Isaac Newton no solo fue el genio que formuló la ley de la gravitación universal. También fue un teólogo obsesivo, un estudioso del Apocalipsis, un lector incansable de la Biblia y un alquimista convencido. Fue un hombre del Renacimiento a nivel filosófico, y sin duda uno de los referentes más importantes para los científicos que vinieron después.
En uno de sus tantos manuscritos privados, fechado hacia 1704 y revelado mucho más tarde (en 2003), dejó una afirmación inquietante sobre el fin del mundo y su fecha prevista: ni más ni menos que 2060. “Puede acabar más tarde, pero no veo razón para que acabe antes”, escribió con su propia letra. Pero ¿qué significa exactamente su investigación?

Retrado de Isaac Newton en 1689, a la edad de 46 años
Los números de Newton
Una elucubración basada en datos muy reales
Las palabras de Newton, descubiertas entre sus papeles personales y conservadas hoy en la Universidad Hebrea de Jerusalén, han dado pie a una narrativa casi mitológica en la que se dice que Newton predijo el fin del mundo. Sin embargo, y a pesar de que estas afirmaciones no van muy desencaminadas, no son del todo exactas. Lo explicamos.
Durante buena parte de su vida, Newton dedicó tanto tiempo a la teología como a las matemáticas. De hecho, se calcula que escribió más sobre religión y alquimia que sobre física. Su ambición era descomunal: quería encontrar el lenguaje secreto del universo, y para ello creía que la clave estaba en las Sagradas Escrituras y en los textos antiguos, no solo en los experimentos de laboratorio.
Particularmente, se obsesionó con el Libro de Daniel y el Apocalipsis de San Juan, que leyó como si fueran mensajes cifrados del destino de la humanidad. De este modo, interpretó que el período simbólico de “un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo” correspondía a 1.260 años. Es decir, puso fechas concretas a las metáforas del libro. Así, si se contaba desde el año 800 d.C., cuando Carlomagno fue coronado emperador y comenzó el poder temporal del papado, el resultado era claro: el fin de ese periodo llegaría en 2060.
Eso no tenía por qué significar, para Newton, una explosión apocalíptica o una hecatombe climática. Se trataba más bien de un cambio profundo en el orden espiritual del mundo: el derrumbe de las instituciones religiosas corruptas y el regreso de una era más pura bajo la voluntad divina.

Isaac Newton escribió estas notas alrededor de 1680.
“Esto no lo digo para afirmar cuándo será el fin”, advertía Newton en sus escritos, “sino para detener las conjeturas de hombres fantasiosos que predicen continuamente el fin del mundo, y siempre se equivocan”.
Aun así, teniendo en cuenta que sus elucubraciones se basaban en el libro del Apocalipsis y en sus mensajes directos, que hablan claramente del fin de la Tierra, lo cierto es que Newton, de algún modo, sí vaticinó numéricamente cuando llegarían estas profecías a cumplirse. Aunque, eso sí, con la suficiente humildad como para no dar todo por supuesto.
Para Newton, la ciencia y la fe no eran opuestas, sino dos caminos hacia una misma verdad. El universo, en su visión, era una maquinaria perfecta construida por una inteligencia superior, y las claves para entenderla estaban en la Biblia, los símbolos antiguos y las estructuras matemáticas del mundo físico. Hoy, esta visión dualista se ha perdido por completo, pero puede que el futuro nos lleve, en algún momento, hacia las mismas conclusiones.