A sus 69 años, Rafa Antonín es uno de los creadores de contenido más queridos en este país. Sin embargo, el casi millón de seguidores que tiene en Instagram no le conocen por su nombre real, sino por el de su perfil, Rafuel, una combinación de Rafa y de fuel, que se dedicó a vender durante muchos años.
Su cocina, sus recetas y su estilo directo, tan directo que incluso hizo que un día se le escapara un taco a medio clip y corriera como la pólvora, le dan una capa de naturalidad que enmascara el gran trabajo que hay detrás. Rafuel ya no solo hace vídeos: tiene un restaurante en Barcelona, ha publicado dos libros y organiza comidas privadas en su casa.
Rafuel, ¿qué estás haciendo con el móvil ahora?
Le he introducido a ChatGPT los precios de lo que compro para hacer una fideuá y los gramos que pongo, y la inteligencia artificial me hace los cálculos y me dice cuánto me cuesta la fideuá. Mira… Cuesta 1,56€ por ración. Ahora solo tengo que multiplicar mi coste dos veces más y ya tengo el precio final al que tendría que vender el plato. Redondeo y ya está. Esto me ahorra aproximadamente media hora de trabajo, por eso lo uso. Todas mis recetas ya son con inteligencia artificial.
¿Y dónde queda el toque Rafuel?
Yo cuando veo la receta y el formato que me da la IA, digo “espera…”. Y leo “pelar, cortar la cebolla en juliana fina, freír las patatas y la cebolla lentamente en aceite de oliva sin que doren demasiado: tienen que quedar tiernas”... Como ya lo he hecho varias veces, la IA ya sabe cómo lo quiero yo porque tiene memoria. “¿Me puedes hacer la receta a mi estilo para Instagram?”... Mira, aquí tienes la receta… “Hoy vamos al clásico que nunca falla”... ¿Ves? Es mi presentación. “Hazme ocho hashtags de derivados de la patata o tortilla en diferentes idiomas”... ¡Mira, ya tengo los hashtags para poner!
Por lo tanto, ¿la inteligencia artificial ya forma parte de tu día a día?
Sí, ya tengo entre sesenta y setenta recetas. En estos momentos, con estas yo ya podría editar un libro. De hecho, mi idea es hacer uno con una revista de gran tirada. Si la revista me lo publica y lo pone como dosier con la publicación, en España habré vendido de golpe 30.000 libros y me colocaré entre los líderes en ventas. No es el dinero, es la huella que dejas. Ahora me pueden conocer en Barcelona o Madrid, pero entonces podremos llegar al lugar más remoto de España, a aquel pueblecito de Galicia o a aquel otro de Andalucía.
¡Una visión muy empresarial!
Yo siempre he trabajado a la última. La tecnología bien aplicada nos ayuda muchísimo y el que no se apunte a este carro se quedará como la señora Hortensia se quedó con la Hispano Olivetti. El mundo es muy competitivo y te lleva a evolucionar: tienes que saber ver hacia dónde tienes que ir y, si te equivocas, modificarlo rápidamente. Yo entré en las redes porque no quería perder el hilo de la gente joven, a mis hijos y a mis nietos. Recuerdo que mi padre se desconectó. Tenía nueve hijos y trabajó muchísimo, pero no entendía Los Beatles y decía que aquello no podía durar… La evolución, desde que el hombre tiene el fuego, ha sido una tras otra. Por eso, cuando vi las redes, me di cuenta de que era la nueva forma de comunicación: los jóvenes estaban ahí.
Con el asistente de voz contesto sesenta mensajes en un minuto. Y para hacer un ejercicio de memoria, además, intento aprender los nombres de cada persona que me escribe
¿Qué te lo hizo ver?
