Este lunes ha comenzado el otoño meteorológico, que se prolongará hasta el 30 de noviembre. La bajada de las temperaturas han ayudado a terminar de extinguir la oleada de incendios, muy extrema por las características del fuego y la cantidad de hectáreas quemadas. El calendario y las condiciones climáticas de la península, con un mar Mediterráneo que acumula mucho calor, plantean ahora otra preocupación entre expertos y científicos: la posibilidad de que la temporada de gota fría -de danas- sea también muy intensa.
La “energía extra” que aporta un Mediterráneo peninsular con anomalía positiva de dos grados respecto a la media no tiene por qué generar una temporada de tormentas extremas, como la que el año pasado cayó sobre la Comunidad Valenciana, con un trágico saldo de más de 200 muertos, o la que en 2023 inundó Toledo -3 fallecidos-, dejando a 290 municipios bajo el agua.
El peligro de una dana
El mar caliente pone a disposición de la atmósfera más energía y humedad

Una tormenta extrema causó el pasado otoño más de 200 muertos y numerosos daños materiales en la Comunidad Valenciana
El factor clave, totalmente impredecible, es el chorro polar. “Sin aire frío bien situado en capas altas y aporte de vientos húmedos de levante la temperatura del Mediterráneo de por sí no produce lluvias generales y torrenciales”, explican desde la Asociación Meteorológica del Sureste (Ametse). “Es como jugar al bingo y tener más cartones en la mano. Puede no salir, pero el aumento de las probabilidades está presente”, pone de ejemplo Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet).
Lo innegable, agrega, es que “venimos de un verano extremadamente cálido”, camino a ser uno de los dos veranos con mayor temperatura en España, junto con el de 2022. Además, los pronósticos indican que, muy probablemente, el otoño también tenga temperaturas superiores a la media. La guinda es un mar Balear, que se extiende por la Comunidad Valenciana y Catalunya, con oscila entre los 26 y 28 grados, dos más de lo que corresponde a la época.
“Esta foto fija no implica que vayamos a tener necesariamente lluvias torrenciales. Sin condiciones atmosféricas favorables, sin ese chorro polar, no tendremos grandes tormentas”, aclara Del Campo, que recuerda el 2017, con un verano “muy caluroso” y un Mediterráneo también con una anomalía positiva, pero con un otoño que transcurrió sin ninguna tormenta de gran magnitud.
Ahora bien, de formarse una dana, la probabilidad de que sea más intensa es alta debido a que el mar caliente “pone a disposición de la atmósfera más energía y humedad”. “Más combustible”, coincide Daniel Argüeso, climatólogo de la Universidad de las Islas Baleares, especializado en el estudio de la respuesta de los fenómenos climáticos extremos al cambio climático, en especial las precipitaciones intensas de corta duración en el Mediterráneo.
Este científico propone la analogía de una receta de cocina con dos ingredientes principales, las situaciones de inestabilidad -masas de aire frío que se descuelgan del flujo general y que alcanzan la península- y la humedad y energía que aporta el Mediterréneo. En lo que respecta al primer ingrediente, subraya que no existe ningún estudio que certifique que sea distinto ahora por el cambio climático. Pero el segundo ingrediente, producto del calentamiento global, sí es singular respecto a otros años: más energía y más humedad.
Las zonas de mayor riesgo son las mediterráneas, por la proximidad al mar y también por la orografía, con montañas cerca de la costa
Sobre las zonas que puedan llegar a ser las más afectadas en caso de “mezclarse estos dos ingredientes”, el portavoz de Aemet afirma que “no hay ninguna región exenta”, debido a que cada vez con más frecuencia estas lluvias torrenciales salen de su “hábitat natural”, de la zona mediterránea.
“Recuerdo hace 20 años una gota fría mortífera en el País Vasco, Cantabria, Navarra. Claro que las zonas de mayor riesgo son las mediterráneas, por la proximidad al mar y también por la orografía, con montañas cerca de la costa, lo que favorece también la formación de tormentas”, explica Del Campo.
