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“Siempre quise amar a las mujeres, pero su comportamiento solo ha merecido mi odio”: el fenómeno ‘incel’, desde dentro de foros y redes

Redes sociales

Foros anónimos, chats de Telegram e hilos de X se llenan de jóvenes que están convirtiendo su frustración por no atraer al sexo femenino en una ideología peligrosa

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El fenómeno incel, una herida que Internet convirtió en discurso de odio.

Getty Images

“Tengo 33 años y nunca he tenido novia. ¿Cómo puedo afrontar la posibilidad de quedarme soltero toda la vida? Si pudiera ver el futuro y descubriera que nunca voy a besar a nadie, que nunca voy a tener sexo… no sé cómo lo afrontaría. Siento que he fracasado como hombre”.

No es la confesión de un paciente en la consulta de un psicólogo, sino un mensaje publicado en Reddit. Uno de tantos. Lo firma un usuario que, como muchos otros, ha encontrado en ese foro el espacio donde verbalizar una angustia que considera insoportable: la idea de que su vida afectiva podría no empezar nunca.

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A pocos hilos de distancia, un chico de dieciocho años pregunta si un matrimonio arreglado podría “salvarle del futuro”. Al mismo tiempo, cree necesario aclarar: “No odio a las mujeres y soy de centro, a diferencia de otros incels que son de extrema derecha”. La siguiente historia pertenece a un adolescente: “Peso 140 kg, tengo 16 años y prácticamente todas las mujeres que conozco —incluso chicas más gordas que yo, con las que saldría sin pensarlo dos veces— tienen opciones con chicos mejores que yo”. En otro mensaje más crudo, un usuario resume así su vida: “No tengo interacción con mujeres. No sé si alguna vez la tendré. No sé si hay lugar para alguien como yo”.

Este es el caldo de cultivo del movimiento incel, de los célibes involuntarios. Un espacio donde la desesperación íntima se convierte en narrativa colectiva. Un lugar en el que miles de hombres comparten el convencimiento de que el rechazo femenino no es azar ni incompatibilidad, sino un sistema injusto en el que ellos son víctimas estructurales de una supuesta jerarquía sexual. Un movimiento que, a su vez, ha protagonizado en las últimas dos décadas casos de acoso, violaciones y asesinatos.

No tengo interacción con mujeres. No sé si alguna vez la tendré. No sé si hay lugar para alguien como yo

News Correspondent

La evidencia científica confirma esta vivencia emocional. Según un estudio reciente sobre el fenómeno realizado en la Universidad de Córdoba —Deciphering the incels: A scoping review on empirical research—, un 67,5% de los incels presenta niveles clínicos de depresión y un 74,1% sufre ansiedad intensa. La mayoría describe una sensación de aislamiento extremo, autoestima dañada y dificultades sociales persistentes. 

El estudio señala, además, patrones comunes: historial de bullying, ansiedad social severa y rasgos neurodivergentes. Para los investigadores Reyes Rodríguez, Miguel A. Maldonado y Manuel Moyano, este dolor preexistente es el motor emocional que la comunidad transforma en ideología.

Elliot Rodger, asesino en masa.

Wikimedia Commons

Para llegar a este punto hay que retroceder a mediados de los noventa, cuando una mujer canadiense conocida como “Alana” acuñó el término involuntarily celibate. Su intención era crear una comunidad de apoyo para personas con dificultades afectivas, pero lo que comenzó como un espacio seguro para la empatía terminó mutando —especialmente en la década de 2010— en un ecosistema donde la frustración masculina derivó en victimismo. Y el victimismo en misoginia organizada. Reddit, 4chan y otros espacios digitales transformaron el concepto en una identidad basada en el agravio y la creencia de que el éxito romántico está predeterminado por el atractivo físico.