Yo creo que fue sobre el 2008, cuando puse en Facebook una foto de los macarrones que había cocinado, para que mis hijas vinieran a comer. ¡Todo el colegio Santa Isabel en Barcelona vio la foto de los macarrones y todo el mundo quería venir a comerlos! Aquel día me di cuenta de que las redes sociales eran la nueva forma de comunicación. Cuando, un tiempo después, me invitaron a TV3, les dije que a mí la televisión ya no me dice nada porque la audiencia ya no está ahí. En esos momentos ya tenía yo más audiencia en las redes que ellos.
Tus seguidores en Instagram llegan a casi al millón: son 916.000. Si los colocáramos en fila, uno a lado del otro, cogidos de la mano… ¡irían de Barcelona hasta Vigo! ¿Cómo has sido capaz de llegar a tanta gente y acumular tanta audiencia?
Siempre me he dedicado a las ventas y lo que he tenido muy claro es que tienes que consolidar lo que tienes. ¿Por qué contesto todos los comentarios? Porque es una lástima escribir a las paredes y que nadie te conteste. Yo contesto todas las dudas siempre que me escriban con educación. Esto también ha sido básico: no buscar el enfrentamiento con el que no me gusta. Con el trabajo que tengo, no puedo perder el tiempo con alguien que me está insultando. Lo elimino. Soy muy activo con la gente que me sigue y me preocupa relativamente poco lo que hay fuera. Y, está claro, tengo una audiencia muy consolidada, muy fiel.

Rafael Antolín, Rafuel
Pero… ¿cómo puedes contestar a todos tus seguidores? ¡Es mucho tiempo!
Contesto sesenta mensajes en un minuto, porque lo hago con el asistente de voz. Si una persona me dice buenos días, le respondo “¡Feliz día!”. Yo he sido quien ha puesto más flores de todo Instagram: ¡a cada señora pongo una flor! Y para hacer un ejercicio de memoria, además, intento aprender los nombres de cada persona.
Más allá de estar presente y responder los comentarios, ¿cuál es tu secreto, Rafuel?
Hacer una receta que ellos también puedan hacer, y siempre con utensilios de casa, con producto de mercado e intentando que sea lo más económica posible. Es cierto que, de vez en cuando, pongo caviar o algo así, pero muy puntualmente. Es lo que la gente quiere ver.
Es curioso. En un momento en que todo el mundo dice que las redes sociales son una falacia y que tienden a aislar a las personas, tú aseguras que son un espacio para acercarnos mayores y jóvenes…
Antes la gente tenía el televisor en la habitación principal de casa y cenábamos mirándolo. Durante treinta o cuarenta años la familia se reunió con la tele y callada. Ahora hemos saltado a los móviles y las tabletas. La pandemia hizo que la gente se sentara más en la mesa del comedor y ahora, ya superada, tenemos la oportunidad de seguir en aquella mesa. Ahora bien, sin móviles. Si tú a tu hijo de doce años no le sacas el móvil de la mesa, habrás caído en lo mismo que cayeron nuestros padres con la tele. Ahora la única forma de comunicación que tienen los padres con los hijos es la mesa. Si tenemos diez o quince minutos, por poco que hablemos ya nos contaremos muchas cosas, porque el resto del día no hay comunicación.
Tienes 69 años. ¿Cómo te sientes en un terreno como las redes sociales, donde hay básicamente gente joven?
Yo tengo mi edad, pero no me veo viejo. De repente, sí que dices ‘pero tú que haces aquí en medio?’, y entonces sí que te das cuenta. Pero realmente no pienso así. Cuando me invitan a una fiesta o un acto, no voy a ninguna parte porque yo en una discoteca con gente joven no hago nada. ¡Yo por la noche a dormir!
En 2020 hablé con Apple porque necesitaba teras de almacenamiento en la nube. El máximo que daban eran dos, pero me pusieron seis. Apple es una empresa que si tú les escribes y les das una buena razón, funciona. Al cabo de dos años me dieron doce y hoy día tengo 28.000 vídeos en la nube
¿Cómo es un día habitual en tu vida, Rafuel?
