Sentir los colores

Maldita la gracia que nos hacen esos gurús que, cuando nos damos un porrazo vital de campeonato, aseveran: “Muy bien, esto es una gran oportunidad para crecer”. Según esta terapéutica y positiva visión de las cosas, la gran ventaja de que haya un loco suelto en el despacho oval sería que Europa puede sentirse estimulada, de una vez, para ponerse las pilas y avanzar en su unidad, su capacidad de autodefensa militar y convertirse en un actor coherente en el panorama internacional y no en una hidra de 27 cabezas.

'El rapto de Europa' (1562), de Tiziano,  The Isabella Stewart Gardner Museum, Boston

'El rapto de Europa' de Tiziano 

The Isabella Stewart Gardner Museum, Boston

El gran proyecto económico y político que supone la UE tendrá los pies de barro si no se avanza en algo eminentemente cultural y educativo: construir una sólida identidad europea. Es decir, que Europa sea un sentimiento popular que vaya más allá de los burócratas de Bruselas. Muchos son los ríos de tinta que sobre el tema se han vertido, pero pocas propuestas claras se han concretado. La última que se ha lanzado a la palestra es la del francés Sami Naïr, un intelectual que, pese a haberse bregado en la arena política, mantiene la independencia de criterio. Su último libro, Europa encadenada, dedica un capítulo a la cuestión.

De modo realista, Naïr apunta que no es posible olvidar las identidades nacionales ni fingir que Europa las sustituye. Europa no es una nación y su fuerza deriva de la razón, no de la pasión. Abomina de aquellos que siguen identificando –aunque sea implícitamente– al europeo como un cristiano blanco, ciegos ante la realidad demográfica. Si costó siglos aceptar la civilización judeocristiana (eran dos cosas muy distintas), urge integrar el islam en nuestro modo de vida, del mismo modo que esta religión debe asumir la secularización y desconfesionalización.

Europa ha de ser un sentimiento popular que vaya más allá de los burócratas de Bruselas

El arte, el derecho, las formas de relación, las costumbres, la gastronomía... son enormemente cercanas entre los países del Viejo Continente. Sin olvidar ello, Naïr propugna una identidad social, basada en la fuerza de unos servicios públicos que lleguen a todos. Junto a ello, la construcción de una mitología común, una épica, un relato sobre la creación de un proyecto que acabó con las guerras entre nosotros.

Grecia, Roma, el Renacimiento, la Revolución Francesa, Beethoven, Kafka, Cervantes, la democracia representativa, los derechos humanos, la sanidad y la educación para todos... con mucho menos, otros han construido sueños que están en el imaginario global. No debemos de estar tan mal cuando todo el Este quisiera unirse a nosotros, lo que provoca las reacciones salvajes que provoca.

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