La figura que terminó de apuntalar esta cosmovisión fue Elliot Rodger, un joven estadounidense que en 2014 asesinó a seis personas en California antes de suicidarse. El manuscrito de 140 páginas que dejó, Mi retorcido mundo, es leído todavía hoy como texto fundacional. En él se quejaba de que “las chicas entregaban su afecto, su sexo y su amor a otros hombres”, pero nunca a él, y habla de la atracción femenina como una injusticia que le ha sido negada.

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“Todo lo que siempre quise fue amar a las mujeres, pero su comportamiento solo ha merecido mi odio”, escribió Rodger, al tiempo que las describe como seres defectuosos e irracionales y se presenta como un varón excepcional, injustamente ignorado por ellas. Ese pensamiento cristalizó en un lamento final donde aseguraba que fue “condenado a una existencia insignificante porque las hembras de la especie humana fueron incapaces de ver su valor”.

Lo perturbador es cómo ese discurso sigue teniendo eco hoy entre hombres que nada tienen que ver con Rodger. La investigación de la UCO constata que esta sensación de injusticia no es anecdótica: para la comunidad incel, la vida afectiva funciona como un mercado sexual rígido, jerárquico e inmutable. La revisión identifica esta estructura —llena de chads, stacies, beckies, normies, alfas y betas— como “el marco cognitivo central” del movimiento, no como una broma. Según los investigadores, es una forma de reinterpretar el deseo humano en términos neoliberales: competencia, meritocracia, ganadores y perdedores.

Todo lo que siempre quise fue amar a las mujeres, pero su comportamiento solo ha merecido mi odio

News Correspondentasesino incel

Aquí es donde entra en juego la realidad digital, que no solo amplifica las inseguridades, sino que les da forma. En la web Hispachan, la mezcla de deseo, desprecio y cosificación aparece con una crudeza alarmante. Un usuario pregunta, sin rodeos: “¿Saben de canales de Telegram donde haya contenido de OnlyFans? Estaba en un muy buen grupo, pero murió hace como un año y hay algunas zorras que me gustaría ver, pero no pienso pagar un centavo por perras así”.

El comentario muestra cómo la comunidad incel está obsesionada con el cuerpo femenino, a la vez que desprecia a las mujeres. En su mente, deseo y odio son sentimientos inseparables. Además, cita a Telegram, plataforma donde también se encuentran cientos de grupos, sin control ni censura alguna, con títulos como Leaks de OF, Vídeos robados de exnovias o Filtraciones de familiares, donde perfiles anónimos de España y Latinoamérica suben contenido de todo tipo.

En la misma línea, en la categoría 18+ de Hispachan es habitual que se suban fotos de chicas reales sin su permiso —a menudo sacadas de redes sociales—, algunas posiblemente de menores, para preguntar si alguien cuenta con fotografías o vídeos íntimos de ellas.

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En otro hilo de Hispachan, un usuario escribe: “Soy del extranjero, pero alguna vez conocí a M. M., una chica que actualmente debe tener 27 años. Me la he pasado buscando todos estos años, desde 2017. Me he comprometido a buscarla y saber qué fue de ella, ¿Qué le pasó? Quizá alguno de ustedes se ha cruzado con ella por la calle. Mis expectativas son del 1%, ¿pero no fue menos la probabilidad de nacer y aquí estamos?”. Todo acompañado de una foto de la chica en cuestión y de detalles tan específicos como su altura o la vestimenta que suele utilizar. En este caso, no hay insulto ni sexualización explícita, pero sí el sentimiento de apropiación sobre una mujer real, convertida en obsesión y misión personal.

En la mencionada categoría “para adultos” del foro, hay otro elemento clave a tener en cuenta: el consumo compulsivo de pornografía, que muchos jóvenes incels reconocen como parte estructural de su día a día. La pornografía mainstream, que deforma las expectativas afectivas, y refuerza la idea de que el sexo es un derecho o una recompensa, provoca que el rechazo no se viva como parte de la vida, sino como una humillación intolerable.

