La deriva mesiánica de Peter Thiel: fundó PayPal, controla el mundo con Palantir y ahora cree que puede salvarnos del fin del mundo

Peter Thiel

El multimillonario de Silicon Valley combina filosofía católica y teorías extremas para justificar desde el control masivo de datos hasta su influencia en la política estadounidense

Tiene en sus manos la empresa más poderosa del mundo, pero nadie sabe lo que piensa en realidad: Satya Nadella, el CEO de Microsoft que heredó el espíritu de Bill Gates

Peter Thiel, empresario multimillonario.

Peter Thiel, empresario multimillonario.

Terceros

Si dijéramos que una de las personas más poderosas del mundo está obsesionada con el apocalipsis, el Anticristo y cómo pararlo, puede sonar que estamos hablando de una novela distópica. Pero a veces la realidad nos pone en situaciones ciertamente peculiares. 

Aunque pueda sonar extraño, uno de los hombres más ricos del mundo y con un mayor control sobre todos los sistemas de seguridad, tiene una obsesión más que teórica sobre el inminente fin del mundo, la venida del Anticristo y la necesidad de ir la iglesia. Su nombre es Peter Thiel, está en el puesto 103 de las mayores fortunas del planeta y ha estado detrás de algunas de las inversiones más importantes de los últimos 20 años.

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Un hombre de raíces conservadoras

Nunca nadie ha tenido una historia que hable tanto de su presente

Peter Thiel nació en Frankfurt am Main, Hesse, en la Alemania del Oeste, el 11 de octubre de 1967. Cuando tenía apenas un año, su familia emigró a Estados Unidos para que su padre pudiera trabajar como ingeniero químico. 

Durante su infancia, no conocieron una residencia fija: el trabajo en distintas compañías mineras obligaba a la familia a trasladarse constantemente, tanto dentro del país como fuera de él. Así, Thiel y su hermano, Patrick Michael, acompañaron a sus padres en un peregrinaje que los llevó de un extremo a otro de Estados Unidos e incluso a Sudáfrica y África del Sudoeste, la actual Namibia.

Peter Thiel no eligió una carrera vinculada a los números, sino que se decantó por las letras: se matriculó en Filosofía

En 1977, la familia se asentó definitivamente en Foster City, California. Durante aquellos años escolares, Thiel tuvo que cambiar de colegio hasta en siete ocasiones. En uno de ellos, una escuela de lengua alemana, le obligaban a vestir de uniforme y le pegaban con una regla en las manos con una forma de castigo. Thiel diría después que fue aquella experiencia la que germinó su ideología: un individualismo libertario profundamente liberal, sostenido sobre la fuerte creencia en las bondades del capitalismo.

Thiel destacó de forma sobresaliente en matemáticas y eso le permitió graduarse del instituto con facilidad para ingresar en la Universidad de Stanford. Sin embargo, contra todo pronóstico, no eligió una carrera vinculada a los números, sino que se decantó por las letras: se matriculó en Filosofía.

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Peter Thiel, multimillonario.

Bloomberg / Getty

Durante aquellos años en Stanford, a finales de los setenta, cofundó The Stanford Review, un periódico de corte conservador y libertario que, décadas después, todavía sigue publicándose. Se licenció en 1989 y, de inmediato, ingresó en la Stanford Law School, donde obtuvo en 1992 su grado en Derecho. 

Sin embargo, todo aquello quedó en segundo plano frente a lo más decisivo de aquellos años: el encuentro con un profesor que acabaría siendo su guía intelectual y, en gran medida, el mentor que transformaría su forma de entender el mundo. Su nombre era Robert Hamerton-Kelly.

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Pastor sudafricano de la Iglesia Metodista Unida, Hamerton-Kelly era una figura impopular en el campus por sus posturas conservadoras y su oposición al apartheid, algo que, paradójicamente, atrajo a Thiel. Bajo su tutela se forjó una relación de maestro y discípulo —y también de colegas y amigos— que resultaría decisiva. 

