La mitad de los robots enviados a la Luna han acabado estrellados, pero hay un país que nunca ha fracasado en sus intentos

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Tiangong, la estación espacial china.

Tiangong, la estación espacial china.

Terceros

Aterrizar en la Luna es difícil. Aproximadamente, la mitad de los robots enviados hacia allí se han estrellado. En las expediciones Apollo, hace más de medio siglo, la presencia de pilotos humanos a bordo facilitaba mucho las cosas, pues podían tomar decisiones en el último minuto para evitar zonas conflictivas; pero cuando se trata de una nave automática, que solo se guía por sus cámaras de video y altímetros, por muy sofisticado que sea su software es imposible prever todos los incidentes que pueden surgir.

Entre 1976 y 2013 se lanzaron varias misiones para orbitar la Luna. Primero fue Japón; luego le siguieron la agencia europea, India y China. Pero, en esos 37 años, nadie intentó volver a aterrizar allí. Quizá era un objetivo demasiado complicado —y caro— para encomendárselo a robots. O, simplemente, los estudios geológicos podían hacerse también desde lo alto.

Mare Imbrium.

Mare Imbrium.

Wikimedia Commons

En 2008, la sonda india Chandrayaan 1 detectó indicios de agua en las regiones polares. Eso lo cambió todo. De repente, la Luna poseía un recurso valioso, en especial de cara a futuras expediciones tripuladas. Otras agencias especiales, y también empresas privadas, se unieron a la carrera en busca del nuevo Eldorado.

De todas las agencias estatales, la china es la que está desarrollando un programa más coherente, con objetivos a largo plazo. Nunca ha sufrido un fracaso en su exploración lunar. En 2013 depositó un pequeño vehículo con ruedas en Mare Imbrium (el Mar de las Lluvias). Si hubiese aterrizado en la Tierra, esas coordenadas corresponderían a un punto del Atlántico, a 500 kilómetros al oeste de La Coruña.

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Seis años después, China repitió la operación, pero esta vez en la cara oculta. Nunca nadie lo había hecho y aún hoy sigue siendo un hito único. Y luego vinieron otras dos misiones para obtener muestras y traerlas de regreso a la Tierra: la primera, desde el hemisferio visible, y la segunda, desde el oculto. La siguiente, prevista para el 2026, será una exploración detallada de algún cráter cercano al polo sur donde establecer una primera estación permanente. A esta iniciativa, liderada por China y Rusia, se han adherido hasta ahora once países.

Frente a los éxitos chinos contrastan los repetidos fracasos de otros proyectos, la mayoría impulsados por empresas privadas. Primero, la sonda Beresheet, israelí. Se estrelló tras una dramática secuencia de apagados y reencendidos del ordenador de a bordo, en un intento por compensar el fallo de un giróscopo.

Sonda Beresheet.

Sonda Beresheet.

Terceros

EL Beresheet llevaba a bordo varios objetos protocolarios miniaturizados (la declaración de independencia de Israel, las 558 páginas de la Torah y una copia completa de la Wikipedia, entre otros). Y también un contenedor con una colonia de tardígrados vivos. Este provocaría una acalorada controversia, ya que al impactar contra el suelo podría haberse roto y salido despedido. Sabida es la resistencia de estos animales a condiciones de vacío y radiación extremos. Aunque es muy poco probable, quizá hoy sean los únicos seres vivos en nuestro satélite.

Los siguientes intentos no tuvieron mejores resultados. La sonda india Chandrayaan 2 sufrió un error de software en el último momento y se estrelló ante la mirada atónita del primer ministro Narendra Modi, presente en la sala de control. El radar altimétrico de la japonesa Hakuto-R se confundió al sobrevolar la empinada pared de un cráter: supuso que ya había llegado al suelo y apagó el motor, pese a que todavía estaba a 5 kilómetros de altura. El Luna 25, ruso, frenó durante demasiado tiempo y no pudo entrar en órbita, yendo a estrellarse en las cercanías del polo sur.

