, cuando ellos solo te miran y lo único que quieren es que estés bien, que les des cariño y les des lo que necesitan. Si sabes que un perro es feliz corriendo, pues lo llevas a correr, porque eso también os beneficia a ambos, ya que te invita a caminar y moverte. Lo que intento es darle bienestar, cariño y tenerlo en cuenta, porque al final creo que soy su familia.

Sandra, eres una persona que lleva consigo una carga muy importante de trabajo, ¿cómo os adaptáis la una al otro, especialmente considerando los compromisos profesionales y los viajes?

Bueno, a ver, tengo ayuda de gente que, cuando no puedo, pasea a Leo o se encarga de él, y nos hemos adaptado bien. Si un perro lo llevas a todos lados desde pequeño, se adapta a cualquier situación. Él lo que quiere es estar conmigo, siempre. Cuando tengo que ir a buscarlo al aeropuerto, lo veo allí y me digo: “Venga, acompáñame”. Lo meto en el coche y él está encantado. Luego, lo saco, y siempre está feliz. Nunca está solo. Trabajo muchas veces desde casa, escribiendo o haciendo otros proyectos, y él ya sabe cuándo viene conmigo y cuándo se queda. Si me mira y le digo “no te vienes”, entonces se retira y se acurruca en una de sus camas, que tengo varias por la casa. Ahora, por ejemplo, tengo una cama frente al escritorio, y él está allí, tranquilo, mientras trabajo. Cuando hago deporte, se pone encima de la cama en la habitación, mirándome. La adaptación ha sido encontrar un ritmo que funcione para los dos, y creo que él es un perro súper feliz, porque prácticamente nunca está solo.

Tienes un trabajo en el que estás rodeada de muchísima gente, debes asistir a compromisos, galas… ¿En algún momento, estando en alguno de estos lugares, has pensado: “¡Qué ganas tengo de irme a casa para estar con él!”?

Claro, y me he ido. He dicho: “Llego tarde”, “Venga, que tengo que pasear a Leo“, y lo digo en voz alta: “No, no me voy a entretener más”. Entonces, voy, lo paseo, paso tiempo con él y luego, si tengo que salir, lo hago. Pero cuando pasan días sin verlo, no me siento bien, porque sé que no le estoy dando la atención que él necesita de mí, y eso me hace sentir que estoy rompiendo el compromiso que tenemos. Él siempre está disponible para mí, y cuando tengo semanas muy intensas, esas en las que todo se acumula, me siento como si estuviera atrapada en un torbellino. Pero claro, lo llevo conmigo siempre que puedo. Ahora, a nivel personal, estoy atravesando un momento difícil porque mi pareja actual es alérgica.

A día de hoy, hay vacunas…

Sí, lo que pasa es que, de momento, no estamos centrados en las vacunas, sino en la higiene. Estoy cepillándolo más, usando un producto que elimina el 50% de la caspa. Cuando noto que tiene bastante, dos días antes cambio todas las sábanas de la habitación y el perro no duerme allí. Para mí es raro, porque es como si dijera: “Guau, el perro no duerme conmigo”. Pero él ya sabe, es tan listo que, cuando ve a mi pareja, sabe que no puede entrar en esa habitación. Estos perros se adaptan completamente a ti, y él lo hace. Además, mi pareja es una amante de los animales, y cuando ella trabaja desde casa, lo pone al lado, abre la ventana y lo deja allí. Es una nueva fase de adaptación para todos, pero hemos aprendido a ajustarnos. Claro, para mí, tanto en lo personal como en lo profesional, cuando estoy con gente, lo cumplo, pero siempre prefiero estar con mi perro.

Leo es el fiel compañero de Sandra

Sandra Barneda

¿Hay algún lugar especial al que suelas llevar a Leo? ¿Tiene algún sitio favorito en el que se siente especialmente feliz?

