Judith Maciá Pastor es conductora de autobús escolar desde hace más de una década. Tiempo suficiente para haber recopilado historias que van desde la solidaridad a la seguridad, sin olvidar su experiencia como mujer en un sector tradicionalmente dominado por hombres.
La responsabilidad
Formación y preparación

Los pasajeros del autobús escolar son la mayor responsabilidad de los conductores.
Para conducir un autobús escolar, Judith explica que es imprescindible contar con el carnet tipo D, el Certificado de Aptitud Profesional (CAP) y la tarjeta de tacógrafo. “Es un trabajo que exige no sólo habilidades técnicas, sino también una gran responsabilidad, ya que transportamos a los más pequeños”, recalca. Además, aboga por programas de formación continua que refuercen la seguridad y el manejo defensivo, así como protocolos claros para emergencias.
“La seguridad es nuestra prioridad absoluta,” asegura. Todos los vehículos pasan revisiones técnicas rigurosas y son inspeccionados por las autoridades competentes. La auxiliar de ruta, asignada a cada autobús, supervisa que los niños viajen correctamente sentados y con el cinturón de seguridad.
Judith plantea la necesidad de mejorar las políticas de seguridad. Entre sus sugerencias, destaca la implementación de protocolos efectivos para emergencias, formación en primeros auxilios y manejo de acoso en el autobús. También subraya la importancia de revisar las rutas escolares para evitar zonas peligrosas.
La situación laboral
Discriminación y desafíos de género

Judith Maciá dentro de su autobús
Judith no duda en abordar un tema delicado: la discriminación. “Antes de ser madre, escuchaba comentarios despectivos en mi empresa, como que las mujeres jóvenes éramos un riesgo por poder quedarnos embarazadas”, relata. Además, durante la pandemia, vivió un despido tras informar de su segundo embarazo. “Me dijeron que podría regresar después de dar a luz, pero fue un golpe duro”, explica.
A pesar de ello, se muestra optimista: “Desde hace tres años trabajo en Grupo Pamel, que valora mi experiencia y facilita la conciliación. Es alentador ver a más mujeres incorporarse al transporte.”. De hecho, la contrataron estando embarazada de siete meses. “Aunque es una empresa pequeña se portaron mejor conmigo que otras con más renombre en el sector”, remarca. A pesar de los retos, Judith valora profundamente su profesión. “Es más que un trabajo; es una responsabilidad y una forma de conectar con las comunidades,” concluye.
La Dana
Solidaridad y voluntariado

El transporte escolar reconvertido en un autobús para voluntarios de la Dana
Uno de los momentos más significativos en la carrera de Judith ocurrió hace unas semanas, durante las labores de apoyo tras la DANA en Valencia. “Llevé a un grupo de voluntarios a Algemesí, un pueblo devastado por la catástrofe. Al llegar, las calles estaban cubiertas de barro y escombros”, recuerda.
Tras aparcar el autobús, Judith se sumó a las tareas de empaquetado de donaciones. “Una madre vino con su bebé buscando ropa y nos agradeció entre lágrimas. Fue un momento que me recordó que, aunque mi labor principal es conducir, también puedo ser parte de algo más grande”, cuenta emocionada. La experiencia no terminó allí. Días después, en Paiporta, participó en la limpieza de casas afectadas. “La camaradería entre los voluntarios era inspiradora. Esto me hizo reflexionar sobre cómo mi profesión también puede contribuir a la solidaridad y esperanza”, afirma.
El testimonio de Judith es un recordatorio de que detrás del volante de un autobús escolar hay personas comprometidas, no sólo con la seguridad de los niños, sino también con el bienestar de la sociedad, incluso, en los momentos más difíciles.