Entra en una tienda, aborda un avión, accede a tu banco o navega por tu feed de redes sociales, y es muy probable que te pidan escanear tu cara. El reconocimiento facial y otros tipos de tecnología biométrica basada en el rostro se están convirtiendo en una forma de identificación cada vez más común.
Esta tecnología se promociona como rápida, cómoda y segura; pero, al mismo tiempo, ha despertado alarma por posibles violaciones a la privacidad. Por ejemplo, grandes minoristas como Kmart han sido sorprendidos infringiendo la ley al utilizarla sin el consentimiento de los clientes.
¿Estamos entonces ante una peligrosa extralimitación tecnológica o frente al futuro de la seguridad? ¿Y qué significa esto para las familias, especialmente cuando incluso se espera que los niños prueben su identidad únicamente con su rostro?
¿Es seguro?
Las dos caras del reconocimiento facial
La tecnología de reconocimiento facial se publicita como la máxima expresión de la comodidad sin fricciones.
Esto se ve con claridad en la industria de los viajes, donde aerolíneas como Qantas presentan el reconocimiento facial como la clave para un trayecto más fluido. Nada de rebuscar en busca del pasaporte o de la tarjeta de embarque: basta con escanear tu rostro y estás listo para partir.
En contraste, cuando grandes minoristas como Kmart y Bunnings fueron descubiertos escaneando los rostros de sus clientes sin permiso, los reguladores intervinieron y la reacción pública fue inmediata. En este caso, la misma tecnología no se percibe como una comodidad, sino como una grave violación de la confianza.
Vueling ya ha introducido el sistema de reconocimiento facial que permite a los pasajeros evitar sacar su documentación desde el control de seguridad.
Una diatriba interesante
El caso de los niños: aún más complejo
La situación se vuelve más turbia cuando se trata de los menores. Debido a nuevas leyes gubernamentales, es posible que las plataformas de redes sociales introduzcan tecnologías de verificación de edad basadas en el rostro, presentándolas como una forma de mantener a los niños seguros en línea.
Al mismo tiempo, algunas escuelas están probando el reconocimiento facial para todo: desde la entrada al aula hasta el pago en la cafetería.
Microsoft fue acusada de gestionar de forma indebida los datos biométricos de niños
Sin embargo, las preocupaciones sobre el mal uso de los datos siguen presentes. En un caso, Microsoft fue acusada de gestionar de forma indebida los datos biométricos de niños.
Para los más pequeños, el reconocimiento facial está convirtiéndose silenciosamente en la norma, a pesar de los riesgos muy reales que implica.
No puedes escapar
Un rostro es para siempre
La tecnología de reconocimiento facial funciona mapeando los rasgos únicos de una persona y comparándolos con una base de datos de rostros almacenados. A diferencia de las cámaras de seguridad pasivas, no solo graba, sino que identifica y clasifica activamente a las personas.
Puede parecer similar a tecnologías de identidad anteriores, como los sistemas de códigos QR para registrarse que se extendieron rápidamente en tiendas, cafés y aeropuertos durante la pandemia de COVID.
El reconocimiento facial podría estar siguiendo un camino de adopción igual de acelerado. Sin embargo, hay una diferencia crucial: un código QR puede eliminarse o una cuenta cerrarse, pero tu rostro no.
Recurso del proyecto que muestra los riesgos del reconocimiento facial en unas gafas inteligentes.
¿Debemos preocuparnos
Por qué importa
La permanencia es uno de los mayores problemas del reconocimiento facial. Una vez que el escaneo de tu rostro –o el de tu hijo– se almacena, puede permanecer en una base de datos para siempre.
Si esa base de datos es hackeada, tu identidad queda comprometida. En un mundo donde bancos y plataformas tecnológicas podrían depender cada vez más del rostro como acceso, el riesgo es enorme. Además, la tecnología no es infalible. Los errores de identificación son un problema real.
Los sistemas que calculan la edad también suelen ser inexactos. Un joven de 17 años puede ser clasificado como niño, mientras que otro puede pasar por adulto. Esto podría restringir su acceso a información o colocarlo en el espacio digital equivocado.
Puede ser un error fatal
Una vida de consecuencias
Estos riesgos no son hipotéticos. Ya afectan vidas. Imagina ser incluido erróneamente en una lista de vigilancia por un error de reconocimiento facial, lo que provocaría retrasos e interrogatorios cada vez que viajas. O piensa en cómo los datos faciales robados podrían usarse para robar tu identidad, permitiendo a los delincuentes acceder a cuentas y servicios.
En el futuro, tu rostro podría incluso influir en la aprobación de un seguro o un préstamo, con algoritmos que saquen conclusiones sobre tu salud o fiabilidad a partir de fotos o vídeos.
El reconocimiento facial sí tiene beneficios claros, como ayudar a la policía a identificar sospechosos en espacios concurridos o permitir un acceso cómodo a zonas seguras. Pero en el caso de los niños, los riesgos de mal uso y error se extienden a lo largo de toda su vida.
Reconocimiento facial.
El dilema
¿Bueno o malo?
Tal como está hoy, el reconocimiento facial parece conllevar más riesgos que beneficios. En un mundo plagado de estafas y hackeos, podemos reemplazar un pasaporte o un carné de conducir robado, pero no podemos cambiar nuestro rostro.
La gran pregunta es dónde trazamos la línea entre la implementación irresponsable y el uso obligatorio. ¿Estamos dispuestos a aceptar las consecuencias de una adopción tan rápida de esta tecnología?
La seguridad y la comodidad son importantes, pero no son los únicos valores en juego. Hasta que existan reglas sólidas y aplicables en torno a la seguridad, la privacidad y la equidad, deberíamos avanzar con cautela.
Así que la próxima vez que te pidan escanear tu cara, no lo aceptes ciegamente. Pregunta: ¿por qué es necesario? ¿Y realmente los beneficios superan los riesgos, tanto para mí como para todos los demás implicados?
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Joanne Orlando es Investigadora en Bienestar Digital, Universidad de Western Sydney



