A los cinco años Lídia ya sabía que en los animales había algo que en los humanos no encontraba: calma, compresión y un espacio seguro donde ser ella misma. Lo que entonces parecía simple afinidad era, en realidad, la manifestación temprana de una sensibilidad ligada a su neurodivergencia. Décadas después, esa intuición se transformó en proyecto profesional que hoy siguen miles de familias. Con formación en etología, terapia Gestalt— un enfoque psicoterapéutico que se centra en el “aquí y ahora”, promoviendo la autoconciencia y la responsabilidad personal— y una vida entera observando a los animales, Lídia López defiende que muchos felinos que aparentan “estar bien cuidados” no son realmente felices.
Su trabajo se centra en enseñar a ver lo que a menudo pasa desapercibido: las necesidades reales de un animal cuya naturaleza sigue viva incluso entre cuatro paredes.
¿Cuándo descubrió que su neurodivergencia estaba conectada con la forma de relacionarse con los animales?
Fue de manera casi inconsciente, pues desde pequeña siempre fui amante de los animales. Aunque era una niña hiperactiva que no podía estar quieta, podía pasar horas observando a las hormigas, fascinada por su funcionamiento e interacción. Los animales siempre me aportaron una calma especial y sentí una conexión profunda con ellos, especialmente en mi infancia, cuando tenía dificultades para relacionarme con otros niños y no me sentía comprendida en el colegio, en parte porque el sistema educativo de hace más de 40 años no estaba preparado para una niña con mi perfil neurodivergente.
¿Se convirtieron los animales en su refugio?
Sí. Era una forma de encontrar paz y comprensión. Al independizarme con 21 años sentí por primera vez y de manera muy fuerte que no quería comer animales: me parecía incoherente amar a unos y comerme a otros. Fue mi punto de inflexión. Poco después me uní a una protectora de animales y comencé a cuidar gatitos huérfanos. Nunca había tenido gatos, así que de inmediato sentí la necesidad de aprender todo sobre ellos para poder cuidarlos bien. Sabía lo que era sentir que quienes te rodean no comprenden tus necesidades, y eso me impulsó aún más a querer entender las suyas a fondo. Ahora sé que mi neurodivergencia me hacía especialmente sensible y empática, y que esa sensibilidad era lo que me llevaba a querer hacerlo todo de la manera más respetuosa posible.
Lídia López, experta en bienestar felino: “Los animales se convirtieron en mi refugio”.
¿En qué momentos de su infancia o adolescencia fueron imprescindibles?
Cuando yo tenía 2 años, y hasta los 5 años, mi familia vivió una situación complicada. En ese contexto, y gracias a mi gran imaginación, creé un amigo imaginario que era un perro, que me acompañó durante ese periodo, brindándome consuelo en medio de la adversidad. Cuando ví la película “El Laberinto del Fauno”, ya de adulta, sentí que mi Lídia pequeña se parecía a la protagonista, Ofelia, que de manera inconsciente, para huir de su realidad, creó un mundo de fantasía.
En mi caso, además, se unía la creatividad propia de la neurodivergencia, lo que enriquece aún más nuestra forma de ver el mundo. Las neurodivergencias, como el TDAH, no son solo un conjunto de dificultades: también vienen acompañadas de capacidades muy potentes. Las personas con TDAH solemos tener una creatividad muy elevada, un pensamiento divergente que nos permite ver soluciones originales, una curiosidad natural y una sensibilidad especial hacia los demás.
¿Cuál fue su primera mascota?
A los seis años, llegó Fari, el primer perrito de la familia y después llegó Bobi, Ika y Uma. Estos perros se convirtieron en hermanos para mí y, desde entonces, los animales fueron mi apoyo constante en momentos de soledad o tristeza. Crecí rodeada de ellos, y su compañía fue fundamental en mi infancia y adolescencia. A los catorce años, entré en una depresión, algo que quizás tuvo que ver con la falta de comprensión hacia la neurodivergencia en esa época. Sin embargo, los animales siempre estuvieron ahí para apoyarme.
Hay quien piensa que su gato es feliz porque está todo el día durmiendo, pero en realidad, si no se estimula, si no explora, si no hace de gato, ese animal está aburrido, estresado o deprimido
¿Y cuándo llegaron a su vida los gatos?
Fue a los veintiún años, cuando los gatos se convirtieron en mi verdadera familia. Cuidar de ellos y de los de la protectora me dio un propósito y una razón para seguir adelante, sobre todo en un momento en el que mi depresión empeoró muchísimo. Hoy en día, puedo decir con certeza que mi vínculo con los animales ha sido esencial para mi bienestar, y que, gracias a ellos, he superado momentos muy oscuros. Ellos han sido mi apoyo incondicional y la razón por la que hoy puedo contarte esto.
¿Qué le ofrecían los perros y gatos que no encontraba en los humanos?
No me juzgaban. Ellos me ofrecían un amor incondicional y una comprensión absoluta de mí misma. A lo largo de mi vida me he sentido juzgada, diferente o poco comprendida por los demás, pero con los animales podía ser absolutamente libre y, además, plena y feliz siendo yo misma.
