El vínculo y la relación de Sara Escudero con sus perros es de otro planeta. Sí, no exagero. La presentadora y actriz abulense, junto con su marido, Saúl Ortega, han formado una preciosa familia con miembros de cuatro patas que les colman de felicidad. La colaboradora de Zapeando se crio con perros en casa de sus padres, pero Nala fue la primera perrita que tuvo. La acompañó en sus comienzos en la comedia por España y con ella descubrió el Camino de Santiago —y escribió un libro—, que luego volvió a hacer varias veces con Zuri, su segunda perra, una golden retriever preciosa y muy aventurera.
Y cuando Nala murió, llegó Otto, un labrador cruzado con golden y adoptado de la ONCE. Ahora tiene cinco años y medio y comparte juegos y travesuras con Phoebe, una cachorra de un año que llegó tras el fallecimiento de Zuri. Sara nos habla de sus perros con el cariño y la admiración de quien ha encontrado en ellos el amor puro y la felicidad completa.
Así, a la vista, Otto y Phoebe no tienen nada que ver. Háblame de ellos.
¡Tienes toda la razón! Son las dos caras de una moneda, un yin-yang perfecto. Otto tiene el pelo corto negro y Phoebe es una golden blanca, aunque, cuando juegan en tierra o con barro se invierten los colores, ja, ja, ja. Hacen un tándem precioso. Otto es la definición de paciencia, paz y bondad, y Phoebe va por ese camino, es amor y alegría, pero aún es muy pequeña y tiene ese punto de energía de estar descubriendo el mundo. Están siempre juntos y, cuando duermen, uno apoya la cabeza en el otro hasta que se van moviendo y acaban panza arriba cada uno en un sitio. Son tremendamente perceptivos, empáticos, mimosos y divertidísimos. Las posiciones en las que se quedan dormidos, la manera de jugar con nosotros y con otros perros, cómo cogen las cosas, cómo se ponen cuando descubren algo, los ruiditos que hacen cuando quieren cosas, cómo duermen con sus juguetes favoritos…
Se te cae la baba. Algo no tan bueno también habrán hecho.
No. Lo único que puedo decir es que son unos tragaldabas los dos. Si fueran un electrodoméstico, serían una aspiradora que se come todo lo que le pones delante, ja, ja, ja. Otra curiosidad es que Phoebe ve la tele y sigue las escenas un buen rato, mientras que Otto es más de radio. Le llamamos Sr. Amazon, porque todo lo transporta en casa. No rompe nada, ¡pero mueve todo de sitio! Phoebe, en cambio, es más de subirse encima y jugar contigo, pero sin cosas. Ambos son la definición de felicidad en mayúsculas. Con ellos es inevitable sonreír siempre, porque te están diciendo que son felices y que lo que te transmiten es: “Todo está bien, la vida es esto”.
La conexión que tuvimos con Nala fue indescriptible, y Zuri fue mi otro tercio
Antes de Otto y Phoebe estuvieron Nala y Zuri. Con la primera descubriste el Camino e incluso escribiste un libro. Háblame de ella.
Puede que mucha gente no lo entienda, pero, para mí, Nala fue y será siempre mi alma gemela de cuatro patas. Hasta Saúl, que es el amor de mi vida, te lo corrobora. Cuando tienes la suerte de fundirte con un alma sois dos en una, y una en dos. La conexión tan absoluta que tuvimos desde el principio fue indescriptible. Nos sentíamos en la distancia y nos entendíamos sin hablar. Podría estar años hablándote de ella y de nosotras. Una vida compartida. Ahora, con ella en otra dimensión, sigue siendo así: todo lo vivo con ella, va en mí y conmigo. Con Nala hice el Camino en julio de 2016. Recuerdo que la gente me preguntaba que por qué lo hacía con ella y mi respuesta era una sonrisa con una frase única: “Vivimos juntas, hacemos todo juntas”.
También hiciste varios caminos con Zuri. Háblame de esta perrita.
Zuri fue, es y será mi otro ángel de la guarda, mi dragona, mi otro tercio. La llamaba así, Dragona, porque su fuerza física y emocional eran sobrenaturales. Zuri llegó a nuestras vidas cuando Nala tenía cinco años y creció con ella como referente. De ella aprendió desde cómo jugar a cómo pedir las cosas e incluso a cómo tener paciencia, mientras Zuri enseñó a Nala a sacar su parte más valiente, a no tener miedo a las tormentas y enfrentarse a desafíos como subir escaleras mecánicas. Ah, Zuri era una nutria, sentía pasión extrema por el agua y, en cambio, a Nala no le gustaba.

Phoebe y Otto llegaron a la vida de Sara para colmarla de felicidad.
Con esa pasión por el agua, Zuro debía de disfrutar mucho de los senderos.
Sí. Con ella hice mis siguientes cinco Caminos de Santiago: en 2017, 2018, 2020 (en homenaje a Nala), 2022 y 2023, que fue la primera vez que pudimos hacer el Camino Primitivo y no el francés.
Sé que aún te cuesta mucho hablar de la partida de Nala y Zuri.