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El Peregrine fue un vehículo diseñado por una compañía privada, Astrobotic Technology, que pretendía llevar a la Luna 90 kilos de instrumentos. Entre ellos, el “Colmena”, un conjunto cinco pequeños robots del tamaño de una caja de queso en porciones, suministrados por la Agencia Espacial Mexicana. No tenían ruedas ni ningún otro medio de movimiento. Sencillamente, una vez en la Luna, serían arrojados por una catapulta para que enviasen datos desde el suelo, allá donde fueran a parar.

Por desgracia, el Peregrine sufrió el fallo de una válvula, seguido por la ruptura del depósito de combustible. Ni siquiera llegó a la Luna. Tras completar una alargada trayectoria se le dirigió hacia el Punto Nemo, la región del Pacífico donde van a parar los satélites ya abandonados que se han convertido en simple chatarra orbital (siempre y cuando conserven cierta capacidad de maniobra, claro)

Peregrine, de Astrobotic Technology.

Peregrine, de Astrobotic Technology.

Astrobotic Technology

Poco después del Peregrine, otra compañía privada —Intuitive Machines— lanzó su Odysseus, un vehículo de sorprendente diseño. Mientras que casi todos los aterrizadores lunares disponían de tres o cuatro patas, éste llevaba seis. No le servirían de mucho. Cuando estaba a punto de tomar tierra sobre un terreno en pronunciada pendiente, una pata tropezó con una roca, el soporte se rompió y la nave volcó. Su panel de fotocélulas quedó contra el suelo y el resto de instrumentos tampoco pudieron desplegarse. Aunque sus diseñadores lo consideran un éxito, al ser la primera sonda comercial que se posó en la Luna, lo cierto es que la información que pudo enviar resultó más bien escasa: unas pocas fotos y unos cuantos megabytes de datos de ingeniería.

Pero no todo han sido fracasos. En julio de 2003, la tercera sonda Chandrayaan de la India aterrizó sin novedad muy cerca del polo sur. Apenas llegado al suelo, desplegó un par de rampas por las que descendió un pequeño rover. Esto convertía a la India no sólo en el cuarto país en depositar con éxito una nave en la Luna sino también el primero en hacerlo en el polo lunar.

Sonda Blue Ghost.

Sonda Blue Ghost.

Terceros

Tan solo un par de meses después, JAXA, la Agencia Espacial Japonesa, consiguió posar su sonda SLIM a menos de cien metros del lugar escogido. Fue una demostración de la precisión conseguida por el sistema de navegación autónomo. Aunque la aventura tampoco estuvo libre de sobresaltos: Cayó de morro (era una cápsula sin patas) y quedó con su panel fotoeléctrico encarado al oeste, justo en la dirección opuesta a la esperada. Hubo que esperar una semana hasta que el Sol alcanzó una posición favorable para recargar las baterías. SLIM sobrevivió durante cinco días lunares. Gracias a él, Japón puede revindicar el título de quinto país en la Luna.

Los dos últimos intentos de alunizar son muy recientes. La sonda Blue Ghost (también un proyecto privado) se posó felizmente el 2 de marzo en la llanura de Mare Crisium. A bordo lleva una docena de instrumentos, la mayoría destinados a explorar las características del ambiente y terreno de cara a una futura construcción de albergues permanentes para los próximos astronautas que visiten el satélite.

El mismo cohete que lanzó al Blue Ghost puso en camino también a otra sonda japonesa, la Hakuto-R 2, bautizada “Resilience”. Ha tardado más en llegar porque siguió una trayectoria de baja energía, lo que permitía aprovechar mejor el empuje del cohete.

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Con “Resilience”, el fabricante japonés —iSpace— intenta compensar el fallo de su gemela hace un par de años. Como entonces, esta vez el objetivo es la extensión de Mare Frigoris, una llanura próxima al polo norte lunar (su propio nombre ya es significativo) que desde la Tierra se ve en un ángulo muy rasante. A bordo, un aparato experimental para generar agua a partir del hielo que puede encontrarse en las zonas de sombra. También un módulo en el que cultivar algas como potencial fuente de alimento. Y un diminuto rover de cuatro ruedas con el que explorar el terreno alrededor. El aterrizaje se llevó a cabo el pasado jueves 5.

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