“Cuando alguien muere, sus gatos no deberían morir con él, tienen que heredar su amor”: el drama del abandono cuando fallece el tutor de un animal de compañía

Abandono

La vida cambia y nuestras circunstancias no dependen solo de nuestras causas y condiciones, sino de las causas y condiciones de múltiples realidades con las que convivimos

Gato en la calle.

Gato en la calle.

UfukSaracoglu

Cuando una persona muere o pierde su casa, no solo desaparece un hogar: se rompe un vínculo vital. Los gatos que acompañaron esa vida —que esperaban cada mañana la misma voz, los mismos gestos— quedan suspendidos en el vacío. Nadie les explica lo que ha pasado. Esperan, olfatean el aire, maúllan ante una puerta que ya no abrirá la misma persona… o acaban abandonados, escondidos bajo un coche a la espera de poder salir cuando la ciudad duerme a buscar el camino de regreso a su hogar.

Para ellos, no es una “situación administrativa”: es la pérdida absoluta de su mundo y, en muchos casos, de la vida misma. Y, sin embargo, este tipo de abandono apenas aparece en los titulares y sucede a diario, en todas las ciudades del mundo.

Lee también

“El problema no es la raza, ni su musculatura, ni su cabeza voluminosa, sino la tenencia irresponsable”: el estigma a los perros PPP los condena a una vida en refugios

Malena Ramajo
Perros potencialmente peligrosos

Las gestoras de colonias, las asociaciones locales, las protectoras y las veterinarias solidarias lo sabemos demasiado bien: cada semana, en todos los municipios de España, aparecen gatos domésticos abandonados tras un desahucio, una muerte, el nacimiento de un bebé o una ruptura. Animales que durante años vivieron bajo techo y que, de un día para otro, acaban en la calle, invisibles para la administración y desorientados ante un entorno que no comprenden. 

Gatos en la calle.

Gatos en la calle.

Getty Images

En un contexto social cada vez más precario —alquileres imposibles, soledad no deseada, envejecimiento poblacional— el abandono ya no siempre nace del desinterés, sino del colapso. Muchos de estos gatos provienen de personas mayores que fallecen sin familiares directos o sin haber previsto un “plan de cuidados” para sus animales. Otros son víctimas colaterales de desahucios, traslados, cambios en la vida familiar o enfermedades que dejan a sus tutoras sin recursos ni vivienda y a veces con colapso por un cambio importante en su vida.

La compasión comienza en ese instante en el que no puedes desentenderte. Esa incapacidad de mirar hacia otro lado es sagrada: es lo que sostiene el mundo. Pero esa misma sensibilidad, sin descanso ni apoyo, puede convertirse en tortura. El primer paso es reconocerla y honrarla: “Esto que siento es la prueba de que aún hay amor vivo en el mundo”. No cambiará la realidad, pero te recordará que tu dolor no es debilidad, sino lucidez.

A menudo, quienes trabajamos en bienestar animal vivimos una paradoja: vemos demasiado sufrimiento y tenemos pocos recursos para aliviarlo. La mente se llena de culpa y de impotencia. Pero recuerda que si no puedes eliminar el sufrimiento, con tus acciones estás evitando que crezca.

El abandono no siempre nace del desinterés, sino del colapso

Montse Casaoliva

A veces no podemos salvar a todos los animales, pero sí podemos reducir el dolor global: una llamada, una petición de ayuda, una visita al veterinario del gato que más lo necesita, una latita que te han regalado, una mantita que dejas dentro de esa caja vacía de cartón que has convertido en refugio… Cada acción, por pequeña que parezca, es una semilla de alivio.

Las gestoras de colonias, las veterinarias solidarias, las personas que rescatan animales enfermos o mayores sabemos lo que significa vivir al límite. El corazón quiere abarcarlo todo, pero el cuerpo se agota. Entonces debemos recordar que la culpa no es una herramienta, sino un peso. Sustitúyela por compromiso sereno: “He hecho lo que podía hoy. Mañana seguiré, más centrada”. Descansar también es cuidar. El límite no es frialdad: es el marco donde la ternura puede seguir viva. Cuando el dolor te sobrepase, respira y repite: “Que este sufrimiento sirva para aliviar el de otros seres”. Esa práctica —el tonglen— convierte la angustia en energía de servicio. Con tu ayuda, puedes aliviar. No niega el sufrimiento, pero impide que te consuma.

