“Los sueldos son mucho más bajos en España que en otros países de Europa, además, si volvemos no sabemos por cuánto tiempo tendríamos trabajo”: así vive y trabaja una pareja brillante de físicos españoles en Leipzig

Física

Almudena García-García y Francisco José “Fran” Cuesta-Valero son una pareja reputada de físicos españoles que vive en Leipzig (Alemania), donde trabajan juntos pero no revueltos

“Trabajé durante 2 años y medio como ingeniero en Dinamarca y cobraba más del doble de lo que podría conseguir en España”: el retorno resignado de nuestras mentes más brillantes

Almudena García-García y Francisco J. Cuesta-Valero, físicos.

Almudena García-García y Francisco J. Cuesta-Valero, físicos.

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Almudena García-García (Alhama de Murcia, 1991) y Francisco José “Fran” Cuesta-Valero (Albacete, 1991) tienen mucho en común. Ambos son graduados en Física por la Universidad de Murcia. Ambos se especializaron en clima estudiando e investigando en Antigonish, Canadá, donde obtuvieron tanto el título de máster como el de doctorado. Tras su periplo allí, ambos se afincaron en Leipzig, la Salamanca de Alemania, donde residen desde hace un tiempo. Y ambos llevan enamorados más de una década. No solo de la Física, sino el uno del otro. Como Sheldon y Amy en The Big Bang Theory.

Almudena trabaja para el Centro Helmholtz de Investigación Ambiental (UFZ). Además, colabora en dos proyectos de la Agencia Espacial Europea (ESA) cuyos nombres podrían ser confundidos con un hijo de Elon Musk: 4DHydro y iDiv-Flexpool. Fran también colabora con la ESA, también trabajó para el UFZ y ahora es investigador en la universidad. 

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A sus treinta y pocos, tienen un currículum y una trayectoria envidiables. Su brillantez desespera de envidia a cualquier millennial ambicioso. Y cuando se habla con este tipo de profesionales, tan jóvenes y ya tan distinguidos en un campo tan difícil, uno no puede sino preguntarse: ¿cuál es el secreto para conseguirlo?

Todo es cuestión, por supuesto, de constancia. Ambos están claramente casados con su trabajo y, además, entre ellos. No cuesta mucho imaginarse una de sus noches de cita convirtiéndose en una sesión de de trabajo. “Puede pasar que estemos hablando de trabajo sin verlo como tal. Porque si el tema nos interesa a los dos, la conversación fluye”, comenta Almudena. A lo que Fran añade: “nos gusta debatir de ciencia entre nosotros porque, de normal, aunque sea un trabajo de grupo, en la práctica las interacciones son pocas. La competencia es tan dura que pocos científicos comparten sus ideas por miedo a que se las roben o inspiren a otros”. Unas dinámicas que, de nuevo, nos recuerdan a cierta sitcom.

Almudena García-García, doctora en física.

Almudena García-García, doctora en física.

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Ambos confiesan humildemente que no es oro todo lo que reluce y que su éxito profesional es relativo. La lucha por las pocas plazas fijas dentro de las ciencias, más aún en Física, genera mucha presión individual pese a la necesidad del trabajo colectivo. Eso explicaría por qué España les ha dejado escapar, por qué todavía no han retornado pese a su excelente currículum. Apelando a Max Estrella en Luces de bohemia, aquí somos expertos en premiar maldades. Aplaudimos la mezquindad de quien pone la zancadilla al compañero en lugar de quien le tiende la mano.

Según Fran, “la competitividad está en todas partes. En realidad, en España el problema principal es la precariedad estructural. Podríamos volver, pero no sabemos por cuánto tiempo tendríamos trabajo, y es prácticamente imposible que ambos consigamos plazas fijas. Incluso uno solo sería muy difícil”. Cabe subrayar ese “ambos”. O lo consiguen los dos, o ninguno vuelve. Eso no es debatible.

Podríamos volver a España, pero no sabemos por cuánto tiempo tendríamos trabajo, y es prácticamente imposible que ambos consigamos plazas fijas. Incluso uno solo sería muy difícil

Francisco J. Cuesta-Valerodoctor en Física

Añade Almudena que, además, “los sueldos son mucho más bajos que en otras partes de Europa”. Es cierto. Han existido épocas con esfuerzo por mejorar, como al inicio de esta legislatura, utilizando dinero europeo, pero seguimos sin equipararnos a los salarios del centro y norte de Europa. Y eso repercute en la recuperación de nuestros talentos.

