Un apunte sobre la inteligencia artificial: hoy, un espabilado, un pillo o un mediocre pueden preparar una presentación aceptable con IA e incluso prácticamente dar una conferencia (si la leen o siguen el guion que les haya dado la máquina). Pero si las personas que han escuchado la conferencia preguntan y no hay nadie que chive las respuestas a través de un pinganillo a quien habla, puede ser que este no sepa responder.
Las máquinas pueden ofrecer mucha información, pero no pueden responder por ti si no tienes manera de utilizarlas en directo. Así, el valor de los exámenes orales aumentará, porque las personas tendrán que demostrar que saben algo de verdad, que es suyo y obedece a aquello que han aprendido y recuerdan.

Qué lástima que no se valore la memoria, otra de las cosas que vamos perdiendo. Se deja de valorar lo adquirido con esfuerzo porque interesa –y mucho– despreciar el valor del trabajo. El adanismo quiere un mundo ideal donde todos seamos buenos.
La IA nos permite ser más veloces. Podemos preguntar y recibir respuestas y saber de todo. Pero los datos, las informaciones, hay que situarlos en un contexto e interpretarlos con un criterio. No se puede hablar de lo que se desconoce. Una idea poderosa es aquella que nos indica que uno solo ve lo que conoce. Para ello hace falta abrir las puertas de la mirada –de todos los sentidos– y estar dispuestos a que nuestra mente acoja lo que nos es más o menos comprensible y queremos entender mejor. Tratar de entender pasa por pensar. Y pensar es mirar con detenimiento. Es casi imposible pensar con prisas. No existe profundidad sin tiempo. Sin embargo, nuestro tiempo está devorado por la velocidad, y esto dificulta pensar con atención. Mirar superando nuestros prejuicios. Mirar sin abandonar una mirada profunda.
Más que solo defender el pensamiento crítico, habrá que defender el pensamiento profundo, porque, a veces, el pensamiento crítico es solo un instrumento al servicio de una rama del poder. Cada tribu cancela a su manera. Las revoluciones, nos decía creo recordar que William Styron, nunca son traicionadas, sino simplemente completadas, y se hacen para que sean otros los que viajan en wagon-lits . Alguien nos advierte de que (casi) todos se mueven para viajar en business.
Paremos un momento, ya que cada vez veremos más instrumentos al servicio de la velocidad, con el consiguiente deterioro, a veces, de la integridad de lo que nos facilitan y proponen. En lo verdaderamente esencial, es cada uno quien debe responder. No una máquina.