El Festival de Sitges, el entorno donde el cine de género se celebra con una devoción casi religiosa, llega cada año repleto de sorpresas: películas que, aunque nacen fuera del radar de los más cinéfilos, acaban convirtiéndose en auténticas joyas de culto. Este año, una de esas joyas ha sido Luger, el debut cinematográfico de Bruno Martín.
A pesar de contar con un presupuesto tan ajustado que su propio director tuvo que poner buena parte de su bolsillo, Luger tiene poco o nada que envidiar a las grandes producciones de acción de Hollywood. Ambientada en un polígono ficticio donde dos buscavidas aceptan cualquier encargo de una abogada de moral flexible, la película es lo más parecido a jugar al Grand Theft Auto que se ha rodado jamás en España.
Sin embargo, lo más llamativo está en su reparto: Mario Mayo —que ya arrasó en Sitges con Os reviento— y David Sainz, conocido por dirigir y protagonizar Malviviendo, forman una pareja improbable pero magnética. Hablamos con Sainz sobre su regreso como actor, su papel en Luger y las nuevas formas de hacer cine gracias a la tecnología.
Regresas como actor con un papel muy distinto a lo que habitúas: protagonista de un thriller de acción. ¿Cómo te llega Luger y cómo te dejas engatusar para este papel?
Me dejé engatusar para Luger como un acto purísimo de amor hacia un amigo y su proyecto. Bruno Martín (el director) ha crecido conmigo, ha sido actor en muchísimas de mis producciones y se ha sacrificado muchas veces, sobre todo cuando no teníamos los recursos que tenemos ahora. De alguna forma, se lo debía. Aun así, siempre pensé que debía haber escogido un actor mejor que yo para esta peli: alguien con más tablas, con más capacidades de vocalización… un actor de verdad, básicamente. Pero se empeñó en que tenía que ser yo. Y después de dos años insistiendo, acepté; ya estaba tranquilo, porque ya le había advertido lo suficiente. Pero, al final, estoy muy contento de haberlo hecho.
Ha sido un salto bastante grande. Al final vienes de otro registro y de producciones tuyas propias.
Woody Allen decía que si él no fuese el director de sus pelis nunca se cogería como actor, y yo opino lo mismo. Apenas he salido en un capítulo de El fin de la comedia, un cameíto en El Ministerio del Tiempo... algunas tonterías así. La mayoría de las cosas que he hecho son mías propias. Y las últimas de ellas, de hecho, fueron porque la plataforma me exigía que yo estuviese también delante de la cámara.
¿Hubieras preferido quedarte solo detrás?
Sí, por ejemplo en Mambo me hubiese gustado. De hecho, ahí fue cuando pensé: “no me da la vida para hacer las dos funciones, no puedo protagonizar y dirigir porque retrasa mucho todo”. Por eso, y aunque creo que el trabajo de actor es el más divertido del mundo, yo ya había colgado las botas de la interpretación.
David Sainz, actor y director.
A pesar de ser un cambio de registro, en Luger se ve mucho del David Sainz al que estamos acostumbrados.
Bruno me dio la posibilidad de ser natural, que es la manera que tengo de actuar, y aunque parezca mentira, a mí me es más cómodo interpretar un drama que una comedia. De hecho, la comedia que me hace gracia hay que interpretarla como si fuera un drama. Pero en este caso, Rafa —que es un tío que se lleva sufriendo los 90 minutos de la peli— fue muy guay, porque yo ya tengo esta cara de estar sufriendo todo el rato.
¿Te costó soltar la faceta de director? Después de tantas producciones en las que estabas dentro de todo.
La verdad es que no la solté mucho. Intenté apoyar todo lo que pude a Bruno, porque la película se dirigió con una velocidad brutal y necesitaba de apoyo. Bruno es una persona a la que le va muy rápido la sangre, a diferencia de mí, que soy muy tranquilo. Entonces pudo apoyarse bastante en mí. Evidentemente, las decisiones siempre eran suyas, pero yo le daba mi perspectiva y había veces que encontraba cosas que no me cuadraban y se las decía por si eso le ayudaba. La verdad es que a veces tenía que hacer un esfuerzo por callarme.
Aunque Internet nos ha dado la posibilidad a los creadores de demostrar lo que sabemos y de posicionarnos un poco mejor, sigue siendo igual de duro empezar
Luger habla de buscarse la vida, de gente que tiene que hacer lo que puede con los recursos que tiene. Esto es un poco como empezaste tú y también es como ha podido hacer esta película, ¿no?
Lo que pasa es que, aunque Internet nos ha dado la posibilidad a los creadores de demostrar lo que sabemos y de posicionarnos un poco mejor, sigue siendo igual de duro empezar. Sobre todo para los que no somos sobrinos ni amigos de nadie concreto. Y Bruno es uno de esos valientes que invierten todo para sacar adelante algo que es su sueño. Pero esta es la manera de empezar. En realidad es mejor. Cuanto más dinero tienes, más gente hay opinando sobre tu trabajo, y ahora ha podido hacer la película que él quería.
Al final tú marcaste el camino —quizás sin proponértelo— para muchos cineastas españoles, con esa filosofía tan tuya de hacer lo que puedas con lo que tengas y mostrar tu arte con los medios disponibles.
A mí lo que me gusta es contar historias, y lo he hecho en varios formatos, no solo en el audiovisual. Pero creo que los que soñamos con hacer películas, con hacer series, con hacer cine de alguna forma, lo que nos interesa es poder hacerlo. Creo que antes era imposible para alguien sin recursos ni contactos, y ahora sí lo es. Entonces yo animo a cualquiera a que haga lo que pueda con lo que tiene, que escriba o que cree una historia consecuente con los recursos de los que dispone.