Fue a través de él como Thiel conoció las teorías de René Girard, pensador francés y amigo personal de Hamerton-Kelly, cuya influencia marcaría de manera profunda el resto de su vida. Un pensamiento que le acompañaría más adelante.

Peter Thiel junto a Elon Musk en la fundación de PayPal.

Peter Thiel junto a Elon Musk en la fundación de PayPal.

De la abogacía al análisis de datos

La meteórica carrera profesional de Thiel

Aunque Thiel inició su trayectoria profesional en el ámbito legal, primero como asistente judicial y después como abogado, no tardó en dar un giro hacia el mundo del trading. A partir de 1993 se dedicó a esa actividad y, en 1996, aprovechó el auge de las puntocom para dar su primer gran salto: reunió un millón de dólares entre amigos y familiares, fundó Thiel Capital Management y comenzó así su carrera como inversor de capital de riesgo, una senda que marcaría el resto de su vida.

Tras varias inversiones fallidas, Thiel conoció a Max Levchin, que dirigía una pequeña compañía vinculada a la criptografía. Según recordaría más tarde el propio Thiel, aquella colaboración le inspiró la idea de crear un software capaz de garantizar pagos en línea seguros, en un momento en que muchos vendedores aún carecían del hardware necesario para aceptar tarjetas de crédito. 

En 1999 financió y lanzó junto a Levchin la empresa Confinity, cuyo producto estrella pronto sería conocido en todo el mundo: PayPal

Con esa visión en mente, y decidido a construir una especie de cartera digital tan segura como útil, en 1999 financió y lanzó junto a Levchin la empresa Confinity, cuyo producto estrella pronto sería conocido en todo el mundo: PayPal.

El éxito de PayPal fue inmediato y arrollador. Durante la misma conferencia de lanzamiento, Deutsche Bank y Nokia invirtieron tres millones de dólares en capital de riesgo, un impulso que consolidó su despegue desde el primer día. En el año 2000, la compañía se fusionó con el servicio financiero X.com, de Elon Musk, y con Pixo, la empresa de Paul Mercer especializada en telefonía móvil. 

Gracias a ello, PayPal se adentró en el incipiente mercado de los dispositivos portátiles y amplió su alcance de forma decisiva. El 15 de febrero de 2002 debutó en bolsa con un éxito fulgurante y, apenas unos meses después, en octubre de ese mismo año, eBay la adquirió por la asombrosa cifra de 1.500 millones de dólares.

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Todo aquello ocurrió con Peter Thiel al frente como CEO de la compañía, manteniendo un 3,7 % de las acciones. La venta a eBay le reportó unos 55 millones de dólares —a los que podrían sumarse otras cantidades nunca reflejadas en los documentos oficiales— y lo convirtió definitivamente en millonario tras años de maniobrar con inteligencia en Silicon Valley. Esa reputación le valió un apodo que lo acompañaría durante mucho tiempo: el Don de la Mafia de PayPal.

Después de su salida, Thiel fundó el fondo de inversión Clarium Capital Management, con el que comenzó a realizar apuestas de mercado particularmente arriesgadas. Sin embargo, la verdadera inflexión en su carrera llegaría en mayo de 2003, cuando participó en la creación de Palantir Technologies.

Clientes como el estado de Israel, Airbus, Morgan Stanley o el Departamento de la Guerra de Estados Unidos dan fe de que, 22 años después, la empresa tiene un gran valor estratégico

Basando su nombre en el artefacto de El Señor de los Anillos que permite observarlo todo, pero a costa del alma de quien lo observa, la empresa se basa en ofrecer toda clase de servicios de seguridad y vigilancia a estados, ejércitos y corporaciones de todo el mundo. Clientes como el estado de Israel, Airbus, Morgan Stanley o el Departamento de la Guerra de Estados Unidos dan fe de que, 22 años después, la empresa tiene un gran valor estratégico. Aunque también monetario, ya que se estima su valor en más de cuatro mil trescientos millones de dólares.

