Loading...

Helena Capella, paciente de fibromialgia: “Me ha costado 9 meses encontrar un piso en Barcelona donde aceptaran a mi perro de apoyo emocional. Él me ayuda a levantarme, a salir a la calle y a sentirme acompañada”

Testimonio

La relación entre Helena y Knockando ejemplifica cómo un perro de apoyo emocional puede convertirse en un pilar esencial para quienes viven con condiciones crónicas, mejorando su bienestar y calidad de vida

Helena Capella junto a Knockando. 

Imagina llegar a casa después de un día agotador y ser recibido por un compañero que, sin palabras, parece comprender exactamente cómo te sientes. Para muchas personas, ese compañero no es solo una mascota, sino un perro de apoyo emocional: un animal que, sin haber recibido un entrenamiento especializado, ofrece consuelo, compañía y soporte a quienes atraviesan situaciones que alteran su estado emocional. Son animales que pueden ser certificados oficialmente con esta funcionalidad.

Aunque a primera vista pueda parecer sencillo de entender, la realidad es más compleja. Estos perros no deben confundirse con los perros de terapia o de intervención, que forman parte de programas profesionales diseñados para tratar fobias o traumas específicos bajo la supervisión de expertos. Los perros de apoyo emocional acompañan a sus dueños en la vida cotidiana, incluso en situaciones como viajes en avión, donde la ansiedad o el nerviosismo pueden ser elevados, proporcionando consuelo y alivio en momentos de malestar.

Para mí significa mucho llegar a casa y encontrarme con esa 'bolita', me ayuda a salir de casa, a comunicarme con más gente... 

Helena CapellaPaciente de fibromialgia y fatiga crónica

Es precisamente lo que Knockando significa para Helena Capella, quien convive con fibromialgia y fatiga crónica. La fibromialgia provoca dolor musculoesquelético generalizado, acompañado de rigidez, alteraciones del sueño y episodios de cansancio intenso, mientras que la fatiga crónica se caracteriza por un agotamiento profundo que no mejora con el descanso, afectando de manera significativa la vida diaria y la realización de actividades cotidianas.

Knockando

Más allá de ser un compañero, Knockando se ha convertido en un verdadero apoyo en su día a día. “Me obliga a ducharme, a vestirme, a salir a la calle… Yo no me puedo quedar en la cama, por mucho dolor o cansancio que tenga. Todos los médicos me lo dicen: levántate a caminar. Para mí, tenerle ha sido imprescindible”, explica Helena.

Knockando no solo facilita su rutina diaria, sino que también le ofrece afecto y compañía constante. Llegar a casa y encontrar a esa “bolita” de cariño le brinda consuelo y una sensación de compañía permanente, acompañándola en cada instante del día y haciendo que, incluso en medio de la fatiga y el dolor, nunca se sienta sola.

Su influencia se extiende incluso a la vida social. “Hace cuatro años me mudé a La Garriga, porque antes vivía en Barcelona, y él me ha abierto muchas puertas. Vine sin conocer a nadie y Knockando me ayudó a relacionarme, a tener amigos… Y ya no es solo eso, es también la compañía que me hace y ese instinto tan especial que tiene para notar cómo estoy. Hay días en los que ni siquiera hace falta que hable: él se me acerca, me mira y parece entenderlo todo”, comenta Helena.

Sin embargo, a pesar de la importancia de su relación, encontrar un lugar donde vivir junto a Knockando ha sido un desafío. Este obstáculo refleja la realidad de muchas personas que dependen de perros de apoyo emocional, mostrando que, aunque su vínculo sea esencial para la salud y el bienestar, aún existen barreras legales y sociales que limitan la convivencia.

“Me ha costado mucho encontrar un piso. Estuve 9 meses buscando. En Vic directamente me dijeron que era imposible, y así me pareció. En La Garriga, al principio también se negaron: tuve que escribirle una carta a la propietaria explicándole cómo era mi perro y demostrándole que yo también tenía un piso en propiedad, que había estado en su misma situación. El problema fue que los vecinos anteriores habían tenido dos perros y habían dejado el piso destrozado, algo que me acabó perjudicando a mí”. 

Lee también

Pero gracias al certificado que acredita a Knockando como perro de apoyo emocional, Helena finalmente pudo alquilar el piso y mantener a su compañero a su lado. Este documento, aunque no siempre reconocido de forma uniforme en toda España, puede ser clave para las personas que necesitan convivir con sus animales de apoyo en viviendas con restricciones o en entornos donde la presencia de mascotas suele estar limitada.

¿Qué es un certificado de apoyo emocional?

El certificado de apoyo emocional es un documento que formaliza la función terapéutica de una mascota, reconociéndola como un apoyo esencial para personas que padecen afecciones como ansiedad, depresión, estrés, fibromialgia o fatiga crónica. Y debe ser expedido por un psicólogo o psiquiatra colegiado, quien evalúa el estado emocional del solicitante y certifica que la presencia del animal contribuye a su bienestar psicológico.

Este certificado permite vivir con la mascota en viviendas con políticas restrictivas sobre animales, facilita el transporte en vuelos o medios públicos, dependiendo de la normativa de cada país o aerolínea, y acredita la función emocional de la mascota ante instituciones, empleadores o centros educativos.

Me ha costado mucho encontrar un piso. Estuve 9 meses buscando. En Vic directamente me dijeron que era imposible, y así me pareció

Helena CapellaPaciente de fibromialgia y fatiga crónica

“Para mí fue muy importante, aunque creo que todo el mundo que tenga una mascota en casa debería tener un seguro para proteger los daños que haya y que sepan educarnos. De esa manera, los propietarios e inquilinos estarán más tranquilos, porque creo que muchas veces pasa esto porque los propietarios han sufrido o conocen a gente que han tenido una mala experiencia”, apunta. 

La relación entre ellos ejemplifica cómo un perro de apoyo emocional puede convertirse en un pilar esencial

Getty Images/iStockphoto

La relación entre ellos ejemplifica cómo un perro de apoyo emocional puede convertirse en un pilar esencial para quienes viven con condiciones crónicas, mejorando su bienestar y su calidad de vida. Knockando no solo acompaña a Helena en los días buenos, sino que también le da motivos para levantarse en los más difíciles. “Para mí es la mejor medicina que existe, ni pastillas ni nada. Cuando te dan ganas de encerrarte en casa, él te obliga a salir”, confiesa.

En esa rutina compartida, como sacarlo a pasear, alimentarlo o cuidarlo, Helena ha encontrado una forma de mantenerse activa, de conectar con otras personas y, sobre todo, de no rendirse. Knockando no cura la fibromialgia ni la fatiga crónica, pero su presencia constante le recuerda que cada día puede ser un poco más llevadero. Su historia muestra que, a veces, la terapia más poderosa no viene de un tratamiento médico, sino de un lazo silencioso y fiel que enseña, sin palabras, a seguir adelante.