Rusia podría verse obligada a contratar los servicios de SpaceX si no quiere poner en peligro a los astronautas de la Estación Espacial Internacional

Desastre espacial

Un grave problema en la principal rampa de lanzamiento del país deja en situación de bloqueo las misiones de abastecimiento de la ISS

La nueva amenaza de Elon Musk es española y se llama MIURA 1, el primer cohete privado español y europeo que se lanza al espacio y ameriza en el Atlántico

Un cohete ruso Soyuz, con su característica

Un cohete ruso Soyuz, con su característica “falda de propulsores”.

Getty Images/iStockphoto

Acaba de saltar la noticia del astronauta ruso que espiaba secretos de SpaceX durante su entrenamiento para el próximo vuelo orbital en una cápsula Dragon. El escándalo ha venido a desviar la atención de otro asunto más grave para la actividad espacial rusa: el daño sufrido por la rampa de lanzamiento 31/6 de Baikonur.

Para comprender el alcance del problema vale la pena detenerse un momento en la estructura de lanzamiento que se emplea desde hace casi setenta años en Baikonur. Se trata de una plataforma de hormigón sostenida por columnas del mismo material sobre un enorme pozo excavado en el desierto, por donde se evacúan las llamas de los escapes del cohete durante el despegue.

Lee también

Los astrónomos nunca han entendido por qué solo somos capaces de ver un 50% del universo, pero ahora tienen una respuesta: “Los agujeros negros tienen un papel más grande de lo que imaginábamos”

Pau Roldan
Impresión artística muestra un campo de estrellas de Población III, compuestas solo por hidrógeno y helio (sin metales), tal y como habrían aparecido apenas 100 millones de años después del Big Bang

Este esquema se remonta a la época de los primeros Sputnik. Por entonces, el equipo de Sergei Korolev había recibido el encargo de diseñar en cohete capaz de enviar un ingenio atómico hasta el otro extremo del mundo. Como nadie sabía exactamente cuánto pesaría, el producto final resulto muy sobredimensionado: un vehículo de 280 toneladas, más del doble de sus equivalentes americanos.

Réplica de Sputnik 1, el primer satélite artificial en el mundo, listo para ser puesto en órbita. Esta réplica se encuentra en el Museo Nacional del Aire y el Espacio de Washington.

Réplica de Sputnik 1, el primer satélite artificial en el mundo, listo para ser puesto en órbita. Esta réplica se encuentra en el Museo Nacional del Aire y el Espacio de Washington.

NASA

Estaba claro que para alcanzar su objetivo el cohete debería ser un vehículo multietapa. Pero por aquel entonces, los ingenieros soviéticos no tenían dominada la maniobra de separación de las distintas fases y subsiguiente encendido de los motores del segmento siguiente. Por eso, Korolev se decidió por una solución drástica: encenderlos todos —primera y segunda etapa— al mismo tiempo. Una vez agotada, la primera se desprendería en pleno vuelo, dejando al resto continuar su camino. Eso suponía encender veinte propulsores a la vez (en realidad, eran solo cinco motores, cada uno provisto de cuatro toberas). De ahí la característica apariencia cónica de los cohetes rusos, frente a los cilíndricos que empleaban sus competidores.

Encender veinte bocas de fuego a la vez suponía un impacto terrible para la plataforma sobre la que se asentase el cohete. Por eso Korolev decidió sostenerlo en el aire sobre un pozo vacío de 20 metros de profundidad. Y a su alrededor, para más seguridad, una excavación inmensa por donde evacuar los gases de los motores.

El origen de la base de Baikonur

La escala de este complejo era tan enorme que, durante su construcción a finales de los años 50, los trabajadores —desconocedores del objeto de aquella estructura que estaban creando— se preguntaban qué sentido tenía el levantar un estadio en medio de la estepa kazaja.

