Cada vez son más los adolescentes que pasan horas delante de una pantalla. El móvil, los videojuegos, las redes sociales o el streaming de contenido parecen haber ocupado buena parte del tiempo que antes dedicaban a actividades físicas, relaciones cara a cara o incluso al descanso. Pero no se trata sólo de una cuestión de tiempo. Según explica Olga M. Caba, psicóloga especializada en adicciones y trauma, “el principal peligro que tienen las adicciones a las nuevas tecnologías es la interferencia negativa que presenta en la vida cotidiana”. Y esto, en el caso de los jóvenes, es especialmente preocupante.
Una interferencia en su día a día
En palabras de la experta, este tipo de adicción “aísla principalmente del contexto social”. Quienes la padecen tienden a perder habilidades básicas de interacción, se alejan de sus círculos familiares y de amistad, y comienzan a mostrar un descenso en el rendimiento escolar o una falta de interés por las actividades que antes disfrutaban.
El Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) advierte de que este uso desmedido de la tecnología tiene un nombre: nomofobia. Es una adicción caracterizada por la necesidad incontrolable de estar conectado, la irritabilidad cuando no se puede acceder al dispositivo, la pérdida de interés por otras actividades y la negación constante del problema.

Hay señales que indican que hay un problema de adicción.
No es la tecnología en sí la que resulta perjudicial, sino el tipo de relación que se establece con ella. En muchos casos, el menor deja de lado deberes básicos como comer o dormir, interrumpe sus rutinas o se desconecta emocionalmente de su entorno. Además, se produce una necesidad creciente de validación externa a través de ‘likes’ o interacciones digitales, lo que afecta a su autoestima y genera una dependencia difícil de romper. “Hay pérdida de control del uso, tolerancia, abstinencia… síntomas muy similares a cualquier otra adicción”, afirma Caba. Y aunque algunos padres insisten en limitar el tiempo frente a las pantallas, no siempre logran frenar una dinámica que, para muchos menores, ya es adictiva.
Cómo prevenir el uso excesivo de pantallas en adolescentes según el INCIBE
1Establecer tiempos concretos para el uso de dispositivos, equilibrándolos con otras actividades como el deporte o el ocio al aire libre.
2Fomentar el diálogo y la confianza para abordar la tecnología sin confrontaciones.
3Dar ejemplo desde casa
4Utilizar herramientas de control parental o pactos familiares para ayudar a los menores a autorregularse.
5Promover relaciones sociales reales y actividades que desarrollen su pensamiento crítico.
La adicción digital no es una moda pasajera ni un simple exceso juvenil. En muchos casos, es una forma de evasión ante inseguridades, problemas emocionales o falta de habilidades sociales. Por eso, como recuerda Olga M. Caba, “es muy importante prestar atención al uso inadecuado de las pantallas”, y no tanto al tiempo, sino al impacto que tienen en la vida diaria.