Cuando el alcalde Jaume Collboni anunció que Barcelona no repetiría como sede de la Copa del América de vela, hubo opiniones a favor y en contra.
Algunos lo atribuyeron a un cálculo político, sobre todo cuando meses más tarde salió el estudio de la UB que cuantificó el impacto económico en más de 1.000 millones de euros.
Pero la organización que dirige Grant Dalton aún no tiene escogida la ciudad para la próxima edición. Auckland se ha quedado fuera. Estambul y Río de Janeiro han caído por el camino. Atenas parece estar ganando puntos, gracias al apoyo de un multimillonario griego. Pero el tiempo aprieta.
A Nueva Zelanda, ganadora del trofeo, le quedan dos opciones más, ambas problemáticas. Una es Nápoles, que favorecería a su rival Luna Rossa. La otra es Yida, en Arabia Saudí, controvertida patria de los petrodólares.
Peter Burling, el patrón neozelandés, ha perdido la paciencia y ha dicho que ya no competirá con el equipo de su país. Sea o no un buen negocio, lo cierto es que está costando encontrar una sede.