Alberto Soler, psicólogo: “Si repites mil veces a tus hijos que en la mesa no se usan móviles, pero tú lo tienes en la mano durante la cena, aprenden justo lo contrario”

Familia digital

Alberto Soler, psicólogo

Alberto Soler, psicólogo

Oscar Corrons

Así lo afirma el psicólogo Alberto Soler, quien lleva años reflexionando sobre cómo nuestras propias rutinas digitales tienen un peso directo en la educación de los hijos. Y no se trata sólo de normas verbales: “Nuestros hijos no aprenden tanto de lo que decimos, sino de lo que nos ven hacer”, remarca el experto.

Durante una cena cualquiera, es habitual ver a un adulto revisar mensajes de WhatsApp mientras el menor come en silencio. Puede que, en otras circunstancias, el propio progenitor diga algo como: “¡Guarda el móvil, que estamos comiendo!”. El problema es que esa frase pierde fuerza si quien la pronuncia no lo aplica. “Si repites mil veces a tus hijos que en la mesa no se usan móviles, pero tú lo tienes en la mano durante la cena, aprenden justo lo contrario”, advierte Soler.

Se educa con el ejemplo

Y es que, como insiste el psicólogo, la mesa no es sólo un lugar para alimentarse: “Es un espacio de convivencia”. Por eso, si hay pantallas, la conversación se interrumpe, la atención se dispersa y ese momento se transforma en una rutina más, sin alma ni escucha real.

La Revista Psicología Científica recoge datos preocupantes. Según su informe ‘Prácticas parentales y uso generalizado y problemático de Internet’, las conductas digitales de los padres tienen una relación directa con el modo en que los adolescentes se vinculan a la red. En la investigación, que analizó a 778 jóvenes de entre 12 y 22 años, se evidenció que el control psicológico paterno y materno contribuye de forma negativa al bienestar digital de los menores. En cambio, dimensiones como la comunicación positiva, la autonomía guiada y el control conductual equilibrado actúan como protectores. En palabras de los autores, “un alto apoyo parental se relaciona con un menor número de problemas, tanto emocionales como de conducta”.

Otro dato revelador es que el 60% de los adolescentes de países como México, Colombia o Chile prefieren estar conectados a internet antes que realizar cualquier otra actividad. Un dato cada vez menos sorprendente si se considera que muchos hogares han naturalizado el uso constante del teléfono en cualquier contexto, incluso en espacios que deberían ser libres de pantallas, como la hora de la comida.

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Alberto Soler lo resume de forma muy gráfica: “Si quieres que tus hijos no usen pantallas en la mesa, empieza por ti”. Un reto que parece simple pero que, en la práctica, resulta incómodo. Porque implica revisar hábitos propios, no sólo imponer normas a los demás. Implica apagar la tele, guardar el móvil y mantener una conversación mirándose a la cara. Algo que no siempre apetece después de un día laboral largo, lleno de estímulos y cansancio acumulado. Pero es precisamente ahí donde radica la responsabilidad adulta. 

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