Al principio solo existió la plataforma 5 del Área 1. Desde allí se lanzarían los Sputnik y también los primeros cosmonautas de la URSS. Posteriores versiones del mismo cohete se usarían en el programa Soyuz y son esas, muy mejoradas, las que siguen empleándose hoy para enviar tripulantes y suministros de la ISS, 70 años después del primer diseño.

Este complejo era tan enorme que, durante su construcción a finales de los 50, los trabajadores se preguntaban qué sentido tenía levantar un estadio en medio de la estepa kazaja

Los cohetes R-7 llegaban a la rampa sobre vagones especiales tirados por un par de locomotoras. Al alcanzar el borde del gran pozo de lanzamiento, un erector los situaba en posición vertical, apoyándolos sobre unos brazos metálicos bajo el nivel del suelo. Así, toda la sección inferior del cohete, incluyendo sus motores, quedaba hundida unos diez metros con respecto a la plataforma de hormigón. Korolev estimaba que eso sería una protección adicional contra los ventarrones que azotaban la estepa de cuando en cuando.

Por encima de la plataforma, cuatro brazos metálicos sujetaban al cohete. En parte, para soportar su peso y también para asegurar su estabilidad. Otros dos brazos aún más altos sostenían las plataformas donde los técnicos podían encaramarse para acabar de ajustar los mecanismos del cohete. Toda esa estructura, que oculta la mayor parte del vehículo, se retira en el momento del despegue para dejarle paso libre. Los cuatro apoyos de sustentación se abren como los pétalos de una flor —de ahí su nombre “tulipán”— en una secuencia que ya es familiar en los videos de lanzamientos. Es un sistema inmensamente seguro. Nunca ha fallado la retracción de esos soportes.

Toda esta organización tiene un defecto: Al estar suspendida en el aire, la zona de motores es inaccesible para los técnicos a cargo de preparar el lanzamiento. Por eso hubo que construir una plataforma enorme que desliza por debajo del cohete una vez colocado este en posición vertical. Ahí es donde trabajan los especialistas que han de acabar de revisar los veinte propulsores y, en general, toda la sección de cola.

La plataforma de trabajo en épocas más felices.

La plataforma de trabajo en épocas más felices.

Roscosmos

Antes del lanzamiento, la plataforma se desliza como un cajón que se cierra. Una vez retirada, una cortina metálica clausura el “nicho” donde está aparcada y la protege de los escapes de los motores que van a impactar contra el hormigón y recubrimiento refractario del pozo de llamas. En Baikonur —al contrario que en otros centros espaciales— no se emplea agua de refrigeración para refrigerar el área de despegue. En Kazajistán, es un recurso escaso; las llamaradas y los gases de escape lamen directamente la estructura que tienen debajo. 

Al encender los motores del cohete ocurre un intenso efecto Venturi: el chorro de gases a gran velocidad produce una succión por debajo de la rampa de lanzamiento. Por norma general, la plataforma de trabajo está asegurada con unos topes metálicos que le impiden moverse, pero parece que esta vez algo ha fallado en ese mecanismo de seguridad.

Por norma general, la plataforma de trabajo está asegurada con unos topes metálicos que le impiden moverse, pero parece que esta vez algo ha fallado en ese mecanismo de seguridad

El pasado 27 de noviembre, durante el lanzamiento del Soyuz MS-28 con destino a la estación espacial, la plataforma de trabajo no estaba bien anclada y fue arrastrada, literalmente “absorbida”, por los escapes del cohete. Como un cajón de cocina que se sale de sus guías, la mole de 20 toneladas de acero se desplomó sobre el pozo de llamas.