¿Cuál fue la motivación de Thiel para adentrarse en esta clase de negocio? Los ataques terroristas del 11 de septiembre. Convencido de que “las aproximaciones desarrolladas en PayPal para combatir el fraude podían aplicarse también a la lucha contra el terrorismo”, impulsó la creación de Palantir. Sin embargo, más allá de detectar un nicho de negocio, la apuesta respondía a su visión política y a su filosofía personal, que pesaban tanto o más que las oportunidades económicas

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Saruman y el palántir en Isengard ('El Señor de los Anillos: La comunidad del Anillo').

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De René Girard a Carl Schmitt

La teorías filosóficas de un multimillonario

Thiel se convirtió en un entusiasta de las teorías filosóficas de René Girard, el pensador francés al que conoció gracias a su mentor Hamerton-Kelly. Entre sus ideas, tres resultaron decisivas para él: la rivalidad mimética, el mecanismo del chivo expiatorio y el Apocalipsis.

La teoría de la rivalidad mimética sostiene que los seres humanos tenemos una inclinación natural a imitar los deseos de los demás. Esa imitación genera inevitablemente conflicto: al codiciar lo mismo que otro desea, este se siente amenazado y responde con hostilidad. La violencia, por tanto, no es accidental, sino una consecuencia directa de esa dinámica de imitación.

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El mecanismo del chivo expiatorio, según Girard, era la forma en que las sociedades conseguían contener la violencia derivada de la rivalidad mimética. Consistía en señalar a un objetivo —a menudo un grupo social concreto— y responsabilizarlo de todos los males de la comunidad. 

Sin embargo, Girard sostenía que este mecanismo funcionaba cada vez peor a medida que la humanidad se alejaba de Cristo. Llegaría un momento en que dejaría de servir como válvula de escape, y ese día marcaría el inicio del Apocalipsis. Nunca terminó de precisar qué implicaciones exactas tendría ese desenlace, dejando la interpretación abierta a la lectura de cada individuo.

Este marco teórico resultaba un terreno fértil para especulaciones extremas. Y Thiel, además de Girard, se sintió atraído por otro pensador de enorme controversia: Carl Schmitt, el jurista alemán conocido por haber buscado una legitimación del nazismo desde el derecho natural.

Aunque Thiel no adoptó de Schmitt la defensa explícita del nazismo, sí tomó prestados algunos de sus conceptos clave

Aunque Thiel no adoptó de Schmitt la defensa explícita del nazismo, sí tomó prestados algunos de sus conceptos clave, en particular los del Anticristo y el katechon. Para Schmitt —y en la interpretación que Thiel hizo suya— el Anticristo no era una figura bíblica en sentido estricto, sino cualquier persona, ideología u organización que buscara unificar el mundo bajo una sola bandera. 

El katechon, en cambio, era una noción mucho más enigmática: aparece apenas dos veces en la Biblia y su significado ha sido objeto de intensos debates. En la lectura schmittiana que asumió Thiel, representaba la resistencia a esa unificación, un orden de estados nacionales aislados, con fronteras cerradas, que se opondría a las fuerzas del Anticristo.

Resumiendo. Para Thiel, el ser humano tiende a imitar los deseos del otro, una dinámica que inevitablemente desemboca en la violencia y que, tarde o temprano, terminaría en un estallido de escala global. Y a sus ojos, solo hay dos desenlaces posibles: la llegada del Anticristo, que impondría la unificación del mundo bajo una única bandera, o el triunfo del katechon, un orden en el que cada nación permanecería aislada y protegida tras sus propias fronteras.

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Peter Thiel, multimillonario.

AFP

Una filosofía cuestionable y que tiene poco de Girard

Siniestras implicaciones políticas

Queda aún un concepto por abordar: el del mecanismo del chivo expiatorio. Y no es un detalle menor, porque en este punto Thiel se apartó incluso de la interpretación original de Girard.