El contenido que no desafía el statu quo o que polariza es el que mejor funciona

News Correspondentdirectora de 'Macho: Crónicas de identidad perdida'

El estudio del equipo de Reyes Rodríguez subraya que la pornografía y el discurso incel comparten un mismo “lenguaje de misoginia deshumanizadora”. En ambos, las mujeres aparecen como objetos, recursos o amenazas, y el sexo como un arma o una deuda. El porno actúa así como molde emocional y cognitivo que refuerza la visión incel del mundo.

Las redes sociales amplifican este relato sin pausa. Como advierte Belén Santa-Olalla, directora de Macho: Crónicas de identidad perdida, obra teatral con la que su compañía, Stroke 114, intenta concienciar y alertar sobre esta realidad, la ideología incel se sostiene gracias al uso de las plataformas: “El algoritmo premia lo que el ser humano quiere ver más, porque el algoritmo quiere que te quedes. El contenido que no desafía el statu quo o que polariza es el que mejor funciona”.

Imagen de 'MACHO: Crónicas de identidad perdida'.

Cedida

Como apunta Santa-Olalla, la tecnología no es el problema, ya que “las redes son una herramienta maravillosa para pluralizar voces”, pero también pueden ser “una herramienta poderosísima que nos ha conectado con algunas microtribus muy peligrosas”. De nuevo, la investigación de la Universidad de Córdoba confirma exactamente esto: basta con ver un par de vídeos de seducción para que TikTok, YouTube o X empiecen a recomendar contenido blackpill o misógino. Según la revisión, “el algoritmo premia la identidad de víctima masculina”, acelerando la radicalización emocional. 

La transformación de Twitter en X tras la compra por parte de Elon Musk ha contribuido a dar alas al fenómeno. Bajo la coartada de la libertad de expresión sin cortapisas, la plataforma ha consentido la reintroducción de perfiles expulsados por incitación al odio y ha amplificado mensajes antifeministas, conspiranoicos o misóginos.

Captura de X.

X

Con 30 años ningún hombre va a ser capaz de aguantarla y únicamente le queda abrir botellas de vino en compañía de su gato

News Correspondentnazi

En España, sin ir más lejos, nos encontramos con usuarios infames con más de 73.000 seguidores como Alberto Pugilato, un reconocido neofascista. Cuando Carla Galeote, creadora de contenido abiertamente feminista, explicó en sus redes la dificultad que tienen las mujeres progresistas y heterosexuales para encontrar una pareja deseable, Pugilato se permitió el lujo de atacarla así: “Literalmente asume que con 30 años ningún hombre va a ser capaz de aguantarla y únicamente le queda abrir botellas de vino en compañía de su gato”. Y esto es de las cosas más suaves que podemos leer en su tablón de X plagado de banderas preconstitucionales, memes pro-franquistas y mensajes de incitación al odio.

Y Pugilato solo es uno de muchos. La manosfera —ese universo de influencers que prometen enseñar a los hombres a convertirse en “machos alfa”— encuentra en X, TikTok y YouTube un altavoz perfecto: vídeos testosterónicos de autoayuda, discursos sobre el “valor sexual” de las mujeres, advertencias contra la promiscuidad femenina… Es el escenario ideal para que chicos vulnerables conviertan su inseguridad en ideología.

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No obstante, pese a su enorme presencia digital, lo cierto es que nadie con rostro y nombre propios se autodenomina públicamente “incel”. Esta identidad solo se confiesa en la penumbra de los foros de Internet, donde el anonimato permite convertir la frustración sexual en relato colectivo sin exponerse al rechazo social que arrastra esa etiqueta.

Sin embargo, aunque ningún influencer relevante se declare parte del movimiento, su imaginario sí ha escapado de los foros. Hoy circulan por X, TikTok y YouTube decenas de creadores de contenido que, sin llamarse incels, difunden conceptos propios de la manosfera y su idea de que los hombres están siendo desplazados por un sistema diseñado para humillarlos.

Asegúrate que esa mujer esté apta para formar un hogar: ¿Será buena esposa? ¿Será buena madre? ¿Será de buen ejemplo? 