Lee también

Elon Musk, CEO de SpaceX: “No puede dirigir la NASA alguien cuyo máximo mérito es trepar deprisa a los árboles”

Rafael Clemente
Riyadh (Saudi Arabia), 05/07/2025.- (FILE) - SpaceX and xAI CEO Elon Musk attends a panel at the Saudi-US Investment Forum in Riyadh, Saudi Arabia, 13 May 2025 (re-issued 05 July 2025). Elon Musk on 05 July 2025 in a post on social media platform X (formerly Twitter) said he formed the America Party following the results of a poll he held a day before. (Arabia Saudita) EFE/EPA/ALI HAIDER

La plataforma de trabajo mide —medía— casi 20 metros de lado. Tenía tres pisos con pasarelas, escaleras y superficies elevadoras, además de tuberías, cableado y soportas de todo tipo. Se estima que la retirada de escombros y reposición de la plataforma puede requerir dos años de esfuerzos.

La rampa de lanzamiento, con los escombros de la plataforma en el fondo del pozo de llamas.

La rampa de lanzamiento, con los escombros de la plataforma en el fondo del pozo de llamas.

Un problema más grave de lo que parece

El contratiempo para el programa espacial ruso es gravísimo. La rampa 31/6 es la única desde la que pueden lanzarse cápsulas Soyuz y cargueros Progress que abastecen a la Estación Espacial Internacional. La otra, la de Gagarin, está desactivada y convertida desde hace años en un museo.

Rusia tiene dos bases más de lanzamiento. Una en Plesetsk, cerca del Báltico. En ella hay rampas que soportan ese tipo de cohetes, pero su situación geográfica no es favorable: Puede lanzar hacia órbitas polares, pero no hacia la que sigue la EEI. Además, al estar dedicada principalmente a proyectos militares, no dispone de instalaciones adecuadas para manejar cápsulas tripuladas.

La plataforma de trabajo, dañada.

La plataforma de trabajo, dañada.

La otra es la nueva base de Vostochni, en el extremo oriental de Siberia. Aunque puede lanzar cohetes Soyuz, tampoco dispone de infraestructura para manejar cápsulas tripuladas o naves de carga. Además, no está certificada para soportar vuelos con astronautas, ya que, en caso de un fallo en el despegue, la cápsula caería en medio de los espesos bosques que rodean al polígono o en el océano. El protocolo de seguridad cuenta con poder posarse en grandes extensiones desérticas de Baikonur, no en la taiga siberiana.

Sin perspectivas de poder de lanzar nuevas cápsulas tripuladas durante un largo periodo, Rusia tendrá que recurrir a otros proveedores que le ofrezcan servicios de taxi a la Estación Espacial, de la misma manera que fueron las Soyuz las que llevaron astronautas americanos en el ínterin entre la retirada de los transbordadores y la puesta en uso de las Dragon de SpaceX. En principio, esa es una alternativa viable. Roscosmos tendrá que afrontar unos costes de transporte no previsto, pero es una opción asumible.

Cápsula Dragon, de SpaceX.

Cápsula Dragon, de SpaceX.

Otro asunto es el de los cargueros Progress. Cada uno admite unas dos toneladas y media de suministros, incluyendo unos 800 kilos de combustible para rellenar los depósitos de la Estación. Si ya no es posible contar con ellos, las cápsulas Dragon de carga pueden sustituirlos con ventaja, ya que cargan transportan entre tres y seis toneladas. El problema es que no pueden llevar ni transferir combustible. Y tampoco se ha utilizado nunca una Dragon para darle un empujón a la ISS y elevar su órbita cuando ha decaído demasiado, cosa que sí hacían rutinariamente los Progress.

Lee también

Elegidos para la gloria: los primeros astronautas que ocuparon la Estación Espacial Internacional de forma permanente

Rafael Clemente
De izquierda a derecha, Serguéi Krikaliov, William Shepherd y Yuri Guidzenko (Rusia), los primeros tripulantes de la Estación Espacial Internacioal

En consecuencia, la no disponibilidad de los Progress puede resultar un serio problema para la estación espacial. Salvo que una modificación de emergencia convierta alguna cápsula Dragon en una nave-cisterna, trabajo que no es realizable de hoy para mañana. La última etapa de la vida de la ISS (está previsto desorbitarla en el 2030) se acaba de complicar un poco más.

Mostrar comentarios
Cargando siguiente contenido...