Para él, el Retiro es su lugar favorito; es un amante del parque, y los paseos por el campo también los disfruta muchísimo. Tengo una casa en Candeleda, en la Sierra de Gredos, y allí Leo es completamente feliz. Sin embargo, tiene una peculiaridad: aunque es un perro muy tranquilo, descubrí que tiene una obsesión con el agua. Se excita mucho y es como si gritara de emoción. El año pasado fue cuando lo descubrí; comenzó a lanzarse a la piscina y, al no parar, tuvimos que comprarle un flotador. El veterinario me dijo que había perdido mucho peso, y yo le explicaba que no paraba, que podía estar tres horas seguidas sin detenerse. El problema es el grito constante. Hablé con un entrenador que me recomendaron, y ahora, con la llegada del buen tiempo, quiero ver con él, en la piscina, qué es lo que pasa con el agua, ya que intentamos entender por qué se excita tanto. No sé si le encanta, si le asusta o si simplemente no lo entiende, pero se lanza sin pensarlo. No es que me vea a mí en la piscina, es algo que hace por sí mismo, y estamos en proceso de descubrir qué le ocurre.

Si tuvieras que escribir una novela corta inspirada en Leo, pero sin que aparezca un solo perro en sus páginas, ¿cómo lo representarías metafóricamente?

Metafóricamente, yo lo representaría como la noble ternura. Es un perro que destaca por su nobleza, su ternura, su inocencia, y no tiene maldad alguna. Con los niños, por ejemplo, se lleva de maravilla, les encanta porque tiene una mordida suave. A él le encanta que le tiren un juguete; lo recoge y te lo devuelve, siempre esperando que sigas jugando. Si le dices “suelta”, lo hace, pero a veces, si no se lo dices, sigue encantado con el juguete. Recuerdo la primera vez que lo vi con el niño de una amiga, y pensé: “A ver qué va a hacer”, porque él es bastante insistente. Pero no, de inmediato soltó el juguete y no tiró, como si supiera que era un niño. Le flipan los niños. Es impresionante, porque voy paseando con él, veo a un niño y, de inmediato, mueve la cola y va hacia él. Claro, algunos niños se asustan, pero les digo: “No, no, él quiere jugar contigo, te adora”. Es esa noble ternura que tiene, que forma parte de su carácter.

¿Cuánto hay de la niña de 8 o 10 años que fuiste cuando juegas con él?

Mucho, todo. Leo me conecta con mi niña interior, con esa ternura más pura. Es imposible no sentirlo así, porque todos los días le doy las buenas noches. Es algo que me llega profundamente, y es una locura lo que siento por él.

¿Crees que el silencio entre dos seres que se quieren puede describirse?

Sí, claro, sí que puede describirse. Puede describirse perfectamente. Es excelente. Sin duda, puede ser descrito.

Hablando de representaciones, si Leo tuviera que ser un personaje del cine o de la literatura, ¿cuál escogerías?

Me viene a la mente el Príncipe Valiente, porque él es muy valiente y, además, muy honesto. Es como un príncipe, porque tiene esa delicadeza al mismo tiempo.

¿Alguna vez has encontrado la solución a algún problema solo con mirarlo?

No solo con mirarlo, pero sí he encontrado la solución a algunos problemas simplemente acariciándolo.

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¿Vacaciones juntos?

Me habría encantado llevarme a Leo siempre a República a grabar, pero el hotel donde estábamos no permite mascotas, y esa fue una de mis grandes penas, porque sin dudarlo me lo habría llevado. Se habría convertido en la mascota de todos, seguro. Además, es un perro que entiende todo perfectamente; por ejemplo, le dices “Quieto” y se queda ahí sin moverse.

Cuando estoy comiendo, desde pequeño sube a la silla y se comporta como si le pusieras un mantel; se sienta como una persona. No es un perro que ladre, simplemente se coloca a mi lado, me mira y se queda tranquilo. Siempre ha sido así, desde que era un cachorro; es una actitud muy graciosa. Le dices “Quieto” y lo entiende al instante.