Lo que ocurre en nuestra mente cuando se rompe el vínculo

Cuando muere un familiar, la sociedad nos ofrece rituales y despedidas. No así con la vida de un animal, siendo en muchas ocasiones duelos desligitimados. Cuando alejamos a los animales de lo que aman, no hay rito ni duelo posible. Solo ruidos, cajas y jaulas. Angustia y miedo para seres sintientes que lo han perdido todo. Nuestra mente separa: “humano” y “animal”, “importante” y “secundario”.

Esa separación nace de la ignorancia: de no comprender que la vida que anima a un ser humano y la que anima a un gato son parte de la misma corriente. Por eso, cuando los animales están desatendidos, también nosotros perdemos algo esencial: el reflejo de nuestra humanidad.

Lee también

Carme Chaparro, periodista y escritora, 52 años: “En los meses que he estado en cama, casi sin poder levantarme por mi enfermedad, mi perro Bitter ha estado siempre a mi lado; me lamía las lágrimas”

Silvia Alberich
Carme Chaparro

Comprender esto no implica culpar. Implica ensanchar la mirada para ver que toda pérdida humana genera un eco animal. Y que cuidar esa interdependencia también es cuidar el tejido invisible que mantiene unida la sociedad. Cada abandono es el reflejo de una mente colectiva que aún no ha despertado del todo. El sufrimiento del gato que espera a su tutora es el mismo que el nuestro cuando perdemos a alguien que amamos. Reconocer esa unidad del dolor es el principio de la sabiduría del amor que damos a los seres sintientes.

Cuidar de los animales —y de nosotras mismas mientras lo hacemos— es practicar la mente que busca aliviar el sufrimiento de todos los seres. No se trata de salvar el mundo, sino de mantener el corazón abierto en medio de su imperfección y de un mundo en el que la vida y la muerte forman parte de la realidad, nos guste o no. “Cuando una persona muere o pierde su casa, los gatos también quedan huérfanos. Cuidar de ellos es cuidar de lo que nos hace humanos”. 

Muertes, desahucios y abandonos: el destino incierto de los gatos tiene solución con una albacea

“Hace un mes murió una vecina y encontramos a sus tres gatos encerrados en el piso, sin comida ni agua”, cuenta Marta, gestora en una colonia. “La familia no los quería y el ayuntamiento tardó una semana en intervenir. Cuando los sacaron del piso, una asociación animal que intervino se quedó con 2 de ellos pequeños para encontrarles un hogar, pero la madre, una gata mayor, fue apartada de su familia felina y humana, pasando a engrosar los espacios de la protectora, donde seguramente morirá de pena y estrés”.

Otra realidad es la de una cantidad que duplica los abandonos en protectoras saturadas que no pueden aceptar más animales: los gatos caseros que acaban engrosando las colonias felinas, donde muchas veces no sobreviven porque es muy difícil que sean aceptados y porque no saben sobrevivir a un ambiente tan complicado como el de la calle, donde la comida y el refugio seguro, brillan por su ausencia. Son los olvidados domésticos de un sistema que no contempla su existencia ni apoyo a las familias.

La corresponsabilidad social es la única vacuna contra la soledad y el abandono

Montse Casaoliva

Por ello, una herramienta crucial es designar una albacea, alguien que ame a los animales y que se comprometa a cuidar de tus mishis cuando tú no estés o cuando no puedas hacerte cargo, incluidos los de las colonias felinas que cuidas. El acuerdo debe estar firmado por ambas personas (tutora de los gatos y albacea futura) y debe contemplar todos los datos sobre la identificación de las personas, su dirección, los datos de contacto, qué parte de la herencia servirá para cubrir los futuros gastos de los animales (si se quiere y se puede incluir) así como todo lo que concierne a los gatos (veterinario habitual para acceso al historial clínico, tipo de comida preferida, tratamiento médico si hay alguna enfermedad crónica, tests de personalidad, rutinas, preferencias, etc…). 

Aunque en España todavía no existe un marco legal claro para garantizar el futuro de los animales cuando sus tutores fallecen o pierden su hogar, otros países ya han comenzado a integrar la protección animal en estos casos, dentro de sus políticas sociales y legales. 

