Cuántos inmigrantes son demasiados? La respuesta correcta no es un número ni un porcentaje, sino una medida: hay demasiados inmigrantes cuando su número excede la capacidad de los servicios públicos, sanidad, educación, infraestructuras..., de atenderlos sin desatender a los demás ciudadanos.
A partir de ese exceso, la admisión de nuevos inmigrantes se convierte en el peor enemigo de los anteriores. Y aumentan así también los votos para los partidos que los rechazan.

Lo mejor que pueden hacer, por tanto, los gobernantes que saben que la inmigración nos enriquece a todos a largo plazo, tras haber enriquecido a corto a quienes los emplean, es planificar, anticipar, controlar, gestionar y decidir, en fin, cuántos inmigrantes somos capaces de integrar en nuestro sistema sin desintegrarlo.
Para lograrlo necesitamos dos grandes pactos: el primero es el que suscribimos los ciudadanos del país, a través de su administración, con los inmigrantes que quieren trabajar en él. Y comprende obligaciones y derechos, empezando por cumplir las leyes y contribuir a mantener el Estado que les acoge. A cambio, obtendrán el derecho a sus servicios y sus pensiones.
No es casualidad que los países más prósperos del planeta fueran antes integradores de migrantes
El segundo pacto es antes social y luego político y debe dar apoyo mayoritario y transversal a la gestión eficiente de la inmigración. Debemos anticipar que será numerosa si queremos seguir progresando juntos, porque no es casualidad que los países más prósperos del planeta fueran antes integradores de inmigrantes. Y tampoco que la mayoría de los premios Nobel, innovadores e inventores y fundadores de empresas eran inmigrantes o sus hijos.
Me lo cuenta para La Contra una autoridad mundial en migraciones, Ian Goldin, cuya familia judía huyó de Austria a Sudáfrica, y él, de Sudáfrica a Londres. Después dirigió, a petición de Mandela, el Banco Sudafricano de Desarrollo para investigar, en fin, hoy en Oxford.
No hay nunca demasiada inmigración sino demasiada incapacidad de gestionarla. En los Emiratos Árabes, son ya el 90% de la población sin problemas; en Polonia, no llegan al 1% y su rechazo acaba de dar allí la victoria a la ultraderecha trumpista.
Así que para mejorar la vida de inmigrantes y ciudadanos que los acogen no hacen falta buenos discursos, sino buena gestión: planificar su llegada, evitar el descontrol en las fronteras e invertir en servicios públicos antes de que lleguen para que nunca por acogerlos se desatienda a los locales. Así nunca faltarán votos para que la inmigración nos siga haciendo a todos más ricos y diversos: mejores.