“Aunque el problema no es solo la falta de inversión, sino la inestabilidad. En Alemania hay una infraestructura científica sólida; en España, si cambian las prioridades, vuelven los recortes. Ya pasó con Rajoy: se echó a científicos a la calle y se abandonaron centros de investigación recién construidos”, apostilla Fran. Almudena, más prudente, se limita a asentir. Nadie sabe quién puede financiar sus investigaciones en el futuro.

Francisco J. Cuesta-Valero, doctor en física.

Francisco J. Cuesta-Valero, doctor en física.

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Unas investigaciones cuyas líneas también están íntimamente relacionadas. Ambos investigan el calor acumulado en el suelo terrestre como factor clave en el cambio climático, aunque con matices. Así lo explica la doctora García-García: “Fran y yo trabajamos con satélites para estudiar el suelo terrestre, pero en escalas temporales distintas: él se centra en periodos largos —siglos e incluso milenios— y el desequilibrio energético global, mientras que yo investigo escalas más cortas —unos pocos años o décadas— y cómo el intercambio de energía y agua influye en fenómenos extremos como las olas de calor”.

Grosso modo, podríamos decir que uno es paleontólogo del cambio climático. Estudia el esqueleto, la huella que ha dejado la energía sobre el (sub)suelo del planeta. La historia del (des)equilibrio energético. La otra estudia el ahora, el porqué de nuestros cada vez más continuos y feroces golpes de calor en verano. Y ambos estudios se necesitan, se complementan. Como el 0 y el 1 de los datos codificados en una señal vía satélite.

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Satélites que son el cincel para sus modelos físicos. “Nos permiten ver desde el espacio dónde están ocurriendo estos fenómenos a escala global, algo que desde tierra es muy difícil porque el suelo es muy heterogéneo. Bosques, desiertos, montañas, urbes… Todo eso, a mayor o menor escala, cambia la cantidad de agua en el suelo”, comenta Almudena. A lo que Fran añade que “además, las estaciones terrestres tienen sus propios problemas: los animales mordisquean los cables, hay interrupciones en las series de datos, y medir dentro del suelo es mucho más complicado y caro que medir utilizando satélites”.

Simposio de Almudena García-García en Leipzig.

Simposio de Almudena García-García en Leipzig.

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Será un trabajo más difícil, pero él lo saca adelante como uno de los referentes mundiales en la materia. Pese a las complicaciones que alega, el doctor Cuesta-Valero se empeña en estudiar los datos registrados gracias a las torres de covarianza de Eddy ancladas en la Tierra. Unas torres de las que apenas hay unas 60 útiles en todo el mundo y, en España, un par. “Ah, sí, bueno, últimamente me centro más en estos datos que miden con precisión el intercambio de energía entre el suelo y la atmósfera. Son esenciales para calibrar los satélites, que dan una imagen global cada pocos días, pero no pueden ver lo que ocurre en el subsuelo. Por eso comparo ambos datos como filtro de validación”.

Pero ¿cómo interactúan exactamente estas herramientas? “Primero, los modelos físicos simulan cómo funciona el planeta con ecuaciones del ciclo del agua, la energía o el carbono. Esos modelos tienen parámetros que afinamos con observaciones, antes desde el suelo y ahora también con satélites”, cuenta García-García. “Eso nos permite calibrar mejor los modelos y hacer mejores predicciones. Además, podemos forzar al modelo a acercarse a los datos satelitales, no solo simulando la realidad, sino ajustándose a lo que realmente se observa. Así entendemos mejor procesos complejos como el intercambio de energía y agua entre el suelo y la atmósfera, o lo que pasa bajo tierra”.

La inteligencia artificial de Google es una caja negra absoluta: la entrenas, la validas con observaciones externas, y ves que funciona, pero no sabes por qué

Almudena García-Garcíadoctora en Física

Una vez aclarada la duda, cabe preguntarse, dados los tiempos que vivimos, por el papel de la inteligencia artificial en su modus operandi, si puede ofrecerles alguna ventaja en ese alambicado proceso. “Rapidez” contesta Fran a una velocidad acorde a su respuesta. “Una vez que tienes entrenado el algoritmo, hacer predicciones es muy rápido. El problema es que necesitas un montón de tiempo y de información para entrenarlo. Pero una vez está hecho, claro, puedes liarte a hacer predicciones como churros”. No parecen preocupados por que la IA pueda arrebatarles el trabajo. Ni siquiera temen la reciente entrada en escena de SEEDS, la nueva inteligencia artificial generativa de Google destinada a optimizar las predicciones meteorológicas.

Aquí Almudena sí se tercia a tomar partido. Es su terreno de juego. Y estamos ante algo que quizás no respete el método científico: “Hay bastante controversia, porque ese tipo de inteligencia artificial sí que es una caja negra absoluta: la entrenas, la validas con observaciones externas, y ves que funciona, pero no sabes por qué”. Continúa, tajante, la doctora: “Y lo curioso es que las compañías que están desarrollando estos modelos, no siempre utilizan los métodos más transparentes, ni los que cuentan con mayor respaldo dentro de la comunidad científica”.