En Canadá y Estados Unidos, los Pet Trusts (fundaciones o fideicomisos de legado animal) funcionan desde hace años como una herramienta jurídica sólida. Permiten dejar fondos a una persona o protectora de confianza para asegurar el bienestar de los animales, cubriendo alimentación, veterinaria y alojamiento durante toda su vida. Algunas aseguradoras incluso ofrecen cláusulas específicas para ello.

Lee también

A nivel europeo, el Consejo de Europa impulsó el Convenio Europeo para la Protección de los Animales de Compañía, un marco legal que, aunque no regula directamente los legados, reconoce la responsabilidad compartida de los Estados en la protección y bienestar de los animales domésticos. Este convenio ha servido de base para políticas nacionales más avanzadas en bienestar animal.

En el Reino Unido, la planificación de herencias para incluir a los animales de compañía se ha vuelto una práctica cada vez más habitual. Existen los llamados Pet Legacy Plans, documentos legales en los que una persona designa un albacea o entidad que se hará cargo de sus animales si ella falta. Estos planes permiten prever desde la manutención y los cuidados veterinarios hasta las rutinas de vida del animal.

Por último, en Italia se han desarrollado iniciativas municipales de custodia temporal solidaria: si una persona mayor enferma o es hospitalizada, los ayuntamientos coordinan con asociaciones locales el cuidado de sus animales hasta su recuperación.

Cuidar de los animales también es cuidar de la mente: donde hay compasión, hay humanidad

Montse Casaoliva

Son ejemplos de cómo la empatía puede traducirse en estructuras sociales, integrando la protección animal dentro del sistema de bienestar ciudadano. Iniciativas que refuerzan la idea central del artículo: que el abandono animal tras muertes o desahucios no es inevitable, sino una consecuencia del vacío legal y emocional que otros países ya están empezando a llenar con redes de responsabilidad compartida

Mientras tanto, la carga recae, como casi siempre, en las gestoras y asociaciones locales. Son ellas quienes rescatan, esterilizan, buscan adopciones o incorporan estos gatos en sus casas a la espera de adopciones que a veces nunca llegan cuando los animales son mayores (más de 4 meses).Y lo hacen sin apoyo económico ni respaldo institucional, muchas veces enfrentando quejas vecinales y amenazas de sanciones.

“Cuando un animal doméstico se queda sin tutor, debería activarse el protocolo municipal para trasladar al animal al centro de acogida o protectora donde tendrá oportunidad de adopción o rescate si se ha perdido”, explica Montse Casaoliva, consultora en gestión ética felina. “Lo que no podemos hacer es pensar que el animal vivirá bien en una colonia, porque eso raras veces sucede”.

Gato en la puerta de una casa.

Gato en la puerta de una casa.

Getty Images/iStockphoto

Porque, al final, los gatos no desaparecen: pasan de ser mascotas adorables a convertirse en gatos que molestan, echados a la vida de la calle que en muchas veces carece de protección veterinaria y alimento garantizado. Y en esa transición, pierden su hogar, su seguridad y, la mayoría de veces, su vida. Es un destino cruel al que sometemos a los animales que ya no son bienvenidos en casas donde ha llegado un bebé, ha habido una pérdida humana o simplemente se han cansado del animal y de los cuidados que conlleva.

En la mayoría de municipios, además, no hay un registro que completo de gatos comunitarios y domésticos. Esto genera una doble invisibilidad: la de los animales y la de las personas vulnerables que, en muchos casos, los cuidaban como única compañía.

Políticas de corresponsabilidad: una salida posible

Garantizar el bienestar animal no consiste solo en sancionar el abandono. Implica prevenirlo desde la raíz. 

“Nosotras no queremos dinero —dice Ana, gestora en una colonia de Valencia—, queremos que nos escuchen y que existan protocolos. Que cuando alguien muera o una gata dé a luz 4 bebés, no acaben entre los coches en una caja de cartón”. Mientras no se reconozca que detrás de cada gato abandonado hay una historia humana, seguiremos repitiendo los mismos errores: dejar morir a quienes solo saben amar sin condiciones.

Etiquetas
Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...