La muerte de Isak Andic me hace reflexionar. El que fue cofundador y presidente de la empresa textil Mango, una multinacional con más de 15.000 empleados, murió de accidente el pasado mes de diciembre del 2024. Sucedió durante una excursión familiar mientras caminaba por el estrecho sendero que asciende desde las cuevas del Salnitre, en el municipio de Collbató, hasta el monasterio de Montserrat. El hombre, de mi edad, resbaló cuando transitaba por un tramo con grava de la montaña y sin barandilla protectora, con la mala suerte de caer cien metros hacia abajo. El hijo que le acompañaba no pudo hacer nada por salvar a su padre.

Andic inició Mango hace cuarenta años hasta alcanzar un primer puesto. Aunque nunca elogiaré el sistema capitalista, la figura del empresario, haya llegado o no a la cima, es para mí comparable a la del artista, por la iniciativa, creatividad y esfuerzo de poner en marcha una empresa, y más si ello se hace honestamente.
El presidente de Mango murió estando en la cima de su profesión y el destino hizo, coincidencia, que ello sucediera en la cima de una montaña. Subió por propia voluntad y se despeñó por accidente. Su caída no fue un desliz, aunque hubiese resbalado. Desliz es si has equivocado tu camino pudiendo evitarlo, por ejemplo, engañando a los demás o a ti mismo. Otro importante empresario español murió hace años en la cama con su amante: “Ha muerto cumpliendo con su deber”, le oí decir en una sobremesa a un machista. Otros deslices fueron, parece ser, los del cardenal Daniélou, con una prostituta; o, antes, el presidente Félix Faure, en su propio despacho, durante un sexo oral.
Mientras hacía su ruta, Andic pudo ver las rocas eminentes de Montserrat y entre ellas el azul del cielo. Arriba esperaba un santuario, al que había que llegar, como en la vida, entre rocas escarpadas y tramos llanos, con la posibilidad de un barranco al lado.
Entretanto, pensemos: la muerte puede acabar con la mejor vida en el escenario más insospechado. Entonces, Vigilate : “Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir” (Mateo 25,13). Pero ante los que cayeron por un desliz, o sin él, por un fatal accidente, no hay que contar el destino con la muerte, sino con la vida. El barranco por el que cayó Andic no invalidó la suya.