Desde que es una niña ha sentido una auténtica necesidad de ser solidaria y empática con toda vida animal. No entiende como hay gente que los ignora, pero todavía comprende menos la crueldad y el sadismo que algunas personas practican con esas vidas frágiles. La energía humana de Sheila Lamas irradia luz y serenidad. Tiene 45 años y vive en Pelabravo (Salamanca), en una finca a las afueras del pueblo, donde en dos años y medio ha logrado que 155 gatos vivan mucho mejor.
¿Le apasionan los animales desde que era una niña?
Exacto, siempre he sentido hacia ellos un sentimiento de profundo respeto. Creo que se trata de algo innato. Cada vez que veo un animal en apuros soy completamente incapaz de mirar hacia otro lado, de hacer como si no lo hubiera visto.
Historias animales
‘Peludos en la ciudad’
En La Vanguardia queremos recoger tu historia con tu mascota en la ciudad. ¿Te has encontrado con dificultades a la hora de desarrollar tu día a día con tu animal en la urbe? ¿Has tenido que migrar de tu hogar y tu perro o gato te ha ayudado a adaptarte? ¿Eres artista callejero o practicas yoga y junto a tu compañero peludo formáis un tándem irrompible? Nos puedes hacer llegar tu experiencia a [email protected].
Toda vida en apuros, frágil y amenazada, para usted se convierte en una misión fundamental…
Lo cierto es que me siento con la imperiosa necesidad de cuidar y dignificar aquellas existencias. Se trata de generar empatía y respeto hacia ellos. Es exactamente eso lo que siento hacia todos los animales del mundo.
Ha observado que hay demasiadas personas que no sienten respeto alguno por la vida animal.
Y siempre me ha sorprendido que la condición humana sea, tantas veces, así de insensible. También he observado sadismo. Algunas personas están convencidas de que son seres superiores respecto a los animales, y los tratan como si fueran un objeto. Creen que con un ser más débil pueden ejercer su poder de manera arbitraria.
Usted los denomina los rotos, los sin voz, los invisibles…
¡Son tan vulnerables! Estoy convencida de que alguna gente trata mal a los animales por desconocimiento, por no saber cuáles son sus necesidades. Nuestra sociedad va demasiado deprisa, y poca gente se detiene a poner en valor esas vidas frágiles que necesitan de nuestra sensibilidad.
El suyo es un canto de luz.
Se trata, ni más ni menos, que de dar vida a la vida. Tenemos que saber y poder darles una segunda oportunidad a los seres que no la tienen.
¿Cuál fue su “clic”?
Un día cualquiera, paseando con mi marido y nuestros perros por el campo, vimos dos yeguas, dos caballos en una situación alarmante y crítica. De eso ya hace 14 años. Eran dos yeguas abandonadas en un recinto, sin agua y sin comida, dos verdaderos esqueletos, dos almas famélicas. Nos movimos y dimos con el dueño de aquellos dos cadáveres andantes. Al final, logramos sacar a los dos caballos de aquella situación infernal. Hablamos con su dueño. Estaban a punto de morir y los iban a vender como carne, pero el mercado no los aceptaba por temas sanitarios. Por eso se decidió dejarlos morir de esa manera tan cruel e indigna.

Gracias a Sheila, dos yeguas pudieron sobrevivir.
Las sacaron de aquel inframundo y ahora son felices…
Las llamé Laya y Kalessi. En tan solo tres semanas se recuperaron del todo. Una de ellas falleció, pero estaba preñada y ahora tengo a su hija, una preciosa potra que se llama Ginebra. Laya, la otra, sigue divina.
Y les han construido su propio hogar en el campo.
En nuestra finca, y viven en semilibertad, están radiantes. Hacen lo que les da la gana, entran y salen de su propia casa cuando les apetece.
La visión de aquellas dos yeguas esqueléticas fue el detonante de su radar solidario…
Ese fue realmente el inicio de todo, ese afán por recuperar y cuidar vidas de animales frágiles y en peligro. Ahora que miro hacia atrás, fue como un juego de piezas de dominó. Una historia me trajo la siguiente… Y es que cada vida animal en apuros que se cruza en mi camino es un mensaje que leo, interpreto y que me invita a pasar a la acción.
Tenemos que hacerle un pequeño gran homenaje a la alcaldesa de Pelabravo, Mayte García…
Es una política empática. Gracias a ella se ha implementado el método CER (Captura, Esterilización y Retorno), todo con dinero municipal. Gracias a su sensibilidad, nuestra comunidad gatuna vive dignamente. Ya no hay camadas desamparadas de gatos… Morían por cualquier cosa: por parásitos, ataques de otros animales o por enfermedades de transmisión sexual. El gran objetivo es brindarles calidad de vida a los gatos.
En dos años y medio han logrado que 155 gatos de Pelabravo vivan mucho mejor.
Creo que llevo un radar y que lo saco a pasear por la vida… El radar de la sensibilidad y de la solidaridad con las vidas animales frágiles. Mi radar de la vulnerabilidad detecta gatitos necesitados. Hago lo posible, y muchas veces lo imposible, para salvarlos.
En la calle, la vida de un gato son dos años.
Es poquisimo, teniendo en cuenta que un gato puede vivir hasta 18 años en condiciones optimas.
Mi radar de la vulnerabilidad detecta gatitos necesitados; hago lo posible, y muchas veces lo imposible, para salvarlos
También colabora con la protectora Adopta una vida.
Lo gestiona Susana, están en Salamanca. A través de ellos conseguimos adopciones de gatos. Les encontramos el mejor hogar posible, dejándoles en las manos responsables que merecen. Los protocolos de adopción que aplicamos son muy completos y estrictos, y la verdad es que es muy necesario que sea así. Mueren muchísimos gatos cada año cayendo por balcones y terrazas. Por eso, cuando una persona o una familia quiere adoptar un animal, lo primero que inspeccionamos es eso.
Los gatos en la calle tienen miedo.
Le tienen pánico a todo. Andan por ahí perdidos y desorientados, porque si les sacas de su zona de confort se quedan aturdidos, y pueden morir por inanición o por un atropello. El mundo les da miedo, viven aterrorizados.