Para Girard, cuya obra estaba atravesada por una profunda visión religiosa, el chivo expiatorio acababa siendo desenmascarado: los grupos señalados como culpables se revelaban finalmente inocentes, porque en realidad no lo eran, y la persecución no podía sostenerse indefinidamente contra lo inocente. 

Thiel, en cambio, entendió este mecanismo de forma radicalmente distinta. En su visión, para que el katechon pudiera imponerse era imprescindible un retorno a Cristo y, con ello, la recuperación plena del mecanismo del chivo expiatorio como herramienta de cohesión social.

Cada estadounidense posee una identidad única. Yo estoy orgulloso de ser gay. Estoy orgulloso de ser republicano. Pero, sobre todo, estoy orgulloso de ser estadounidense

Peter Thielempresario multimillonario

Además, para Thiel es importante su filiación estadounidense. “Cada estadounidense posee una identidad única. Yo estoy orgulloso de ser gay. Estoy orgulloso de ser republicano. Pero, sobre todo, estoy orgulloso de ser estadounidense”, llegó a declarar. Ese énfasis explica también su estrecha relación con uno de sus principales discípulos políticos: JD Vance, hoy vicepresidente de Estados Unidos.

Autodefinido como girardista, Vance cimentó su estrategia en reivindicar su identidad católica y en señalar a determinados colectivos como culpables de los males del país. En particular, a los inmigrantes. Estuvo detrás de las redadas masivas de ICE y llegó a lanzar ataques directos contra la comunidad haitiana, a la que acusó falsamente de comerse a sus perros, aun siendo plenamente consciente de la mentira. En la práctica, no hacía sino poner en marcha el mecanismo del chivo expiatorio que Thiel defendía, fuese de manera deliberada o no.

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Los vínculos de Thiel con Donald Trump, con la extrema derecha y con gobiernos de dudosa vocación democrática nunca fueron un secreto. Él mismo los justificaba desde su particular marco filosófico: todo respondía a un bien mayor, evitar el Apocalipsis. Para Thiel, ese final se encarnaba en la llegada del Anticristo, que significaría la unificación del planeta bajo una sola bandera.

Resulta inquietante que esa convicción naciera en gran parte a raíz del 11-S, en un contexto en el que la islamofobia se convirtió en una constante. Aunque Thiel nunca llegó a concretar su pensamiento en ese punto, la sospecha planea inevitable. Lo cierto es que muchos girardianos consideran aberrante la interpretación que hace Thiel: un apocalipticismo teñido de franquismo y un fascismo envuelto en ropajes católicos, deformado hasta la caricatura, que nada tendría que ver con lo que René Girard habría suscrito.

Palantir, startup de Estados Unidos.

Palantir, empresa de Estados Unidos.

Getty Images

Los discípulos de Girard han sido tajantes en su crítica a Thiel. Ellos, dicen, aceptan el Apocalipsis con serenidad y no desean que inocentes resulten dañados: buscan menos cabezas de turco, no más. El propio Girard lo expresó con claridad: “Cristo nos permitió encarar la realidad sin hundirnos en la locura (...). El Apocalipsis no anuncia el fin del mundo; crea esperanza”.

Incluso cuando los textos del filósofo contradicen de manera frontal las tesis de Thiel, sus seguidores evitan enfrentarse a él. Lo justifican con un argumento paradójico: al hacerlo, podrían convertir al propio Thiel en un chivo expiatorio, justo lo que tratan de evitar.

Esa es la filosofía de uno de los hombres más ricos y poderosos del planeta: una interpretación cuestionable de un pensador católico francés, combinada con las ideas de un jurista nazi que dedicó su vida a justificar la legitimidad del Estado alemán de su tiempo. 

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Un cóctel ideológico en el que Thiel invita a volver a la iglesia para sobrellevar la conciencia del Apocalipsis, mientras al mismo tiempo provee a la administración Trump de software de reconocimiento facial para llevar a cabo deportaciones masivas. Cómo puede sostener ambas cosas a la vez es un misterio que solo Peter Thiel parece capaz de responder.

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