Mucho. El tiempo hace que puedas seguir adelante, pero yo, desde hace cinco y casi dos años ya, vivo con el alma hecha añicos aunque, por mi trabajo, me toca seguir haciendo reír. El corazón va por dentro, el tempo de tu música cambia. Nala me cambió de dimensión el 13 de agosto de 2020. En mayo de ese año descubrimos que tenía un insulinoma de páncreas que no dio la cara hasta que no estaba en un estadio avanzado. Nos dijeron que viviría pocas semanas, pero fueron cinco meses de amor, de dormir en el suelo cuando ella dormía, de asumir que la vida física cerraba círculo. Aún sigo ahogándome cuando lo recuerdo. A Zuri se la llevó un linfoma muy letal el 12 de diciembre de 2023. Sucedió de la noche a la mañana y se fue en tres semanas. Tres semanas. De la noche a la mañana. Una vez más, la Dragona nos dejaba a todos boquiabiertos, porque, tal y como estaba, debería no poder ni pestañear y es que, si no lo sabías… no notabas lo que le pasaba.
Nos dijeron que Nala viviría pocas semanas, pero fueron cinco meses de amor, de dormir en el suelo con ella; aún sigo ahogándome cuando lo recuerdo
Tu marido, Saúl, también es amante de los perros. ¿Esto os ha unido más?
En mi libro, El CaNino De Santiago, cuento que Saúl nunca había vivido con perros, no los conocía. Todo empezó con y por Nala, y lo mejor que puedo decirte es la frase que él mismo repetía desde que empezamos juntos: “¿Cómo he podido vivir sin ellos toda mi vida?”. No es que los perros te unan, es que, si no llegamos a compartir la manera de entender la vida con ellos, no hubiéramos podido formar una familia.
Has vivido mucho y muy intenso con tus perros. ¿Has tenido otros animales?
Para mí, ellos son mi casa, parte de mí. Mis perros son mis guías en la vida. En casa de mis padres tuvimos gatos unos cuantos años, cuando yo era adolescente, y Saúl y yo hemos tenido gallinas en casa, y las volveremos a tener en breve, ya que son estupendas y juegan muy bien con los perros.
Volvamos a Otto y Phoebe, tus actuales perritos. Explícame el porqué de sus nombres.
Otto se llamaba Lux en la ONCE, pero yo sentía que me faltaba algo. No sentía conexión entre ese nombre y la mirada tan increíblemente noble que tiene. Y fue mirarle a los ojos y sentir que se llamaba Otto. Y Phoebe (Fibis, como dice mi madre) es por Phoebe, de Friends, la serie de mi vida. Como con Otto, pasó algo parecido. Cuando íbamos a por la perrita pensamos varios nombres y había uno que me encantaba, Mei (que significa vida en japonés), pero, al verla, con esa alegría tan especial y ese carácter, dije: “Phoebe integra todo”. A Nala la llamé así por El Rey León, porque era una leoncita cuando la cogí en brazos por primera vez, y Zuri en euskera es ‘blanco’, y en suahili, ‘belleza’, y es que para mí no hay nada más bello que el alma de un perro.
Aprovechando el tirón mediático del nombre de Phoebe, si ella y Otto fueran actores, ¿quiénes serían?
Sin duda, Phoebe sería Lisa Kudrow. Es igual de extrovertida, con una expresión corporal tremenda y con una capacidad de comedia innata, pero siendo a la vez una gran actriz de drama. Y Otto sería Brad Pitt, con ese porte elegante, pero a la vez capaz de regalarte papelazos de comedia y con esa cara que dices: “¡No puede ser más fotogénico!”.
Hasta para ir a otra ciudad a ver una obra de teatro nos vamos con nuestros dos perros, Otto y Phoebe, porque somos cuatro en la familia
Sois una piña. Imagino que también os vais juntos de vacaciones.
De vacaciones, de trabajo y de todo, nosotros vamos juntos a todos lados. Excepto viajes míos de trabajo, que los hago yo sola, porque encadeno eventos de empresa, teatros y grabaciones varios días seguidos. Hasta para ir a otra ciudad a ver una obra de teatro (como Mérida o Almagro) nos vamos los cuatro, porque somos cuatro en la familia. Me los llevo a grabaciones, a plató cuando pueden estar e incluso a los teatros, cuando hay camerino en el que pueden esperarme.
Veo que, en lo profesional, también están muy presentes. Cuéntame en qué proyectos andas.
En septiembre participaré en un programa de televisión y lanzaré mi propio videopódcast, con Jorge Guerra. También vuelven los eventos corporativos (los monólogos de stand-up los tengo todo el año, pero los eventos de empresa paran en verano), y este verano estoy ensayando una obra de teatro divertidísima, llamada Pero No Se Lo Digas, con Leo Rivera y Agustín Jiménez, que hará temporada en Madrid en 2026. Asimismo, estará de gira la comedia teatral Una noche en la suite, que dirijo y he escrito junto con Héctor Izquierdo y Álvaro G. Moreno. Mientras tanto, el audiolibro de El CaNino De Santiago y el libro siguen su curso y espero poder sacar en unos meses el cuento de Zuri.