¿Qué se ha metido?

Hemos sabido de trampas y arrepentimientos. Colapsos y muertes. Pero, hasta que ese sonriente nadador griego de cuyo nombre no consigo acordarme paraba el crono en los 50 libres en los 20,89 segundos, ¡nuevo récord mundial!, a nadie haciendo alarde de la trampa. Insólito. Brillante estrategia de lanzamiento de los Enhanced Games, los Juegos Mejorados en los que esté permitida toda ayuda y de todo tipo y que se pretenden disputar en el 2026 en Las Vegas.

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Jonathan Nackstrand / Efe

“Debería estar retirado, pero nada más rápido que cualquier otro ser humano. ¿Por qué? Utilizó la tecnología y la ciencia para mejorar su rendimiento”, explicaba el mecenas del asunto, Aron D’Souza, que, junto a otros millonarios aburridos, impulsa la (de)construcción de los nuevos superhombres en las modalidades más cortas y explosivas de natación, atletismo y de halterofilia.

Los Juegos Mejorados en los que esté permitida toda ayuda se pretenden disputar en el 2026 en Las Vegas

“Cuando se den cuenta, todos lo desearán. Cualquier hombre de mediana edad que alguna vez compitió y ahora se parte de dolor de espalda se preguntará: ¿Qué se ha metido y cómo puedo conseguirlo?”, razonaba D’Souza a propósito de este récord que solo aplauden él y los amigos que copatrocinan el engaño, entre los que se cuentan Donald Trump júnior y Christian Angermayer, el rey de la psicodelia, conocido porque ha confiado todas sus acciones y su vida a las propiedades del LSD, el MDMA y la ibogaína.

No se inventa nada. Ya en la antigua Grecia, en el siglo VI antes de Cristo, si con cauterizarse con hierros ardientes, aplicarse cataplasmas de equiseto o ingiriendo pan bañado en opio no bastaba, los atletas que querían mejorar por la vía rápida se extirpaban el bazo. Problema resuelto. Y las crónicas confirman que los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna, en 1896, fueron un festival de cafeína, alcohol, cocaína, estricnina y heroína con un Thomas Hicks (oro en maratón con un tiempo de 3 horas y 28 minutos) tibio de coñac e inyectándose de todo durante la prueba. Por fin la muerte en Roma’60 del ciclista danés Knud Enemar Jensen por una dosis masiva de anfetaminas encendió todas las alarmas y tras mucho tira y afloja y otros musculados cadáveres por el camino los primeros controles llegaron en México’68 para ser realmente efectivos en Munich’72.

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