La era de la información ha llegado para placarnos a todos. Desde que nos despertamos hasta que nos acostamos, datos de todo tipo nos rodean: titulares, mensajes, vídeos, notificaciones, tuits. Todo compite por un instante de atención en un entorno que ya no premia la profundidad, sino la inmediatez. Y aunque parezca un problema de nuestro tiempo, lo cierto es que ya había alguien que lo advirtió en el siglo pasado.
“La información, cuando se expande demasiado, produce la misma confusión que la ignorancia”, dijo en 1964 Marshall MacLuhan, filósofo y teórico canadiense, en una frase que nos advertía sobre los peligros a los que nos enfrentaríamos en el siglo XXI.
Lo que McLuhan quiso señalar con esta observación es que el exceso informativo puede tener un efecto contrario al que se supone debería producir. En lugar de generar comprensión, puede provocar ruido, saturación y desorientación. Vamos, lo que estamos viendo en la actualidad.
En el análisis del filósofo, el problema no reside en los contenidos, sino en los medios que los difunden. De ahí su célebre principio: “El medio es el mensaje”. Porque, para McLuhan, los medios —y por extensión, la tecnología— no son simples canales, sino estructuras que moldean nuestra percepción y transforman la sociedad. Y cuando una nueva tecnología aparece, altera el modo en que pensamos, sentimos y nos relacionamos.
Marshall McLuhan, filósofo.
“Todos los medios son extensiones de alguna facultad humana, psíquica o física”, resumía McLuhan en The Medium Is the Massage, ensayo de 1967. El autor consideraba que la radio, la televisión o el teléfono eran prolongaciones de nuestros sentidos, y que con la llegada de la electricidad el ser humano había proyectado fuera de sí un modelo de su propio sistema nervioso. “Con la llegada de la tecnología eléctrica el hombre ha extendido, o puesto fuera de sí mismo, un modelo vivo de su propio sistema nervioso central”, repetía en 1964.
Con la llegada de la tecnología eléctrica el hombre ha extendido, o puesto fuera de sí mismo, un modelo vivo de su propio sistema nervioso central
En resumen, McLuhan avisó que, en la era de la sobreinformación, la abundancia de datos puede terminar erosionando la capacidad de distinguir lo verdadero de lo falso. El fenómeno de las noticias falsas o la manipulación algorítmica son, por tanto, síntomas de un entorno donde la información se ha multiplicado más allá de nuestra capacidad de comprensión.
Aunque McLuhan no lo llamó “sobrecarga informativa”, lo describió con precisión: cuando la cantidad de mensajes crece sin control, el resultado se asemeja a la ignorancia, porque ambos producen el mismo efecto, que es la incapacidad de discernir entre lo real y lo falso.
Ahora, con la IA amplificando un flujo de información más caótico, las palabras del teórico canadiense se vuelven más importantes que nunca.