Fotograma de 'Luger'.
Si funcionaba con Malviviendo, debería seguir funcionando ahora.
A ver, mi móvil ahora mismo graba mil veces mejor que la cámara con la que rodé la primera temporada de Malviviendo. Hay gente que sabe aprovechar ese recurso y hay gente que no. Y de hecho, hay gente que es incapaz de dirigir algo sin un presupuesto abultado. Pero a los que tenemos que agudizar el ingenio, no nos queda más remedio que hacerlo.
¿Se podría decir lo mismo de la inteligencia artificial? Porque al final estamos ante el mismo discurso de “hacer mucho más con mucho menos”.
A mí, a priori, la inteligencia artificial y las posibilidades que brinda me parecen geniales. Puede ser una herramienta magnífica en las manos de alguien que la utilice para potenciar sus historias. Pero, evidentemente, como con todas las cosas, se puede hacer el mal. La inteligencia artificial ya le está costando el curro a muchos profesionales, y eso es una mierda. ¿Pero qué pasa? Que creo que es inevitable. Esto es una rueda que ya ha empezado a rodar y de la que aún no hemos visto ni el 2% de su potencial. Cuando esto explote, quizás veremos cosas increíbles que nunca nos pudimos imaginar… y quizás ningún actor sea necesario nunca más.
La IA es una rueda que ya ha empezado a rodar y de la que aún no hemos visto ni el 2% de su potencial
¿Y cómo podemos luchar contra esta situación?
A mí me encantaría que la inteligencia artificial se utilizase como herramienta sin dañar la profesión de nadie; que incluso los profesionales a los que se les está quitando el curro por culpa de esto pudieran aprovecharla para su propio beneficio. Pero es complicado. Es como el día en el que internet hizo que los videoclubs desapareciesen. Al final fue inevitable.
¿Estamos desprotegidos ante lo que pueda pasar?
Todos estos cambios dan mucho miedo. Y a veces me escucho hablar así y pienso que parezco mi viejo, ¿sabes? Cuando me oía en mi habitación escuchando hip hop y decía: “eso no es música”. Y para él, quizá no lo fuera ni lo sea nunca. Pero no sé… estamos ante un acantilado y no tenemos ni idea de cuán profundo es.
Fotograma de 'Luger'.
Ahora mismo, vemos el contenido hecho por IA como algo que no está al nivel o que no interesa, pero ¿quizás eso pueda cambiar con las siguientes generaciones? Ya parece estar pasando con los brainrots...
Sí, sí, evidentemente. Eso ha pasado a lo largo de toda la historia de la humanidad con un montón de avances. Nosotros aceptamos cosas que las generaciones de nuestros padres no tenían. Evidentemente, esta cosa del cocodrilo lanzacohetes me parece la gilipollez más gorda del mundo. Pero justo ayer estuve en una tienda y vi que se vendían esos muñecos.
Se venden, se venden.
Por eso creo que puede ser generacional, pero creo que va más allá de eso. Creo que es una herramienta que va a terminar afectándonos a todos. Y en realidad sí, ahora mismo tenemos el ojo muy entrenado para captar las cosas, pero te advierto ya que va a haber un momento en el que nadie lo detecte. Tengo un colega conspiranoico que tiene una teoría que me parece muy guay al respecto: que la inteligencia artificial la han soltado porque van a empezar a verse vídeos de cosas reales muy chungas, y necesitan justificarlo del plan “nada, tranqui, es IA”.
Estamos ante un acantilado y no tenemos ni idea de cuán profundo es
Hablando de esto... ¿Cómo ves la evolución de las redes sociales en los últimos años?
Internet es solo un escaparate: cada uno enseña la mentira que le interesa, incluido yo. Cada uno hace el contenido que quiere, y creo que internet debería seguir siendo siempre un espacio libre, donde cada uno pueda hacer el ridículo como quiera.
Antes de Luger, dirigiste la serie En fin, de Prime Video, una comedia de ciencia ficción muy costumbrista. ¿Qué te atrae del género para explicar historias tan personales?
Creo que la ciencia ficción, el terror, el género en general, pueden funcionar como contexto para contar la historia que quieras contar y hablar de los personajes concretos y los conflictos concretos de los que quieras hablar. A mí me encanta el género, me encanta la ciencia ficción y me encanta, sobre todas las cosas, el terror. Ojalá algún día pueda demostrar que me gusta y que lo controlo.
Estamos en Sitges, donde precisamente se valora muchísimo el cine de género. Pero no parece que esa sea la tónica habitual del cine en España. ¿Sigue siendo un cine “de segunda” para los entornos cinéfilos?
Creo que en España hay un elitismo bastante cateto respecto al género, pero Sitges es un rincón aparte; funciona de otra forma. Aquí también hay cierto elitismo, claro, pero es distinto, más sano. Cuando fuimos a Austin con Luger el mes pasado, vi cinco películas y, de esas, cuatro eran españolas. A la gente de fuera le encanta el cine de género español. Para ellos, una peli de miedo hecha por un creador de aquí es casi una garantía, un sello de calidad. En cambio, aquí, el que hace género parece que juega en otra división. Igual que el que hace comedia. Y eso me da un poco de pena, porque al final las películas se hacen para el público, y público hay para todo. Pero si tuviera que darle un consejo a quien quiera hacer género en este país, le diría que no lo haga pensando solo en España. Que lo haga con la mirada puesta fuera, en lugares donde probablemente se valore más.


