Antes de llegar a Silicon Valley, la historia de Elon Musk ya comenzó a erigirse en una casa de Pretoria (Sudáfrica). Allí vivió el magnate sus primeros años, en un entorno marcado por la violencia. Maye Musk ha contado en varias entrevistas que su marido, Errol Musk, la golpeaba, y que un día, cuando Elon tenía solo cinco años, el niño se interpuso para defenderla. Para ella, eso es lo que define a su hijo: “Elon siempre ha sido así. Si ve algo injusto, no puede quedarse callado”.
Elon era un niño solitario, con una inteligencia desbordante y un mundo interior alimentado por la ciencia ficción. Su infancia no fue fácil: sufrió acoso escolar y vivió bajo la sombra de un padre autoritario, cuya relación con él sigue siendo fuente de conflicto.
Tal y como cuenta Maye, fue además un lector voraz desde que aprendió a leer. Sus compañeros de colegio lo llamaban “la enciclopedia con patas” porque podía recitar de memoria párrafos enteros de la Enciclopedia Británica. “Siempre estaba con la nariz metida en un libro. Los memorizaba de principio a fin”, dice Maye.
A los 12 años vendió su primer videojuego, Blastar, por 500 dólares, y solo era el principio de su historia. A finales de los años ochenta, Maye y Elon decidieron dejar Sudáfrica. Con poco dinero y una fe casi ciega, se mudaron a Canadá. “Él me convenció. Dijo que en América podría construir algo grande”, cuenta Maye en una reciente entrevista.
Maye Musk en un desfile de moda.
Siempre estaba con la nariz metida en un libro. Los memorizaba de principio a fin
Allí trabajó como nutricionista y modelo, y con sus ahorros —unos 10.000 dólares— ayudó a financiar la primera empresa de su hijo, Zip2. “Ellos no lo van a reconocer, pero fue duro”, recuerda. Vivían casi sin recursos, durmiendo en la oficina y duchándose en el gimnasio. Esa etapa fue el germen del imperio que años más tarde transformaría la automoción, la exploración espacial y la inteligencia artificial.
Con el tiempo, Maye se ha convertido en su mayor defensora. “Yo no soy tan inteligente como Elon. Nadie lo es”, dice entre risas en una entrevista con Fox News. “Siempre que tiene una idea, la gente dice: ‘Qué ridículo’. Pero luego todos quieren copiarlo.” Para ella, las críticas y la incomprensión que acompañan a su hijo son un patrón que se repite desde la infancia: la soledad del que va por delante. “Lo veo como un mesías incomprendido”, resume.
Hoy, Elon Musk es el hombre más rico del planeta, pero no a todos convence. Según una encuesta reciente de Gallup, un 61% de los estadounidenses tiene una opinión desfavorable sobre él. Las polémicas en torno a sus declaraciones, su gestión de Twitter y su estilo provocador han erosionado su imagen pública. Pero su madre insiste en ver más allá del ruido. “Me encanta usar Grok; lo uso a diario. Es muy útil y divertido”, concluye.