¿Qué le hizo pasar de sentirse acompañada por los animales, a dedicarse profesionalmente a entenderlos?
A los 21 años, al entrar en la protectora y descubrir a los gatos, el pánico por no saber cuidarlos bien despertó en mí un hiperefoco propio del TDA. Con el tiempo, me di cuenta de que, sin buscarlo, había adquirido una formación sólida. Al principio fue un proceso autodidacta, leyendo muchos libros, pero cuando estos se me quedaron cortos, me apunté a formaciones especializadas en etología felina. Durante casi 20 años, ofrecí mi ayuda de forma altruista, sin esperar nada a cambio.
En 2020, estaba perdida a nivel profesional, sin saber qué camino seguir. Había finalizado una formación como terapeuta Gestalt de casi cuatro años que me permitía tener una visión global de lo que ocurre en cada hogar, y no solo centrarme en el gato. Sin embargo, no tenía claro si quería dedicarme a eso.
¿Y por qué se animó a dar el paso?
Fue cuando una amiga veterinaria me propuso crear Bienestar Felino. A pesar del miedo y el síndrome del impostor, me lancé a la aventura y abrí mi Instagram el 1 de diciembre de 2020. Desde entonces, me dedico al 100% a este proyecto, creciendo cada día y contando con la confianza de cada vez más veterinarios que me refieren casos. Hasta ese momento había dado tumbos a nivel profesional y nunca me había sentido realizada.
¿Cree que las personas con TDAH, autismo o alta sensibilidad tienen una conexión especial con los gatos?
Sí, las personas PAS, al igual que algunas neeurodivergencias, como el TDAH o el TEA, suelen tener una mayor empatía y sensibilidad. Esto se debe a que procesan las emociones y los estímulos de manera más intensa, lo que les permite conectar de forma más profunda con otros seres vivos, incluidos los gatos. Y, además, yo creo que la experiencia personal de haber enfrentado el rechazo, la incomprensión, el juicio o la soledad hace que estas personas desarrollen una gran capacidad de empatía hacia los animales, creando vínculos más auténticos y enriquecedores.
¿Y ocurre lo mismo con personas dentro del espectro autista?
Yo no soy una especialista, pero he leído varios estudios científicos donde se observaba que estas personas tienden a relacionarse mejor con los gatos que con los perros, en parte porque los gatos son menos invasivos y requieren un tipo de interacción más sutil, algo que puede resultar más cómodo y natural para ellos. En definitiva, esta mayor sensibilidad y empatía de las personas neurodivergentes favorece una conexión especial con los animales, lo que se traduce en tutores más comprometidos y relaciones más empáticas y enriquecedoras.
“Los gatos también tienen necesidades y formas de ser que, si no se respetan, llevan a malentendidos”.
Muchos gatos se consideran “difíciles”, “independientes” o “ariscos”. ¿Qué hay realmente detrás de esos comportamientos?
Detrás de estas etiquetas hay falta de comprensión. Los gatos también tienen necesidades y formas de ser que, si no se respetan, llevan a malentendidos. Por ejemplo, en mi propia experiencia, cuando era pequeña, en el colegio me decían que era pesada, que no paraba quieta, que era vaga, que me despistaba con una mosca. Lo que sucedía era que se me exigía permanecer sentada y concentrada durante períodos largos, cuando mi naturaleza y mi neurodivergencia requerían momentos más cortos de atención y más movimiento físico. De la misma forma, un gato que parece independiente o arisco está, en realidad, expresando su naturaleza o una necesidad.
¿Por qué afirma que muchos gatos no son realmente felices, aunque vivan aparentemente bien cuidados?
Es importante no confundir el estar bien cuidados con ser feliz. Podemos cuidar a un pájaro, pero si lo mantenemos enjaulado, le privamos de volar, lo cual es imprescindible para su bienestar. Lo mismo ocurre con las personas: somos seres sociales, y si nos privan de relaciones humanas y nos encierran, por muy bien que nos cuiden, nuestra felicidad y salud mental se verán afectadas. Con los gatos pasa lo mismo: tienen unas conductas e instintos propios de su especie, que si dentro de casa, no pueden desarrollar, no serán felices.
También se confunde un gato tranquilo con uno feliz.
Sí, y este es el mayor error que veo a diario. Hay quien dice: “Mi gato duerme todo el día, es muy feliz”, pero en realidad, si no se estimula, si no explora, si no hace de gato, ese animal no está feliz, simplemente está aburrido, estresado o deprimido. Así que es fundamental comprender la naturaleza felina para garantizar su bienestar y su verdadera felicidad.
Los gatos son muy sutiles al comunicarse y, al igual que cuando tienen dolor físico, los problemas emocionales no siempre son evidentes a simple vista
¿Qué necesita un gato para vivir como un gato, y no solo para “sobrevivir” en un piso?
