El jefe de Android consiguió su contacto con Google escribiendo un email que nadie se atrevería a mandar: “A veces, la ingenuidad de alguien sin esa formación convierte a una persona en un emprendedor mucho mejor”
Buscarse una oportunidad
A pesar de negarse a entrar, Samat recibió contactos valiosos que apoyaron económicamente su startup, y encontró el impulso necesario para continuar cuando sus socios ya pensaban en abandonar
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Rechazar la oferta adecuada permitió reforzar un proyecto que estaba en riesgo
Enviar un correo electrónico a las tres de la madrugada a uno de los fundadores de Google puede parecer un gesto fuera de lugar, pero en 1999 Sameer Samat lo hizo sin pensárselo demasiado. No tenía una relación personal con Sergey Brin. Tampoco formaba parte del entorno de Silicon Valley donde era habitual cruzarse con figuras influyentes.
Aun así, decidió escribirle. Tenía una pregunta clara, un dilema entre manos y la intuición de que Brin podía tener una respuesta útil. Aquel mensaje acabó marcando un punto de inflexión en su trayectoria profesional.
Pedir consejo con honestidad fue el primer paso hacia una oferta
Samat tenía poco más de veinte años y dirigía una pequeña empresa de aprendizaje automático en plena efervescencia del boom tecnológico. El proyecto había empezado a tambalearse tras varios desacuerdos internos, y algunos de sus socios querían abandonar para continuar sus estudios.
En medio de la tensión, Samat redactó el correo. Había leído trabajos académicos de Brin y creía que él también se había encontrado en una situación similar. Le preguntó qué haría en su lugar y planteó su conflicto con total honestidad.
Sergey Brin
Según explicó en una entrevista con Business Insider, la respuesta de Brin llegó un minuto después. Le propuso ir a las oficinas de Google para hablar del tema. Una vez allí, la reunión se transformó en una especie de entrevista. Brin fue llamando a diferentes ingenieros para que lo conocieran. El encuentro acabó con una oferta formal de trabajo en la empresa. Samat, sin embargo, decidió seguir con su proyecto y rechazar el puesto.
Brin entendió la decisión y fue un paso más allá. Le recomendó buscar financiación adecuada si quería seguir adelante con su startup. Le presentó a varias personas y algunos de esos contactos acabaron invirtiendo en la empresa que Samat fundó con sus socios.
Aquel correo, escrito en plena noche, no solo le abrió la puerta de una conversación con uno de los referentes tecnológicos del momento, sino que también le ayudó a consolidar su primera aventura empresarial.
Más allá de la decisión que tomó entonces, Samat siguió recordando aquel intercambio como un momento clave para su porvenir. La iniciativa de escribir ese mensaje fue el detonante de una cadena de oportunidades. En su camino posterior, esa anécdota funcionó como un ejemplo de lo que puede ocurrir cuando se toma la iniciativa en el momento justo.