De entre todos los grandes descubrimientos del telescopio espacial James Webb, uno de los más importantes de su historia llegó el pasado marzo, cuando dio un paso más allá en nuestra comprensión del universo temprano al desafiar lo que creíamos saber sobre la formación de galaxias.
Según datos publicados por la NASA, Webb identificó entonces la galaxia más antigua jamás observada, denominada JADES-GS-z14-0, que existía apenas 290 millones de años después del Big Bang. Este hallazgo es algo sin precedentes. La galaxia es sorprendentemente brillante, grande y rica en elementos complejos, lo que resulta difícil de explicar en un universo que, teóricamente, aún estaba en su infancia cósmica.
“Este objeto es simplemente demasiado luminoso y demasiado grande para su edad. Nos está diciendo que algo no cuadra en nuestras teorías actuales”, cuenta Sandro Tacchella, de la Universidad de Cambridge y coautor del estudio sobre JADES-GS-z14-0.
La detección de esta estructura sugiere que la formación galáctica fue mucho más rápida, eficiente y caótica de lo que los modelos actuales anticipaban. Pero eso no es todo. Otro descubrimiento aún más reciente del James Webb ha vuelto a dejar perplejos a los astrónomos. Se trata del descubrimiento de una galaxia lejana que parece estar limpiando su entorno de la niebla primordial de hidrógeno neutro que dominaba el universo en sus primeros tiempos.

Galaxia JADES-GS-z14-0, la más lejana conocida.
Este fenómeno, observado en MACS0416-Y1, indica que algunas galaxias pudieron haber sido capaces de alterar el medio interestelar mucho antes de lo previsto, participando activamente en el proceso conocido como reionización cósmica, que transformó el universo opaco en el cosmos transparente que hoy conocemos.
“La claridad con la que Webb puede ver estas galaxias antiguas es asombrosa”, ha declarado Kevin Hainline, investigador del equipo JADES. “Estamos observando luz que ha viajado durante más de 13.500 millones de años. Es como mirar una fotografía del nacimiento del universo... y resulta que ese nacimiento fue mucho más maduro de lo que pensábamos”.
Estos resultados, recogidos en Science y respaldados por simulaciones y espectroscopía de última generación, apuntan a una revisión profunda de las teorías cosmológicas actuales. Si las primeras galaxias fueron tan grandes y activas, el universo podría haber evolucionado de formas que aún no comprendemos del todo.