Contra el conocimiento

El viernes trascendió que la literatura seguiría los pasos de la filosofía y desaparecería de la fase general de bachillerato en Catalunya. Dejaría de ser obligatoria en humanidades, igual que las lecturas, eliminadas de la PAU. Ayer, tras un fin de semana en el que han llovido las críticas, el Departament d’Educació i Formació Professional rectificó.

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Skynesher / Getty Images

Pero siguen sin respuesta un montón de preguntas. ¿Cómo se llega a una decisión así? ¿Con qué avales? ¿Cuál es el objetivo? ¿Quién resuelve arrinconar la literatura, cuando uno de los principales problemas es la falta de comprensión lectora y, por extensión, del mundo? ¿Cómo convences a los demás de que es una buena idea? ¿Os reunís y concluís: “Total no sirve para nada, filólogos y escritores son unos muertos de hambre, estamos haciendo un favor a los chavales, mejor que estudien empresa y diseño de modelos de negocio”? (es una asignatura, tan obviamente al servicio del capital, que escama).

¿Hay una voluntad real de dinamitar el pensamiento crítico o es incompetencia?

¿Hay una voluntad real de dinamitar el pensamiento crítico, o se trata de incompetencia? ¿Son los efectos de enorgullecerse de la propia incultura lo que lleva a fomentarla? ¿Responde a un alarde de poder? ¿De poder para qué? ¿Cómo una medida de tal envergadura se echa atrás tan rápidamente? ¿Tan endeble era? ¿Ni siquiera calibraron las consecuencias? ¿O les daba igual?

La formación es importante, pero lo es más el conocimiento. En el nuevo modelo, la educación se enfoca hacia la productividad y pierde de vista los fundamentos. Sin ellos, no hay base. No aguanta. Ya se tambalea peligrosamente. Despreciar las humanidades es despreciar lo humano, sus aprendizajes, su evolución, sus maneras de observar, interpretar, adaptarse y representar la realidad a lo largo de la historia.

La literatura da voz y lenguaje, expande percepción y expresión, incentiva la capacidad de abstracción y empatía, proporciona solidez al argumento. Le devuelve tiempo al tiempo, en una época en la que priman lo inmediato y la simplificación y la educación de toda una generación puede cambiar a golpe de tuit. Somos narrativos, ensayistas y poéticos. Ideas y sociedades parten del verbo. No enseñar eso –como al desdeñar la filosofía– es privarnos de saber quiénes somos y de dónde venimos, de qué somos capaces. Silencia lo que da sentido a nuestra existencia.

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