En los límites del sistema solar se erige uno de los mayores misterios de la ciencia espacial. Allí se erige, entre decenas de miles de cuerpos helados, el cinturón de Kuiper. Se trata de un núcleo interior de objetos con órbitas sorprendentemente estables que están más allá de Neptuno. En definitiva, se trata de algo que, según lo que sabemos, no debería existir. Pero existe.
El Cinturón de Kuiper es un remanente directo de la formación planetaria, con unos 4.600 millones de años de antigüedad. En 2011, David Nesvorný (Southwest Research Institute) describió el primer “kernel”, un grupo compacto de objetos situados a unas 44 unidades astronómicas (UA) del Sol. Su existencia apuntaba a la migración de Neptuno hacia el exterior, que habría reorganizado dinámicamente esta región.
Ahora, un estudio dirigido por el astrofísico Amir Siraj, de Princeton, ha detectado un segundo grupo, situado algo más cerca del Sol, alrededor de 43 UA. La identificación surgió tras analizar las trayectorias de 1.650 objetos del Cinturón de Kuiper mediante un algoritmo de machine learning diseñado para encontrar concentraciones orbitables anómalas. Según explica Siraj: “El kernel nunca aparecía solo: cada vez que el algoritmo encontraba el kernel, encontraba también otro grupo.”
El hallazgo pone a prueba el modelo de migración de Neptuno, propuesto por Nesvorný y ampliamente utilizado para explicar la arquitectura actual del sistema solar exterior. Si el planeta gigante experimentó un desplazamiento brusco hacia afuera, debería haber perturbado fuertemente a los objetos del Cinturón de Kuiper. Sin embargo, las órbitas del inner kernel son extraordinariamente tranquilas. Son casi circulares, con poca inclinación y sin signos obvios de dispersión gravitacional.
Terminal cliente de Proyecto Kuiper.
“Ese tipo de calma orbital es señal de una estructura muy antigua e intacta, el tipo de estructura que puede aportar pistas sobre la evolución del sistema solar”, cuenta Siraj. Pero claro, se plantea una paradoja: ¿cómo pudo sobrevivir este grupo sin alteraciones si Neptuno realmente migró de forma brusca? Si existió un proceso de captura o arrastre, como planteaba el modelo original, el inner kernel debería estar mucho más deformado.
El siguiente paso a dar dependerá del Vera C. Rubin Observatory, en Chile, que iniciará su cartografiado de cielo profundo en los próximos años. Su capacidad para detectar miles de nuevos objetos en el Cinturón de Kuiper permitirá evaluar si este inner kernel es una estructura aislada o parte de un patrón mayor aún no identificado. Algo que podría replantear lo que sabemos sobre nuestro sistema solar.