Por ejemplo, la naturaleza les dota de una energía exclusiva para cazar. Pasan más de la mitad del día durmiendo, y el resto del tiempo se dedica a acicalarse y a desarrollar la conducta predatoria. Esto significa que, si en casa no pueden cazar, esa energía no se libera y aparecen problemas de comportamiento, de convivencia, estrés, apatía y otros trastornos relacionados con el estrés, pues se produce un desequilibrio: el gato no está haciendo lo que necesita y no desarrolla su conducta natural.
¿Cómo se logra?
Podemos lograrlo escondiendo la comida o usando comederos interactivos. También es esencial la estimulación cognitiva, ya que los gatos son animales complejos y muchos juguetes resultan aburridos o demasiado simples. La estimulación olfativa también es crucial, ya que en la naturaleza hay una gran cantidad de estímulos olfativos que en casa se reducen, por lo que debemos incorporarlos.
¿Y en cuanto a la importancia de los lugares altos?
Mientras que el perro es un animal de manada y se siente protegido en grupo, el gato es solitario y necesita controlar su territorio desde las alturas, donde se siente seguro y tiene una mejor perspectiva. Por tanto, debemos ofrecerle accesos a alturas, escondites y un entorno predecible con rutinas que le aporten seguridad. Estas son algunas de las necesidades fundamentales para que un gato sea feliz. Por supuesto, cada gato es un mundo y es esencial valorar sus necesidades particulares.
Historias animales
‘Peludos en la ciudad’
En Guyana Guardian queremos recoger tu historia con tu mascota en la ciudad. ¿Te has encontrado con dificultades a la hora de desarrollar tu día a día con tu animal en la urbe? ¿Has tenido que migrar de tu hogar y tu perro o gato te ha ayudado a adaptarte? ¿Eres artista callejero o practicas yoga y junto a tu compañero peludo formáis un tándem irrompible? Nos puedes hacer llegar tu experiencia a [email protected].
¿Qué errores cometemos casi todos sin ser conscientes?
A nivel general, no ofrecer suficiente enriquecimiento ambiental, dejando los espacios monótonos y sin elementos que imitan la naturaleza. Otro error es no respetar la necesidad que tienen de disponer de territorios bien definidos, como no proporcionarles lugares donde se sientan seguros o no darles la oportunidad de controlar su entorno. También es habitual invadirles, relacionándonos con ellos sin respetar su espacio o sin entender su lenguaje corporal. A esto se suma el error de alimentarlos solo con pienso, racionar la comida, colocar el agua junto a la comida o no atender su salud física y emocional. En los hogares multigato es muy común que exista competencia por recursos y que la distribución de estos sea incorrecta
¿Qué señales indican que un gato está aburrido, estresado o frustrado, aunque parezca tranquilo?
Los gatos son muy sutiles al comunicarse y, al igual que cuando tienen dolor físico, los problemas emocionales no siempre son evidentes a simple vista. Muchas veces, las señales de malestar se manifiestan a través de problemas de conducta, como agresividad, orinar fuera del arenero o una vocalización excesiva. Sin embargo, muchas otras veces el gato muestra su malestar de forma más sutil. Por ejemplo, un gato aburrido o estresado puede mostrar menos interés en el juego, reaccionar menos a los estímulos o pasar mucho tiempo durmiendo.
¿Se vuelven más irascibles?
Pueden volverse más irascibles, comer en exceso o perder interés en las interacciones sociales. En algunos casos, puede volverse más demandante o, por el contrario, más retraído. Otros signos incluyen un acicalamiento excesivo, comportamientos repetitivos, cambios en el patrón de sueño o una mayor sensibilidad a los estímulos del entorno.
“La gran mayoría de las familias que me contactan lo hacen porque ya enfrentan problemas de comportamiento evidentes en sus gatos”.
¿Qué tipo de familias contactan contigo: las que quieren prevenir problemas o las que llegan ya con crisis?
La gran mayoría de las familias que me contactan lo hacen porque ya enfrentan problemas de comportamiento evidentes en sus gatos, como la eliminación inadecuada, las vocalizaciones excesivas o la destrucción de muebles. Estos problemas, que dificultan la convivencia, son los que más frecuentemente motivan a las personas a buscar ayuda.
Por otro lado, existe un porcentaje menor de personas que se ponen en contacto debido a problemas menos evidentes; gatos que están apáticos, que son muy miedosos o que no juegan. Estos gatos, aunque no causan molestias inmediatas, sufren tanto o más que los primeros y tienen una calidad de vida que es necesario mejorar.
¿Y si no hay señales evidentes?
En estos casos, la falta de señales evidentes impide que los tutores detecten sus necesidades, privándolos de la oportunidad de mejorar su bienestar. Es algo que observo con frecuencia y que pone de manifiesto la importancia de una atención preventiva y comprensiva.
¿Un consejo para las familias?
Que observen. Yo en mi programa, Coaching de Bienestar Felino, les ayudo a comprender y satisfacer las necesidades de su felino, evitando que surjan problemas de comportamiento. Y esto es precisamente lo que disfruto, porque me permite acompañar a gatos, ayudarles a estar mejor y a evitarles sufrimiento.


