Un nuevo estudio arqueológico liderado por Carl Lipo, profesor de antropología en la Universidad de Binghamton en Estados Unidos, ha aportado nuevas pruebas reales de cómo los antiguos habitantes de Rapa Nui (Isla de Pascua) lograron trasladar los moáis, las monumentales estatuas de piedra que se erigen en la isla. Hasta el momento, era un objeto de debate; y de hecho no eran pocos los que decían que la única solución posible eran los aliens... pero nada más lejos de la realidad.
Según la investigación, publicada en Scientific Reports, estas esculturas habrían sido movidas en posición vertical, mediante un sistema de balanceo controlado con cuerdas, y no arrastradas tumbadas sobre troncos, como se creyó durante décadas.
Los moáis, tallados en toba volcánica hace más de 800 años, pueden alcanzar los diez metros de altura y superar las 80 toneladas de peso. Así que su traslado desde la cantera de Rano Raraku hasta las plataformas ceremoniales (ahu), situadas a varios kilómetros, ha sido durante siglos uno de los grandes enigmas de la arqueología. Las teorías tradicionales —basadas en el uso de rodillos de madera o trineos— no explicaban del todo la ausencia de restos forestales en la isla ni la distribución de los moáis caídos a lo largo de las antiguas carreteras.
El equipo de Lipo recreó el proceso en 2012 utilizando una réplica de 4,35 toneladas. Con la ayuda de tres grupos de personas y un sistema de cuerdas, lograron desplazar la figura en posición vertical unos cien metros en cuarenta minutos. Dos equipos tiraban de manera alternada a cada lado mientras un tercero equilibraba la escultura, permitiendo un movimiento pendular similar al de un cuerpo humano que camina. “Una vez que el moái está en movimiento, no es difícil”, explicó Lipo en una entrevista con WIRED.
Los datos recogidos a posteriori muestran que las antiguas carreteras rapanui, de unos 4,5 metros de ancho y una ligera curvatura cóncava, estaban adaptadas para este tipo de desplazamiento. Además, el análisis de la posición de numerosos moáis caídos sugiere que muchos fueron abandonados tras accidentes durante el transporte, y no por razones rituales o por falta de recursos.
El nuevo modelo también da credibilidad a las tradiciones orales de la isla, que describen a los moáis “caminando” hacia sus lugares sagrados. Según los investigadores, el diseño de las estatuas estaba optimizado para facilitar el movimiento vertical, confirmando que la ingeniería ancestral de los rapanui se basaba en el equilibrio y la colaboración, no en la fuerza bruta.
Para Lipo, este hallazgo no solo resuelve un misterio histórico, sino que pone en valor la sofisticación técnica de una cultura que, sin metal ni maquinaria, desarrolló un método de transporte eficiente y sostenible. “El sistema que idearon los rapanui supera en precisión a muchos métodos modernos”, concluye.