Me levanto a las cinco, desayuno y a las seis me voy al gimnasio. Allí hago una hora de entrenamiento con un entrenador personal desde hace quince años. Paso un momento por el mercado si tengo que pasar, y si no ya vuelvo hacia las siete y media. Si tengo que hacer un video, contesto una primera tanda de mensajes, cerca de un centenar, y entonces hago la receta del día en una hora y media porque lo tengo todo muy controlado. Cuando lo tengo hecho, me ducho, me cambio y voy al restaurante. Siempre que puedo vuelvo a comer, hago unos quince minutos de siesta y entonces edito lo que he grabado. Hacia las siete u ocho veo una película, y a las diez u once… ¡a dormir!
Para ser tan rápido y productivo debes de usar herramientas que te ayudan…
¡El móvil! La edición la hago con el móvil, y de hecho todo. Esto me permite trabajar en cualquier lugar del mundo. En 2020 hablé con Apple porque necesitaba teras de almacenamiento en la nube. El máximo que daban eran dos, pero me pusieron seis. Apple es una empresa que si tú les escribes y les das una buena razón, funciona. Al cabo de dos años me dieron doce y hoy día tengo 28.000 vídeos en la nube. Aparte, también uso trípodes de mesa. Luces no, porque grabo por la mañana y tengo la luz del Mediterráneo que me entra por la ventana.
A la hora de cocinar, ¿usas también herramientas tecnológicas?
No, porque mis vídeos tienen que ser con los utensilios que las amas de casa tienen en casa. Si yo les pongo una máquina que ellas no pueden comprar, aquella receta ya no vale.
¿Sabes qué me llama mucho la atención en algunos de tus vídeos? Que cuando cortas el pan y te queda toda la madera llena de migas, las sacas con un aspiradorcito…
¡Es un aspirador de mesa que me han regalado y va superbién! Esto no lo acostumbramos a tener en casa y la gente se piensa que es para las migas de pan que quedan en el asiento del coche.
Una mentalidad tan empresarial como la tuya seguro que tiene mil ideas rondando por la cabeza. ¿Hacia dónde veremos tus próximos pasos, Rafuel: hacia lo digital o lo físico?
El restaurante tiene que trabajar todos los días al 100%. Por lo tanto, todo lo que no haga, todo lo que no se venda en mesa, lo tengo que vender por delivery. Hemos hecho una “escudella y carn d’olla” sensacional (una sopa catalana típicamente navideña con una combinación de carnes y verduras) y a partir del mes de noviembre la tendremos en delivery. A partir de septiembre también saldrán cada día veinte tortillas. No serán las más baratas, pero sí de calidad.

Rafael Antolín, Rafuel.
Antes, cuando preguntabas a los niños qué querían ser de mayores, decían astronauta, veterinario, futbolista… Ahora muchos quieren ser influencers.
Lo que tienen que tener los niños es formación. Antes que nada, formación y educación. Nos hemos olvidado de educar. Los padres han salido a trabajar y no se han acordado de los hijos. Apuntarlos a extrascolares es despreocuparse, hacer que te los guarde otro. Lo que tenemos que hacer es educar porque si hay educación no hay estas ansias de ser influencers. Porque al final…¿para qué quieren ser influencers? Para ganar pasta fácil. La mitad de las niñas que están haciendo de influencers acabarán mal. Muchas de ellas han estudiado una carrera, pero llevan muchos años sin hacer nada y, cuando el cuerpo no les acompañe, irán a lo más sencillo. Han tirado la formación que tenían y ya no sirven ni para trabajar. Esto es la fotografía de muchas influencers.
¿Qué consejo darías, pues, a alguien que empiece a moverse por las redes y a generar contenido?
Yo, desde que entré en Instagram en el 2012, todos los días he colgado cosas. Hace mucho tiempo, ¿eh? ¡Hace quince años! Incluso me han operado dos veces y, antes de entrar a quirófano, he colgado contenido. Me acompañaba mi hija y le dije “cuelga esta foto” y cuando me desperté de la anestesia ya me puse a contestar.