Clonar animales no es algo nuevo, ¿quién no recuerda a la oveja Dolly, el primer animal clonado hace casi veinte años? Desde entonces, la tecnología ha avanzado lo suficiente como para que la clonación deje de ser un experimento y se convierta en una realidad con aplicaciones comerciales que mueven millones de euros… y proyecta mover muchos más.
En 2025, la clonación empieza a consolidarse como un negocio, especialmente entre personas con alto poder adquisitivo, ya que se trata de un servicio de lujo reservado a quienes pueden pagar grandes suma.
En noviembre de este año, Tom Brady, jugador de fútbol americano, reveló que su perro Junie es un clon de su anterior mascota Lua, fallecida en 2023. El clon fue producido por Colossal Biosciences a partir de una muestra de sangre conservada antes de su muerte. De manera similar, Javier Milei también ha recurrido a la clonación de su perro Conan, lo que dio lugar al nacimiento de varios perros a partir de su genoma.
Estas clonaciones comerciales pueden plantearse a partir de los 50.000 euros. Pero si son tan caras, ¿por qué la gente decide pagar por clonar? La respuesta está en el vínculo emocional y la idea de “continuar” con la mascota. Mucha gente cree que obtendrá una copia idéntica del comportamiento del animal anterior, cuando en realidad solo se replica el código genético, y como es lógico, el comportamiento depende también del entorno, la crianza y la educación. Además, hay un fuerte marketing emocional al respecto, como si clonar fuera la posibilidad de traer de vuelta una mascota que ya no está.
La UE solo prohíben la clonación para uso alimenticio.
Algunos laboratorios pioneros en España, como Ovoclone y su división equina Ovohorse (ambas parte del mismo grupo matriz), trabajan no solo con mascotas, sino también con caballos de competición y lo que ellos llaman “genética de alto valor”. Su objetivo no es solo replicar mascotas con esa perspectiva emocional, sino también replicar líneas ganadoras de competición o mantener características excepcionales.
“Nuestra misión es utilizar la ciencia para proteger lo que amamos, siempre dentro del marco legal y ético que nos define como sociedad. Tenemos un especial compromiso con el bienestar animal y con la preservación de especies en peligro de extinción”, afirma Enrique Criado Scholz, CEO de Ovoclone.
Nuestra misión es utilizar la ciencia para proteger lo que amamos
Estas empresas funcionan a través de biobancos, espacios donde se conservan células o tejidos de animales en condiciones especiales de congelación para que puedan ser utilizados en el futuro. Estos lugares salen rentables para las empresas, pues por un precio elevado los clientes pagan por asegurar la genética de animales que quizá nunca lleguen a clonar.
Obviamente, estos servicios despiertan importantes inquietudes éticas y morales. Aunque la UE solo prohíbe la clonación para uso alimenticio, la tasa de éxito no es alta frente a los costes, y existen riesgos serios para las hembras gestantes durante el proceso. También es complicado gestionar las expectativas de los dueños, muchos pretenden que su nueva mascota “sea igual” a la anterior, cuando realmente solo comparten genética. “Mucha gente cree que clonando a su mascota recuperará su personalidad, pero lo que replicamos es la genética, no el comportamiento. El vínculo emocional sigue siendo único e irrepetible”, explica Criado.
Caballos criados por un proceso de clonación
La clonación también tiene aplicaciones positivas como preservar genética valiosa, realizar avances científicos aplicables a medicina y conservación o usar la herramienta para proteger especies amenazadas. Entre los casos más destacados de clonación aplicada a la conservación se encuentran el caballo de Przewalski, cuyo primer clon nació en 2020 recuperando una línea genética perdida desde los años ochenta. También los clones del hurón de patas negras, Noreen y Antonia, creados a partir de células conservadas desde 1988, ayudaron a reforzar la diversidad genética de una especie al borde de la extinción.
Hasta hace pocos años, la clonación no se consideraba una herramienta práctica para recuperar especies, pero la inversión en ciencia y los recursos adecuados están demostrando que sí puede marcar la diferencia. Un estudio de la Universidad de British Columbia, Towards Practical Conservation Cloning: Understanding the Dichotomy Between the Histories of Commercial and Conservation Cloning, señala que la clonación puede ser muy útil para conservar especies en peligro.
Invertir en ciencia y recursos es clave para integrar la clonación en la gestión de especies con poblaciones pequeñas y diversidad genética limitada
La clonación permite la diversidad genética de poblaciones pequeñas, así como proteger líneas genéticas únicas, algo que no siempre se puede lograr con métodos tradicionales de conservación. “Invertir en ciencia y recursos es clave para integrar la clonación en la gestión de especies con poblaciones pequeñas y diversidad genética limitada”, explica el estudio.
En cuanto al mercado global, países como Corea del Sur, China o Estados Unidos lideran la clonación comercial, atrayendo clientes de todo el mundo gracias a laboratorios muy avanzados y normativas más flexibles. En Europa, por el contrario, hay más actividad en investigación, pero menos en clonación comercial de mascotas.
La regulación, como suele pasar, va por detrás de los avances tecnológicos. Muchos países no tienen reglas claras sobre la clonación comercial y apenas se supervisa el bienestar animal o la publicidad de estas empresas. Hay diferencias legales entre países que genera un posible “turismo genético”, viajes a países donde la clonación sí está permitida. En la Unión Europea solo se prohíbe la clonación de animales con fines alimenticios, por lo que la clonación de mascotas es legal, pero no lo es la del ganado para producir carne o leche.
El futuro de la clonación no solo dependerá de la ciencia, sino también de cómo decidamos, como sociedad, establecer límites, respetar la diversidad y definir qué significa cuidar y proteger la vida que amamos.


