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Paul Krugman, economista: “El frenesí por la IA juega un papel similar al del frenesí por internet de hace 25 años, pero existen algunas diferencias importantes y preocupantes”

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Paul Robin Krugman (Albany, Nueva York; 28 de febrero de 1953) es un economista estadounidense. Profesor de Economía y Asuntos Internacionales en la Universidad de Princeton, profesor centenario en Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres, académico distinguido de la unidad de estudios de ingresos Luxembourg en el Centro de Graduados de CUNY,

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En su blog, Paul Krugman (Premio Nobel de Economía en 2008) lanza una advertencia tan calculada como preocupante: el entusiasmo desbordado que hoy genera la inteligencia artificial (IA) se parece al que envolvió a las tecnológicas en los años 90. Pero, advierte, “también hay diferencias importantes y preocupantes”.

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El símil que propone Krugman llama la atención en los efectos colaterales que puede tener esta concentración tecnológica. Ya lo vimos en el auge de internet: grandes promesas, innovaciones reales... y muchas expectativas que no llegaron a nada.

La revolución digital iniciada en los años 90 con internet trajo consigo mejoras tangibles en productividad, sobre todo entre 1995 y 2005. Según datos del Bureau of Labor Statistics citados por Krugman, el crecimiento de la productividad total se disparó durante ese tiempo.

Para Fernando Córdova Riquelme, ingeniero y máster en Innovación y Desarrollo de Negocios por la Universitat de València, indica en su perfil de LinkedIn que la inteligencia artificial “marca el inicio de una nueva etapa, con potencial para transformar profundamente la educación, la medicina, la industria y hasta la creatividad”. Sin embargo, ambos expertos coinciden en que el impacto de la IA podría no ser tan duradero como algunos anticipan.

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Krugman recuerda que muchas empresas del primer boom tecnológico se desplomaron porque, pese a tener ideas válidas, no lograron monetizarlas a tiempo. La diferencia con hoy es que las grandes beneficiadas del auge de la IA ya son gigantes consolidados, como Google, Microsoft o Nvidia. Uno de los aspectos más críticos señalados por Krugman es la concentración del capital y del poder político en manos de unas pocas tecnológicas. En los 90, Silicon Valley se presentaba como un territorio libre y rebelde frente al poder estatal. Ahora, esas mismas empresas invierten millones en lobby, compran influencia y están cada vez más alineadas con intereses gubernamentales. Las tecnológicas ya no quieren sólo innovar, también quieren legislar, podría decirse.

Córdova hace hincapié en que la dimensión humana no puede perderse de vista mientras se persiguen beneficios financieros. Mientras que Krugman admite que la IA tiene aplicaciones más tangibles que las criptomonedas, también advierte que parte del frenesí es puro FOMO: el “miedo a quedarse fuera” que empuja a invertir sin pensar.

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Ambos expertos coinciden en que la IA no es humo. Pero tampoco es magia. La historia ya enseñó que entre el entusiasmo y el impacto real hay un trecho. Y que, muchas veces, lo que empieza con promesas acaba con rescates.