News Correspondentusuario de X

Por ejemplo, otro usuario hispanohablante en X que se hace llamar Hombre Alfa, nutre a sus 83.000 seguidores de consejos llenos de misoginia —y errores de expresión— como este: “Asegúrate que esa mujer esté apta para formar un hogar: ¿Será buena esposa? ¿Será buena madre? ¿Será de buen ejemplo? ¿Será de buena reputación? ¿Será exclusiva e íntegra?”.

Este perfil en concreto incide mucho en el concepto de la “chica kilómetro 0”, según el cual una mujer tiene mayor o menor valor dependiendo de la cantidad de hombres con los que ha tenido relaciones. A más parejas sexuales, más kilometraje y, por tanto, menos valor, como si de coches y no de seres humanos se tratara. 

Así reacciona también este espécimen de la manosfera ante Carla Galeote: “Está en celibato porque ya es una bandida retirada. Esta mujer, como otras, pasan los 35 años llenas de kilometraje. No es por falta de hombres, es que estas mujeres son insoportables la mayoría y el hombre no quiere lidiar con ese suplicio testicular”.

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X

Lo mismo ocurre en ciertos discursos políticos, como el de Alvise Pérez o Santiago Abascal, que, obviamente sin citar el término, apelan a sentimientos idénticos: agravio masculino, nostalgia de la autoridad patriarcal y resentimiento hacia la autonomía femenina. De este modo, aunque nadie quiera ponerse la etiqueta, el imaginario incel ya forma parte del repertorio cultural de la ultraderecha. 

De hecho, no es algo exclusivo de los hombres. Cada vez hay más mujeres que, bajo la coartada de la elegancia o la buena educación, cuelgan vídeos en TikTok o Instagram aconsejando “cómo ser una buena mujer para conseguir a un buen hombre”, perpetuando mensajes similares a los de la ideología incel.

He tomado conciencia de que yo mismo era el único que me impedía tener una relación

News Correspondentantiguo incel

Bien es cierto que, incluso dentro de la comunidad incel en redes, hay fisuras. En un post de Reddit titulado Somos nuestro peor enemigo, un chico de dieciocho años reconoce: “Gracias a las críticas constructivas y los consejos en los comentarios, empecé a reflexionar sobre mí mismo. Me uní a subreddits anti-incel para conocer la perspectiva de las mujeres y últimamente he tomado conciencia de que yo mismo era el único que me impedía tener una relación”.

Aun así, el estudio citado advierte de que, aunque la mayoría de incels rechaza la violencia física, una minoría celebra ataques como los de Rodger o Alek Minassian, llamándolos “santos” o “mártires”. Para los investigadores, esta violencia no es un accidente, sino “la consecuencia lógica de una ideología que combina determinismo biológico, victimismo y misoginia legitimada colectivamente”.

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Según los datos recopilados, solo un 15% de los incels que acuden a terapia afirman haber mejorado, en gran parte porque muchos están convencidos de que “el problema no está en ellos, sino en la sociedad”. Los investigadores señalan que salir del inceldom implicaría romper no solo con ideas, si no con hábitos digitales: abandonar la pornografía compulsiva, cortar el bucle algorítmico y empezar a relacionarse fuera del marco sexualizado.

La investigación de la Universidad de Córdoba concluye con una advertencia: el fenómeno incel no es una moda digital, sino “un fenómeno emocional, digital y cultural entrelazado”, síntoma de una masculinidad herida que nunca recibió herramientas para gestionar el deseo, el rechazo ni la intimidad. 

En 2014, el “supremo caballero” Elliot Rodger inauguró su mito con la masacre de Isla Vista. Cuatro años después, en 2018, Alek Minassian protagonizó un atropello en Toronto que se cobró diez víctimas mortales. Antes, publicó en su muro de Facebook: “La revolución incel ya ha comenzado”. Esperemos que se equivoque.