Este “relieve” genera que las tormentas “se queden ancladas durante varias horas”, dejando decenas de litros por metro cuadrado en poco tiempo. Además, como las montañas están cerca de la costa, el sistema de drenaje es de “gran pendiente”. “Cuando llueve en las cabeceras de los cauces, en las zonas de montaña, la evacuación del agua suele generar inundaciones relámpagos”.
Este año, la preocupación también se traslada al noroeste, por la fuerte erosión del suelo que han dejado los incendios. “Cuando tenemos una vegetación sana, un bosque maduro, todo el sistema de raíces y la propia existencia de arbolado y arbustos hacen de freno de la lluvia torrencial. Cuando producto del fuego aumenta muchísimo la erosión y se pierde el suelo maduro y fértil, nos enfrentamos a un problema añadido en caso de un evento extremo”, alerta.
El mediterráneo y un calentamiento que empieza a ser crónico

Por cuarto año consecutivo el Mediterráneo está con temperaturas muy por encima de la medida
Del Campo advierte que por cuarto año consecutivo el Mediterráneo está con temperaturas muy por encima de la medida. En 2025, la anomalía ha sido aún más excepcional, con todos los días de los primeros ocho meses del año -del 1 de enero al 31 de diciembre- con un registro más elevado de lo habitual.
“Es decir, en el 100% de los días, el mar Mediterráneo más próximo a España ha estado más cálido que lo normal. Es una barbaridad. Sólo hubo un momentito, a finales de julio, en el que el mar estuvo cerca de la normalidad. Pero el resto del año, especialmente en junio y agosto, lo hemos tenido bastante más caliente”, detalla. Y agrega: “Volvemos a la analogía de los cartones del bingo: cuando llegue una dana, cuando llegue una situación atmosférica propicia para que se den tormentas, pues ahí sí que tenemos los cartones marcados para que aparezcan las lluvias extremas”.
Argüeso coincide, aunque pide tiempo para saber si el Mediterráneo está entrando en una “nueva normalidad” o si sólo se trata de una seguidilla de años anómalos. “Cuando hablamos del clima, tenemos que esperar un tiempo mucho más largo para saber si estamos ante un caso puntual de una serie de años o si realmente nos enfrentamos a una nueva situación”, señala. Si bien a su juicio es “prematuro” hablar de un “nuevo Mediterráneo”, no hay lugar a dudas de que la península se enfrenta a una “situación que hasta ahora es extraordinaria”. Además, si se miran las proyecciones a largo plazo, todo hace indicar que las temperaturas de mares y océanos se incrementarán producto del calentamiento global.
La difícil tarea de advertir sin alarmar
Más allá de existir condiciones climáticas propicias para un otoño de grandes tormentas -el mensaje científico-, las lluvias extremas pueden no producirse. Por lo tanto, la comunicación de esta posibilidad es “sumamente difícil y complicada”, coinciden Del Campo y Argüeso, que ven una delgada línea entre la necesaria advertencia y la errónea interpretación de un “alarmismo paralizante y contraproducente”.
“Es clave comunicar sin alarmar. Pero no es fácil. No podemos dejar de advertir que tenemos una bomba de relojería, un combustible adicional que es el Mediterráneo con su actual temperatura. Admito que es muy complejo de transmitir y que muchas veces, sin quererlo, se puede caer en un alarmismo que no ayuda a esa difusión correcta de la información”, reflexiona el portavoz de Aemet.
Para el investigador de la Universidad de las Islas Baleares, el rol del científico a nivel de divulgación es “aportar el conocimiento más riguroso” para que “penetre en la sociedad”. Ningún experto, afirma, quiere caer en el alarmismo, pero cuando se repiten impactos muy severos por eventos extremos es difícil no hacerlo.
Como además se trata de una emergencia muy politizada, las críticas por “A o por B” siempre están a la orden del día: “Si te preparas lo suficiente y logras advertir del impacto, aparecen las voces de que el impacto no era tan grande como se decía. Si no te preparas y no adviertes, la crítica es por no haber dicho nada. Frente a esto, yo prefiero prepararme y que no haya víctimas ni daños económicos y después recibir la crítica de que quizás no era para tanto. Lamentablemente, hay que aprender a convivir con esto, porque siempre va a haber una interpretación contra la ciencia que alguien puede usar interesadamente”, concluye Argüeso