Por definición, todo futuro es imprevisible e incierto. Pero el de la política catalana para este 2025 que acaba de empezar parece más programado que el de los últimos años. Al menos, en la hoja de ruta de Salvador Illa, que tomó posesión del cargo de presidente de la Generalitat el 10 de agosto del año pasado, al frente de un Govern en minoría, gracias al respaldo de ERC y los comunes, fuerzas con las que el PSC (que cuenta solo con 42 escaños) suscribió su pacto de investidura.
Tras doce años de procés , rematados con la pérdida de la mayoría independentista en el Parlament, Illa se propone ser un presidente de la Generalitat volcado en la gestión, un reformista dispuesto a alcanzar mejoras para todos, al tiempo que intenta recoser una sociedad catalana escindida.
Es pronto para evaluar a Illa, con menos de cinco meses en el cargo, que ha empleado en formar un equipo de su confianza integrado por unas 350 personas, y en reivindicar un talante en el que conceptos como el respeto, el diálogo y la colaboración entre fuerzas rivales adquieren mucho relieve. Durante este periodo inicial ha concretado también el programa de acción que pretende llevar a cabo.
Las grandes prioridades del plan de gobierno de la Generalitat de la actual legislatura (2024-2028) son cinco. La primera es la recuperación del liderazgo económico en España, lo que incluye desde la reindustrialización catalana (pasando del 17% al 22% del PIB) hasta la política de vivienda, con la aprobación de un régimen sancionador de la ley de precios de alquiler y el inicio de la construcción de 50.000 viviendas antes del 2030. La segunda es la transición energética, con la idea de llegar al 50% de la generación eléctrica mediante renovables en el 2030. La tercera es la mejora de los servicios públicos (con el propósito de corregir los déficits en sanidad y educación) y la reforma de la Administración. La cuarta es la mejora de la seguridad con más mossos, bomberos y agentes rurales. Y la quinta es el desarrollo de una fiscalidad progresiva y verde.
El Govern de Illa se ha comprometido a cumplir este año el 45% de lo pactado con ERC y Junts
Todos los partidos alcanzan, o no, el gobierno provistos de un programa. Pero, por desgracia, raramente lo cumplen. Está por ver si Illa lo conseguirá. De momento, se ha comprometido a realizar en este 2025 el 45% de lo que acordó con ERC y comunes para llegar al Palau de la Generalitat, integrando los pactos de investidura en su plan de gobierno. Y en el 2026 espera haber cumplido el 70% o el 80%. Se trata, por una parte, de materializar su línea de progreso de inspiración socialdemócrata y, por otra, de apuntalar la estabilidad política de la legislatura.
Dicha estabilidad, sin embargo, no depende exclusivamente de la satisfacción de quienes le apoyaron en el Parlament, ni de las exhortaciones a la fraternidad entre personas y territorios –tan poco en boga en nuestra coyuntura política– que pronunció Illa en su mensaje de Navidad. Dependerá, también, de diversos condicionantes, empezando por la aprobación de los presupuestos, todavía en el aire, la concreción de un régimen fiscal singular para Catalunya según acordaron socialistas y republicanos o la aplicación sin reservas de la ley de Amnistía.
Obsérvese que, si bien la aprobación de las cuentas depende de los partidos catalanes, en los capítulos del régimen fiscal singular y la plena aplicación de la ley de Amnistía tienen una intervención relevante estamentos políticos y judiciales del Estado. De ahí que el éxito de Illa dependa también de lo que suceda en tales instancias.
Dependerá asimismo de la evolución de los partidos catalanes, y en particular de la de Junts y la de ERC. El primero está en fase de transformación y regreso a sus postulados originales, más conservadores que los de los años del procés , y mantiene un discurso nada complaciente con el PSOE, al que amenaza con retirar su apoyo en el Congreso de los Diputados. El segundo se dispone a una nueva etapa con el mismo liderazgo de Oriol Junqueras. Ni uno ni otro, concentrados en sus cuitas internas, tampoco los comunes, han ejercido hasta la fecha una oposición atractiva.
Una legislatura en pos de progreso y estabilidad parece atraer más que las convulsiones del ‘procés’
En resumen, el Govern que dirige Illa afronta el nuevo año con un programa ambicioso y detallado, que le compromete, y que expone mediante un discurso de corte cívico y humanista. Veremos con qué fortuna lo ejecuta. De momento, cabe ya afirmar que esta nueva etapa fundada en pactos, que promete mejor gestión y persigue la estabilidad, nos parece más atractiva que la de las estériles convulsiones del procés .