Una de las ventajas de la nueva manera de consumir televisión es que, en cualquier momento, puedes ir hacia atrás y recuperar algún programa que no has visto a su hora y, además, tener acceso a canales que quedan fuera de tu área geográfica. Lo digo porque, tras ver la entrevista que Jordi Évole le hizo hace unas semanas a Juan y Medio, presentador de La tarde, aquí y ahora ( Canal Sur), me he hecho adicta al programa que incluye historias de mujeres y hombres, de edad más que respetable, que acuden al programa a buscar, más que una pareja, una buena compañía.

Como señora mayor que soy podría ir al programa, pero, como también soy muy especial, más que por encontrar compañía (menuda lotería), lo haría por conocer a Juan y Medio. Que no se asuste el colega, ya me imagino que en su legión de fans debe de existir una lista de espera que no te toca cita ni en el otro mundo. No, no pretendo insinuarme, o sí. Si ese hombre le ha gustado a Lolita (otra de mis personas favoritas, que también se confesó con Évole), seguro que a mí también me gustaría. Pero no es ese el tema.
La cuestión es que llevo días, los mismos que han pasado desde que se emitió la entrevista en Lo de Évole (La Sexta), dándole vueltas a una de las cosas que dijo Juan al referirse a su relación con las mujeres cuando confesó no saber muy bien la razón por la que nunca se había comprometido con ninguna: “No sé qué esperaba yo de la vida”, dijo.
Superados ya los 60, pero aún de muy buen ver, el presentador continuó explicando que “con el paso del tiempo te das cuenta de que el fallo no está en ellas, está en ti [...] Con ese pesar me acuesto muchos días”. Pero lo gordo vino cuando reconoció sentirse desolado por arrastrar el sentimiento de haber decepcionado a alguna de sus novias; por “no haberles considerado lo suficiente para comprometer mi vida con ellas. Llevar eso sobre la espalda me pesa, no se lo merecían”, concluyó apesadumbrado.
Bueno, Juan y Medio, desde aquí le digo que somos muchas las que hemos sentido alivio al oír esas reflexiones, porque permiten presuponer que alguno de los hombres que han actuado del mismo modo puede haber hecho ese mismo análisis de conciencia. Con sus palabras, además, Juan y Medio ha lavado el mal recuerdo que algunas mujeres tenemos de lo que pudo haber sido y no fue. Lástima que solo unos pocos tengan el valor de reconocer que no estuvieron a la altura.