Alejandro Villena, psicólogo: “Los creadores de tecnología saben perfectamente que está diseñada no para ayudar, sino para generar adicción, para ellos, nuestros adolescentes no son adolescentes, sino que son clientes”

Adicciones digitales

Alejandro Villena es psicólogo

Alejandro Villena es psicólogo

Alejandro Villena

Hay una línea muy final entre un uso responsable de la tecnología y crear una relación de dependencia, y en los jóvenes más. Es por ello que los padres tienen que tomar medidas, como hacen los dueños de estos imperios. Alejandro Villena, psicólogo y divulgador, no se anda con rodeos. “Estos creadores de esta tecnología saben perfectamente que está diseñada no para ayudar, sino para generar adicción. Y para estos creadores, la tecnología y nuestros adolescentes, sobre todo, no son adolescentes, sino que son clientes”, denuncia con una claridad que incomoda. Para él, las grandes empresas tecnológicas no sólo conocen el daño que sus productos provocan, sino que lo tienen tan asumido que toman precauciones… pero sólo con sus propios hijos.

Impacto directo en la salud mental de los jóvenes

Y pone ejemplos muy concretos: “Hace poco salió una entrevista de Bill Gates, que dice que bajo ningún concepto le hubiera dado un teléfono móvil a su hija hasta los 14 años, porque sabía lo perjudicial que era. O Mark Zuckerberg, que a sus nannies, las que cuidan de sus hijos, les obliga por contrato a afirmar que ni siquiera van a sacar el teléfono móvil delante de sus hijos”. Según Villena, quienes desarrollan las plataformas saben exactamente qué botones tocar para que el usuario se quede atrapado.

Esta mirada crítica hacia la arquitectura de las redes sociales y los videojuegos se alinea con los datos que manejan profesionales como la psicóloga Jéssica Sanchis Buades, quien advierte que “la adicción a las nuevas tecnologías puede tener efectos devastadores en la salud física, emocional y social de los individuos, especialmente los adolescentes”. Las redes sociales no sólo nos conectan, también comparan, exponen, distraen. Está diseñada, milimétricamente, para generar ese efecto.

Las consecuencias no se hacen esperar. Los estudios muestran un vínculo cada vez más estrecho entre el uso excesivo de redes y el aumento de los trastornos de ansiedad, depresión e incluso insomnio. “La exposición constante a las pantallas interrumpe la calidad del sueño, especialmente por la luz azul que bloquea la producción de melatonina”, añade la psicóloga. Los síntomas se confunden con los de otras adicciones: incapacidad de desconectar, pérdida de interés en otras actividades, irritabilidad, alteraciones del estado de ánimo y aislamiento social. Pero, a diferencia de otras adicciones, esta está normalizada y en muchos hogares se percibe como inofensiva.

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Tanto Villena como Sanchis coinciden en que limitar el uso de dispositivos no es sólo recomendable, es urgente. La psicóloga propone medidas claras: establecer horarios para el uso de pantallas, crear zonas sin tecnología (como dormitorios y comedores) y fomentar actividades alternativas como el deporte o la lectura. Villena va más allá. Para él, no basta con educar a los hijos. Es necesario que las familias entiendan cómo operan las dinámicas de recompensa digital y pongan límites dando ejemplo. Porque cuando quien crea la herramienta no deja que sus propios hijos la toquen, es evidente que el peligro no es una exageración.

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