El otro día hicimos una cámara oculta: le puse unos snacks, sabiendo que normalmente se volverían locos, pero le dije: “No, eh, no”. Me fui, y la cámara estaba grabando. En vez de lanzarse a los snacks, decidió ir a buscarme; lo hizo a la perfección, sin dudar ni un momento. Fue algo increíble porque pensé: “¡Se lo come fijo!”, pero no lo hizo. Fue un golpe.

Hay un vínculo que va más allá de las palabras. Él me devuelve al presente

Sandra Barnedapresentadora

Sandra, ¿en qué te conoce mejor que nadie?

En la ternura, en la sensibilidad, en la vulnerabilidad. Creo que me conoce mejor que nadie en esos aspectos.

Te he oído decir que, aunque fuera por 5 minutos, te gustaría que Leo pudiera hablar. Vamos más allá: si tuvieras 48 horas para poder comunicarte y compartir con él, al mismo nivel, sin restricciones de comunicación, ¿cómo las aprovecharías?

Pues mira, le diría: “Háblame. Dime todo lo que me tengas que decir, lo que pienses, lo que has observado, porque sé que me quiere de una forma tan pura que yo solo lo escucharía”.

No tengo nada que enseñarle a Leo, porque lo ve y lo sabe todo. Me gustaría escucharle, estar callada y decirle: “Háblame de todo, de las cosas que has vivido, de lo que me aconsejas, de todo”.

Los perros son pequeños sabios, están conectados con la esencia de la vida, y son grandes maestros para nosotros.

Hablando de maestros, ¿alguna vez te ha dado una lección magistral de la forma más inesperada?

El cómo se comporta es lo que más me impacta. A él no le importan los días malos; no tiene esos días. Es cierto, no tiene malos días. Da igual si has tardado seis horas o tres, porque has tenido un día complicado; él siempre te recibe de la misma manera, con la misma alegría.

Lo que más duele es cuando lo ves mal, cuando no se encuentra bien, porque eso es terrible. Es como con los niños, cuando no sabes exactamente qué les pasa porque no pueden decirte, pero los ves ahí, un poco decaídos.

¿Cómo describirías el impacto de Leo en tu vida en una palabra?

Alegría.

Si pudieras grabar solo cinco minutos de vuestra vida juntos y conservarlos para siempre, sin posibilidad de editar ni repetir, ¿qué momento elegirías?

Nuestros momentos al despertar son especiales. Él siempre está ahí, esperando que me despierte, y entonces compartimos esos tres o cinco minutos juntos, solo para nosotros. Cada día es así, y para mí, eso es algo espectacular.

Sandra, completa la frase… “La vez que me equivoqué con Leo fue…”

La vez que me equivoqué con Leo fue un día que le regañé gritándole. A los perros no se les debe gritar, porque el grito genera tensión, estrés y miedo, algo que ellos no entienden. Él solo quería hacer las cosas bien. Ese día, cometí el error, especialmente porque aún era un cachorro. Me equivoqué.

¿Un secreto vuestro?

Es un secreto nuestro. Hay ciertas palabras que no puedo pronunciar, porque si lo hago…

Sandra me dice, en voz muy bajita, una de las palabras secretas para que Leo no las oiga: “vamos”.

Hay vínculos que no necesitan palabras ni escenografía. Se intuyen, se sostienen en el tiempo sin grandes gestos y, sin embargo, lo transforman todo. A veces, basta con escuchar cómo alguien habla de otro para saber que ahí hay algo que va más allá de la rutina, más allá de lo cotidiano. Algo que, si se mira con atención, tiene más verdad que muchas biografías enteras.

Y en Sandra y Leo hay esa clase de amor silencioso que solo se construye cuando uno ha sabido quedarse.

Lo demás, lo que no se dice, esa complicidad única que intuí mientras ella hablaba y el tiempo parecía detenerse, fue algo que yo mismo viví hace mucho…

¿Queréis saber cuándo?

Os lo contaría, pero bueno… esa es otra historia.