Conferencia presentada por Francisco J. Cuesta-Valero.

Conferencia presentada por Francisco J. Cuesta-Valero.

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No hay guerra entre nosotros. Firma quien lleva la voz cantante en cada artículo, el que escribe el primer borrador

Francisco J. Cuesta-Valerodoctor en Física

Se suma el doctor Cuesta-Valero, sacando pecho del valor experiencial, de la observación sistemática: “Fíjate en el caso de Blatten, el pueblo suizo sepultado recientemente por el desprendimiento de un glaciar. Si se consiguió anticipar y evacuar a la gente, no fue por un modelo predictivo, sino por observación constante. En Suiza monitorizan todos sus glaciares. Vieron que ese glaciar había bajado 50 metros en dirección al pueblo en cinco años. Esa anomalía indicó un riesgo serio. La clave fue la vigilancia continua, no un modelo”.

Están perfectamente sincronizados. De repente, la sitcom parece una romcom. Sus mentes se complementan de maravilla. No es que uno empiece una frase y la acabe el otro. Es que uno inaugura el artículo científico y el otro lo termina de escribir. Firman juntos la mayoría de los papers. Uno de ellos en concreto, Heat stored in the Earth system 1960–2020: where does the energy go?, junto a otros 60 especialistas. Los Vengadores del cambio climático reunidos en un artículo trascendental para su campo. Y ante mí tengo a WandaVision.

Presentación de Almudena García-García.

Presentación de Almudena García-García.

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Cual súpervillano, una idea maligna se aparece. Ese idilio puede terminar pronto; el ego acabará con ellos. La pregunta sobre qué firma aparece primero debe ser un asunto espinoso de tratar… Pero qué va, ni por asomo. Lo cuenta Fran: “Eso se lo dejamos a los guionistas de The Big Bang Theory. No hay guerra entre nosotros. Firma quien lleva la voz cantante en cada artículo, el que escribe el primer borrador. Quien se lo curra, lo trabaja y le da coherencia al paper, va primero, no quien tiene simplemente la idea. Y eso siempre está claro para nosotros”.

Lo comparten todo en lo que parece una perfecta simbiosis. Profesión, trayectoria, casa, aficiones. Corazones. Vida. Su día a día los marcan los ritmos de una rutina apacible, solo incomodada cada cierto tiempo por la incertidumbre cuando acaban el proyecto de años para el que han sido contratados y les toca buscar otro mecenas. En su tiempo libre, Fran y Almudena juegan al ajedrez, pasean en bici, cocinan y, sobre todo, leen. Especialmente, novela histórica y, cómo no, ciencia ficción. De vez en cuando, cae alguna película.

La mayoría de las pelis climáticas son muy exageradas. Estamos muy lejos, salvo catástrofe repentina, de llegar a eso. Es un proceso que lleva siglos y milenios

Francisco J. Cuesta-Valerodoctor en Física

“La mayoría de las pelis climáticas son muy exageradas. El día de mañana, 2012… Todo es muy apocalíptico. Estamos muy lejos, salvo catástrofe repentina, de llegar a eso. Es un proceso que lleva siglos y milenios”, comenta Fran, calmando las tensiones. Le sigue Almudena en sus razonamientos: “el cambio climático es irreversible, pero es un proceso mucho más lento del que acostumbramos a ficcionar. Además, gracias a la tecnología que tenemos podríamos vivir en un mundo con las predicciones de cambio que ahora mismo estamos valorando”.

Ensombrece de repente el gesto, empática. De pronto ha recordado algo triste. “Aunque obviamente, los que no tengan dinero y no tengan acceso a esa tecnología, lo van a pasar peor… Me gusta la trilogía marciana, de Kim Stanley Robinson. Es ficción, claro, pero trata sobre cómo los humanos afectan al clima, y cómo el clima los afecta a ellos. Y no viola las leyes físicas de forma descarada”.

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La trilogía marciana propone una intervención de Marte para transformarlo en un planeta verde. Es, quizá, la serie de novelas que mejor definen lo que es el solarpunk, un género nacido casi por generación espontánea en los blogs del Internet de la pasada década. No es un género optimista, como suele confundirse, en oposición al cyberpunk clásico, sino simplemente un lugar de visión realista con una ventana abierta al futuro, donde el sol toma protagonismo para la humanidad del mañana.

Resulta apropiado. Un género solar para una pareja fraguada entre investigaciones sobre el calor que la Tierra retiene del astro rey. Un género solar para una pareja luminosa.

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