Hablar de la guerra de forma directa y descarnada es uno de los aspectos que hizo famosa y popular a la saga de videojuegos Call of Duty. Sus primeras entregas y, particularmente, la subserie Modern Warfare, impactaron a una generación de jugadores con sus representaciones de distintas guerras contemporáneas.
La Guerra Civil de Siria, la Guerra del Golfo Pérsico o las Guerras de Iraq o Afganistán han sido ampliamente representadas en estos videojuegos. Y aunque representan versiones ficcionadas y, en muchas ocasiones, alternativas de conflictos armados que sí existieron, algunos de sus elementos son dolorosamente reales: representan lugares, dirigentes políticos o tácticas militares que existen y que forman parte de los conflictos armados de nuestro tiempo.
No obstante, en los últimos años, muchos jugadores han puesto en duda la legitimidad de la saga para representar temas tan serios como la guerra. Para empezar, Call of Duty ya es una de las franquicias —no solo de videojuegos, sino en general— que más dinero genera en todo el mundo, con ingresos anuales de más de 30 mil millones de dólares.
Y, para continuar, sus historias y representaciones de la violencia armada se habían vuelto progresivamente más conservadoras, narrando sus tramas desde perspectivas muy favorables al ejército de Estados Unidos, incluso llegando a reescribir algunos crímenes de guerra perpetrados por América para hacerlos parecer más amables.
Hace una semana se anunció Call of Duty: Black Ops 7, la próxima entrega de la serie. El tráiler se presentó en el evento Summer Games Fest, celebrado en Los Ángeles. Fue el colofón final, el gran anuncio de la velada que se suponía que tenía que conseguir que los espectadores se fueran contentos e ilusionados a casa. Pero no solo no lo consiguió, sino que, de hecho, generó gran rechazo entre muchos de ellos.
Hay un tanto de cansancio informativo, de fatiga hacia la recurrencia de los lanzamientos de la serie, que hace ya mucho que se volvieron anuales. Pero bajo ello, también subyace otro motivo evidente: la perspectiva cada vez más pulcra, cada vez más “chic” de Call of Duty sobre la guerra encaja muy difícilmente con lo que vemos cada día en los periódicos, redes sociales e informativos.
Captura del teaser de 'Call of Duty: Black Ops 7'.
El anuncio de Black Ops 7 fue un hijo directo de las circunstancias sociopolíticas actuales. Un vídeo que intenta separarse de las imágenes que frecuentemente no llegan de la guerra (sucias, crudas, preocupantes) para ofrecer una imagen futurista y repensada.
Black Ops 7 forma parte de una subsaga muy, muy querida de la serie Call of Duty. El Black Ops original estaba ambientado en la Guerra Fría; el último, en la Guerra del Golfo de 1991. En esta ocasión, la séptima entrega estará ambientada en el año 2035; un futuro lejano, pero incipiente, quizás demasiado como para que, convenientemente, podamos disociarlo de nuestro mundo.
En el vídeo de tres minutos, un amable robot de color blanco, perteneciente a una compañía tecnológica, conduce al protagonista a través de un limpísimo pasillo de lo que parece una oficina o una suite ejecutiva. El robot le muestra unas imágenes —evidente márketing, hasta el punto en el que resulta un tanto cómico—de cómo la empresa ha usado esa tecnología para ayudar a los afectados por conflictos: el mismo robot que nos habla saca a una niña en brazos de un edificio en ruinas o reparte víveres en un campamento.
Captura de 'Call of Duty: Black Ops 7'.
La CEO de la misteriosa compañía insta a nuestro protagonista —nos insta— a ayudarle en utilizar todos esos avances para mejorar el mundo. Las imágenes del pulcro despacho se contraponen con unas imágenes del horror imperante en el mundo exterior… que, la verdad, tampoco son tan horripilantes. Hay aviones militares y dispositivos de camuflaje sobre vistosos paisajes.
Hay armas, pero nadie las utiliza. Y que Call of Duty, una saga de juegos de disparos, nos presente unas imágenes en las que nadie dispara un solo arma para mostrar su nuevo concepto es, quizás, suficiente confirmación de cuál es la situación a la que se enfrenta.
Que Call of Duty, una saga de juegos de disparos, nos presente unas imágenes en las que nadie dispara un solo arma para mostrar su nuevo concepto es, quizás, suficiente confirmación de cuál es la situación a la que se enfrenta
Incluso si es cierto que la serie nunca ha existido en un mundo en completa paz, la verdad es que a día de hoy estamos más familiarizados con ella. La información creciente al respecto de conflictos como el de Israel contra Palestina o la guerra de Rusia contra Ucrania, unido a la cercanía de estas dos últimas para los Europeos, han hecho que, queramos o no involucrarnos, la guerra esté más presente en nuestro día a día.
Independientemente de la calidad de la obra final, presentar Black Ops 7 frente a una audiencia tiene unos matices que quizás no tenía en años, en eventos anteriores. Y su desarrolladora, la multimillonaria Activision, ahora parte de Microsoft, ha demostrado saberlo perfectamente.
Captura del teaser de 'Call of Duty: Black Ops 7'.
Caras conocidas, violencia soportada
'Black Ops 7' se escuda en Hollywood
¿Cómo publicitas, entonces, tu juego de disparos, si no quieres o puedes centrarte en esos disparos, porque la situación social y política los hacen sentir francamente insensibles, especialmente entre el público más joven? Activision y Microsoft han encontrado, parece, la opción perfecta: escudarse detrás de Hollywood.
Así, casi toda la campaña de marketing de Black Ops 7 en redes sociales y medios digitales ha girado alrededor de tres figuras: Milo Ventimiglia (Rocky Balboa, Creed II), Michael Rooker (Guardianes de la Galaxia, The Walking Dead) y Kiernan Shipka (Mad Men, The Last Showgirl). Tres actores que han prestado sus caras y sus voces a tres de los personajes más importantes del modo historia de Black Ops 7.
No son, en absoluto, los primeros actores de la historia en hacer aparición en un videojuego, ni tampoco es la primera vez en la que un videojuego busca, de manera desesperada, ensalzar sus virtudes pareciéndose al cine y a las series de televisión. Pero en el caso de Call of Duty: Black Ops 7, lo que subyace es algo más complejo.
Intentando ser percibido como una película, como una cinta que simplemente corre ante nuestros ojos, contándonos una historia con la que apenas sí podemos interactuar, el juego de Activision se lava las manos, de cara al mundo, sobre el aspecto más controvertido de su propuesta. Que los Call of Duty tratan de que experimentemos la guerra en primera persona. Que sus historias nos ponen en la piel, las manos y los ojos de un personaje, al que controlamos como si fuésemos nosotros mismos. Que sus modos multijugador —con diferencia los más jugados y esperados por los fans— exageran y banalizan la violencia, las armas, las muertes, los tiroteos y explosiones hasta que ya apenas nos impactan.
En definitiva: que aquí somos nosotros quienes apuntamos el gatillo. Incluso si el gatillo es sólo virtual.



